PERSPECTIVAS DE LARGO PLAZO

CAPITULO 23: PERSPECTIVAS A LARGO PLAZO

EI Crecimiento Económico

Por qué los distintos países crecen durante décadas a tasas notablemente diferentes y qué puede hacerse para acelerar el crecimiento de las economías más atrasadas es, sin lugar a dudas, uno de los temas más apasionantes dentro de la ciencia económica y una de las mayores preocupaciones de quienes tienen la responsabilidad de implementar políticas económicas.

Si bien el entendimiento de los determinantes del crecimiento económico, ha experimentado un enorme avance desde las contribuciones del premio Nobel Robert Salow a fines de la década del ’50 y, fundamentalmente, a partir de los excelentes trabajos empíricos y teóricos realizados desde mediados de los años 80, esta rama de la economía es actualmente objeto de un intenso esfuerzo de investigación que seguramente brindará en el futuro nuevas teorías y nueva evidencia al respecto.

En este contexto, el objetivo del presente capítulo es presentar un breve análisis del crecimiento de los países latinoamericanos, con el doble propósito de plantear algunos puntos de importancia para la discusión acerca del futuro de estos países y de cuantificar la tasa de crecimiento más probable para Argentina en las próximas décadas.

23.1. Introducción

¿Por qué países como Guyana crecen a lo largo de cuatro décadas, entre los años 1950 y 1990, a tasas negativas y países como Nicaragua y Argentina lo hacen a tasas casi nulas mientras que Brasil y México, en igual período, expanden su producto per cápita a tasas que, en promedio, son mayores al 2% anual? ¿Qué diferencias fundamentales existen entre países como República Dominicana y Guyana que expliquen por qué el primero «ascendió» 7 puestos en el ranking de países latinoamericanos entre 1950 y 1990, escapando así del último lugar, mientras que el segundo «descendió» nada menos que 13 puestos en igual período, alcanzando así el último lugar en 1990?

¿Cómo se explica que el cociente entre el producto per cápita del país más rico y el más pobre de América Latina se haya incrementado de 5,09 en 1950 a 7,14 en 1990? ¿Continuará en el futuro esta tendencia creciente en la desigualdad regional o, por el contrario, los mecanismos que aceleran o retardan el crecimiento se encargaran de reducir las diferencias, convergiendo los distintos países a un nivel de ingreso per cápita común? Si no existe una tendencia natural a la convergencia ¿es posible lograrla mediante políticas públicas adecuadas? ¿Pueden las autoridades de Honduras, por ejemplo, influir positivamente sobre el crecimiento de su economía para revertir su situación de atraso relativo?

Estos interrogantