POBREZA Y DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO
11.4. POBREZA Y DISTRIBUCION DEL INGRESO
11.4.1. CONTEXTO INTERNACIONAL1
La situación de los millones de personas que viven en condiciones de pobreza extrema en todo el mundo ha llevado a la preocupación, debate y planificación de políticas alternativas desde todos los sectores. En torno a este tema se centran debates de las más diversas ramas científicas como la filosofía, la sociología, la historia, la economía, etc. Según el informe 2001 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, uno de cada cinco habitantes del mundo -1.200 millones- vive con menos de un dólar diario. De los habitantes del mundo en desarrollo, un 56% carece del saneamiento más básico y hay más de 50 países cuyo ingreso per cápita es hoy inferior al que tenían hace un decenio.
Específicamente en el caso de América Latina, estimaciones de este organismo señalan que la cantidad absoluta de pobres en la región era de 224 millones en 1999. Por otro lado, un informe reciente del Banco Interamericano de Desarrollo afirma que es en América Latina donde se encuentran las mayores desigualdades en la distribución del ingreso y donde los individuos más ricos reciben una mayor proporción del ingreso. Estas desigualdades distributivas sólo son comparables a las que se observan entre los países de África, cuyos niveles de ingreso per cápita son menos de la mitad de los de América Latina (BID, 1998).
Uno de los índices mas utilizado en todo el mundo para medir la concentración del ingreso es el Coeficiente de Gini (CG). Este concepto se basa en el hecho de que, si los ingresos se distribuyeran en forma totalmente equitativa en una determinada población, cada persona recibiría una misma proporción del ingreso. En base a esto, el coeficiente de Gini mide la distancia entre la distribución efectiva y esta situación hipotética de perfecta equidad. Así, este coeficiente puede variar entre cero (perfecta distribución) y uno (total concentración), pero en la práctica fluctúa entre 0,25 y 0,62.
Por otro lado, y como aproximación al nivel de bienestar o desarrollo de una sociedad, puede considerarse el Índice de Desarrollo Humano (IDH). Este índice, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, complementa el indicador del PBI. Su ventaja reside en incorporar y ponderar tres indicadores: 1) Longevidad, medida en función de la esperanza de vida al nacer, 2) Nivel educacional, medido en función de una combinación de la tasa de alfabetización de adultos y la tasa bruta de matriculación combinada entre primaria, secundaria y terciaria3, y 3) el nivel de vida, medido por el PIB real per cápita (PPA en dólares). Los valores de este índice para el año 1999 oscilaron entre 0,258 para Sierra Leona y 0,939 para Noruega.
El gráfico 11.30 muestra los coeficientes de Gini para distintos países desarrollados y en desarrollo, junto con los valores del IDH. Del mismo se desprende que Brasil y Paraguay son los países con peor distribución del ingreso (menor IDH y mayor valor del Coeficiente de Gini), mientras que Uruguay es uno de los países con mejor distribución y menor nivel del Gini de América Latina.
1 Se puede complementar esta sección con Balance de la Economía Argentina 1999.
2 Ver BID (1998) América Latina frente a la desigualdad.
3 La tasa de alfabetización tiene mayor ponderación que la tasa bruta de matriculación.
En Argentina el Coeficiente de Gini está calculado sólo para Buenos Aires y según las estimaciones del BID fue de 0,48 en 1998. En cuanto al Índice de Desarrollo Humano el país mejor posicionado dentro de los países en desarrollo fue Argentina. Con un valor de 0,842, ocupó el puesto 34 en el ranking mundial, seguido por Uruguay (puesto 37) y Chile (puesto 39). Entre los países desarrollados considerados, Japón presenta la distribución más equitativa con un CG de 0,249 y ocupa el puesto 9 en el ranking de IDH, con un valor de 0,928.
Otro indicador utilizado para medir la desigualdad en la distribución del ingreso es directamente la brecha de ingresos entre grupos extremos. Esta es una medida fácil de entender que se relaciona con el coeficiente de Gini. Ambas mediciones son complementarias, debiendo ser interpretadas con sumo cuidado ya que pueden resultar engañosas. Por ejemplo, puede suceder que en un determinado país las brechas de ingreso sean altas pero los CG mejores porque la distribución entre los grupos medios de ingreso es mejor.
El gráfico 11.31 muestra el cociente entre el ingreso de las personas del 10° y del 1° decil, y entre las del 5° y el 1° quintil, tanto para países desarrollados como en desarrollo.
Aquí se comprueba una de las principales conclusiones del informe del Banco Mundial y es que la desigualdad de ingresos en América Latina se debe principalmente a la enorme brecha que hay entre las familias del decil más alto de ingreso y las más pobres. Entre las características que distinguen a las personas más ricas se destacan los mayores niveles de educación de sus jefes de hogar, el tipo de trabajo que realizan4 , su ubicación principalmente urbana y el reducido número de hijos.
11.4.2. SITUACION EN ARGENTINA Y LA REGION CENTRO
Fuertemente relacionado con aspectos considerados en capítulos anteriores como educación, salud y las condiciones del mercado laboral, se encuentra el tema de la pobreza y la distribución del ingreso. Ambos conceptos tienen particularidades específicas que se deben distinguir. La pobreza puede definirse simplemente como la falta de dinero o de medios para vivir dignamente o, en un sentido más amplio, como la privación de algunos derechos, oportunidades y elecciones básicas de la gente5. Muchas veces el concepto de pobreza es utilizado para medir el nivel de bienestar de una sociedad, cuyo incremento constituye a su vez, uno de sus objetivos fundamentales.
Por otro lado, el concepto de distribución del ingreso hace referencia a cómo esa sociedad distribuye su riqueza entre su población. En este sentido, si bien una mejora en la distribución del ingreso contribuye a aumentar el bienestar general, no es una condición ni necesaria ni suficiente. La distribución puede empeorar, pero si, por ejemplo los ingresos reales de todas las personas aumentan, el bienestar de las sociedad seguramente aumenta, pese a esa mayor desigualdad6.
4 En América Latina se observan las mayores brechas salariales del mundo entre los trabajadores con mayores niveles de calificación, que se ocupan de las tareas de dirección y administración, y los trabajadores no calificados, que se encuentran en las tareas manuales de producción.
5 Concepto desarrollado, entre otros, por el economista/filósofo Amartya Sen en una amplia variedad de publicaciones, por ejemplo Desarrollo y Libertad (1999).
6 Leonardo Gasparini (1999).
Es por ello que ambos aspectos resultan complementarios cuando se pretende una aproximación al nivel de bienestar de una sociedad. En las secciones que siguen se considerarán ambos aspectos por separado según la información disponible a nivel nacional y regional.
11.4.2.1. POBREZA
Existen varias metodologías para estudiar el tema de la pobreza, pero en nuestro país se consideran dos enfoques alternativos para clasificar a los hogares pobres: el porcentaje de hogares (personas) bajo la línea de indigencia (LI) y el porcentaje de hogares (personas) bajo la línea de pobreza (LP).
Ambos intentan medir el mismo fenómeno, pero la información que requieren y los resultados obtenidos pueden diferir.
El concepto de «línea de indigencia» (LI) procura establecer si los hogares cuentan con ingresos suficientes como para cubrir una canasta de alimentos capaz de satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas. De esta manera, los hogares que no superan este umbral son considerados indigentes. El procedimiento parte de utilizar una canasta básica de alimentos de costo mínimo (CBA) determinada en función de los hábitos de consumo de la población de referencia en base a los resultados de la Encuesta de Gastos e Ingresos de los Hogares de 1985/ 86. Asimismo, el procedimiento en uso toma en cuenta los requerimientos normativos kilocalóricos y proteicos imprescindibles para la población. Los componentes de la canasta básica son valorizados por los precios revelados por el Indice de Precios al Consumidor. También se consideran las diferentes necesidades nutricionales según la edad, el sexo y la actividad de las personas. La medición de la pobreza con el método de la «línea de pobreza» (LP) consiste en establecer, a partir de los ingresos de los hogares, si estos tienen capacidad de satisfacer -por medio de la compra de bienes y servicios- un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales.
Para calcular la línea de pobreza es necesario contar con el valor de la CBA y ampliarlo con la inclusión de bienes y servicios no alimentarios (vestimenta, transporte, educación, salud, etc.) con el fin de obtener el valor de la Canasta Básica Total (CBT). El valor de la CBT de cada hogar se compara con el ingreso total familiar de dicho hogar. Si el ingreso es inferior al valor de la CBT se considera que el hogar y los individuos que lo componen se hallan por debajo de la línea de pobreza; de lo contrario, se encontrarán en el grupo de hogares y personas no pobres.
Desgraciadamente, en nuestro país sólo se realizan mediciones de este tipo para el aglomerado de Gran Buenos Aires. Las últimas estimaciones del INDEC señalan que en mayo del 2001 se encontraban bajo la línea de pobreza 838 mil hogares, lo cual representa 3.959.000 personas. En ese conjunto, 264 mil hogares se encuentran bajo la línea de indigencia, lo que a su vez supone 1.247.000 personas indigentes. Se destaca también, que la incidencia de la pobreza es mayor para las personas que para los hogares, lo que indica que, en promedio los hogares pobres tienen más miembros que los no pobres.
En el gráfico 11.32 se puede observar la evolución del porcentaje de hogares y personas que se encuentran bajo la línea de pobreza a lo largo de toda la década. Por otro lado, el gráfico 11.33 señala el porcentaje de hogares y personas bajo la línea de indigencia. En ambos se observa claramente el aumento desde mayo de 1994 de la pobreza para el Gran Buenos Aires. En efecto, el porcentaje de hogares y personas bajo la línea de pobreza se duplicó entre 1994 y 2001, mientras que la proporción de indigentes se triplicó.
En mayo de 2001 el porcentaje de hogares bajo la línea de pobreza alcanzó el valor más alto de la década (23,5%), lo que representa el 32,7% de las personas. Por su parte, el porcentaje de hogares indigentes se estima en un 7,4%, alcanzando al 10,3% de la población.
En ambos gráficos se puede apreciar también que la diferencia entre personas y hogares se ha incrementado, es decir que los hogares pobres tienden a contar con mayor cantidad de miembros. Recientemente, el Sistema de Información, Monitoreo y Evaluación de Programas Sociales realizó estimaciones sobre pobreza e ingresos entre octubre de 1997 y octubre de 20007. Su interés radica en la incorporación de otros aglomerados de la EPH8 para realizar las estimaciones. El objetivo es analizar no sólo la cantidad de pobres, indigentes o desocupados existen en un momento determinado, sino también determinar desde hace cuánto tiempo que revisten esa condición, distinguiendo así, entre pobreza circunstancial y pobreza permanente.
Entre sus principales conclusiones se señala que para el período 1997-2000 la incidencia de la pobreza, medida a partir de ingresos promedios, se ubicó en el 20% para los hogares y en el 29,3% para la población (inferior a los valores que surgen al considerar solamente Gran Buenos Aires).
Por otra parte, se destaca que el 35,9% de los hogares y el 46,3% de la población tuvieron episodios de pobreza en al menos una de las ondas de la encuesta y que el porcentaje de menores de 14 años en esta situación alcanzó un alarmante 63%.
Para las provincias argentinas, las únicas estimaciones de NBI9 son las de la Secretaría de Programación Económica para los años indicados en el cuadro 11.22.
Aquí la condición de NBI se aborda desde dos indicadores. El primero, el de la incidencia, que se refiere a la proporción de hogares o población en hogares con necesidades básicas insatisfechas; y el segundo, la intensidad, que se refiere a la cantidad de carencias que determinan la situación de NBI del hogar y por ende de sus miembros, y considera el porcentaje de la población con dos o más carencias. Se debe tener en cuenta que no necesariamente hay correspondencia entre la incidencia de la NBI y la intensidad con que ésta se manifiesta.
Como ejemplo se puede mencionar el caso de Córdoba y Rosario, las cuales tienen una incidencia relativamente baja pero una intensidad alta, tanto en términos de hogares como de población.
El aglomerado de la Región Centro que mayor porcentaje de hogares y personas con necesidades básicas insatisfechas posee es Concordia, con un 45,9% de la población en situación de riesgo.
Con respecto a los tipos de carencias estas varían según el aglomerado que se considere. Así en Córdoba, Concordia y Santa Fe la carencia más frecuente es en condiciones sanitarias, en Paraná el hacinamiento, mientras que en Rosario la vivienda deficitaria aparece como el problema más frecuente.
7 Informe sobre situación social Nº7 Estimaciones sobre la pobreza y situación ocupacional entre Octubre de 1997 y Octubre de 2000. (2001).
8 Se consideraron 23 de los 28 aglomerados que considera la EPH. Incluye las principales ciudades de la Región Centro.
9 El enfoque de las NBI apunta hacia aquellos hogares que sufren situaciones críticas en cuanto a la privación de bienes, recursos u oportunidades, que posibilitan la subsistencia y el desarrollo en condiciones mínimas de acuerdo a la dignidad humana. Muestra el porcentaje de hogares que poseen al menos una de las siguientes características: hacinamiento crítico (más de tres personas por cuarto), vivienda inconveniente (habitan en viviendas inadecuadas), condiciones sanitarias deficientes (carecen de baño con arrastre de agua), asistencia escolar incumplida (algún niño entre 6 y 12 años no asiste al colegio) y capacidad de subsistencia reducida (cuando en el hogar hay 4 o más personas por miembro ocupado y/o el jefe tiene bajo nivel de educación).
11.4.2.2. DISTRIBUCION DEL INGRESO
Como se mencionó anteriormente, una forma de medir el bienestar de una sociedad es a través del análisis de la distribución del ingreso en la misma.
Los gráficos 11.34 al 11.37 muestran algunos indicadores para Gran Buenos Aires, Gran Córdoba, Rosario y Paraná. El primero es la tasa máxima de Redistribución, la cual indica la proporción del ingreso que habría que redistribuir para alcanzar una distribución perfectamente igualitaria (cuando más alta, mayor es la desigualdad de la distribución). Las otras medidas de inequidad están dadas por el cociente entre los ingresos del 10% de la población de mayores ingresos (10º decil) y el 10% de menores ingresos (1º decil). Este indicador puede a su vez ser ampliado para incluir grupos de población más amplios; en este caso, se realiza el cociente entre el quinto y el primer quintil. Ambos indicadores señalan en cuánto supera el ingreso de la población con mayor poder adquisitivo al de la población más pobre.
De los cuatro aglomerados considerados es en Gran Buenos Aires donde más se ha incrementado la desigualdad del ingreso en el transcurso de la década (Ver gráfico 11.34). En las principales ciudades de la Región Centro, si bien la brecha entre los que más tienen y los más pobres es menor que en Buenos Aires, también se ha producido un deterioro de la distribución del ingreso. Por un lado, en el Gran Córdoba se verificó una disminución de los indicadores de desigualdad considerados en la medición de octubre de 2000 (ver gráfico 11.35), alcanzando niveles apenas superiores a los de comienzos de los ’90. Gran Paraná resulta el aglomerado con mayor desigualdad distributiva, dado que los ingresos del 10% más rico fueron 21,4 veces superior al del 10% más pobre. En el caso de Rosario, es significativo el aumento de los tres indicadores que se observa en octubre de 2000. Este hecho se da juntamente con un gran incremento en los niveles de desempleo en esa ciudad.
11.4.3. MERCADO LABORAL Y DISTRIBUCION DEL INGRESO
Como se mencionó anteriormente, el deterioro en los indicadores de distribución del ingreso está íntimamente relacionado con las circunstancias adversas del mercado laboral.
En términos generales, las personas más pobres han asistido o completado una menor cantidad de años de educación y tienen menores probabilidades de insertarse en el sector formal del mercado laboral. En los gráficos 11.38, 11.39 y 11.40 se observa el porcentaje de la población según el sector de inserción laboral por quintil de ingreso. En Gran Córdoba la diferencia es más marcada ya que aproximadamente un 78% de las personas más pobres que trabajan lo hacen en el sector informal. Se destaca el hecho que, en relación a octubre 1999, la situación ha empeorado para las personas más pobres. En esa fecha el porcentaje de personas del primer quintil en el sector informal era de 70% para Gran Córdoba, 68,2% en Paraná y de 58,4% en Gran Rosario.
Asimismo, son las personas de los quintiles más bajos las que sufren niveles más altos de desocupación.
Los cuadros 11.23 y 11.24 detallan los principales indicadores laborales por quintil de ingresos para las principales ciudades de la Región Centro. En ellos se destacan dos comportamientos bien diferenciados:
Se produce un marcado incremento en la tasa de actividad y de empleo, a medida que se asciende desde los quintiles más pobres a los más ricos, y al mismo tiempo una disminución en los niveles de desempleo.
En el primer quintil de la población se observan altísimos niveles de desempleo (especialmente en el caso de Rosario).
En cuanto al análisis específico para las ciudades de la Región entre octubre de 1999 y octubre 2000, se puede señalar:
En Gran Córdoba la tasa de desempleo del primer quintil se mantuvo constante debido a que el pequeño incremento en la tasa de actividad fue compensado por un aumento en el empleo. Para los 3º, 4º y 5º quintiles, la combinación de disminución en la tasa de actividad e incremento en los niveles de empleo, determinó una caída en los niveles de desocupación.
En Paraná la tasa de desempleo creció solamente para las personas del quintil más pobre, en los otros quintiles disminuyó debido principalmente a la caída en los niveles de la tasa de actividad (dado que los niveles de empleo también disminuyeron).
En Rosario aumentaron los niveles de desempleo para todos los quintiles, a excepción del más rico. Aquí, a pesar del incremento en los niveles de empleo para todos los estratos, no alcanzó a cubrir el gran incremento en la tasa de actividad.
Como quedó de manifiesto con la información expuesta precedentemente, los niveles más bajos de instrucción son los que enfrentan mayores problemas laborales. En el gráfico 11.41 se pueden observar los niveles de desempleo según nivel educativo en tres ciudades de la Región Centro. Aunque las personas con primaria incompleta tienen una tasa de actividad mucho menor que personas más instruidas10, su tasa de desempleo es entre tres y cinco veces superior.
Como se puede apreciar, existe un círculo vicioso entre bajos niveles educativos, escaso acceso al mercado laboral y dificultad para salir de las condiciones de pobreza.
RECUADRO 11.4: EL CLIMA EDUCATIVO SEGUN INGRESO DE LOS HOGARES
En términos generales, existe una clara asociación entre recursos educativos y niveles de ingreso. En base a la Encuesta de Desarrollo Social, el Sistema de Información, Monitoreo y Evaluación de Programas Sociales elaboró un informe que intenta cuantificar la relación entre educación y desigualdad11. En base a estos datos a nivel nacional se construyó el índice «clima educativo» que se presenta en el gráfico 11.42. Este indicador es el promedio de los años de escolaridad de los miembros de 15 o más años que integran el hogar. Su construcción e interpretación se basa en estándares internacionales.
Así, entre los beneficios de un clima educativo alto se puede mencionar que permite prever más años de escolaridad para los integrantes del hogar que asisten a la escuela, contribuye a mejorar la atención y cuidado de la salud de la familia, tiende a evitar la maternidad y paternidad adolescentes y se encuentra asociado a mayores intervalos en el nacimiento de los hijos. En contrapartida, un clima educativo bajo dificulta la posibilidad de que los niños y jóvenes traspasen significativamente el nivel educacional del hogar al que pertenecen y puedan cuando sean mayores, superar las condiciones de pobreza o los bajos ingresos de su familia de origen.
10 Por ejemplo en Córdoba para octubre 2000 la tasa de actividad para el sector de hasta primaria incompleta tuvo una tasa de actividad de 36%, mientras que las de terciaria o superior completa presentaron una tasa de actividad de 80%.
11 SIEMPRO (2001) «Educación y Desigualdad: la distribución de recursos educativos en hogares y población.
Para el conjunto de los hogares considerados, el clima educativo medio es de 9,3 años de escolaridad, alcanza un promedio de 12 años en los hogares del quintil más rico y llega a aproximadamente 8 años entre los que pertenecen al quintil más pobre. Asimismo, se destaca que la ganancia en escolaridad es más notable entre el quintil más rico y el cuarto que le precede, pudiendo inferirse que los hogares que conforman el veinte por ciento con mejores ingresos se han beneficiado particularmente con una dotación de recursos educativos bastante mayor.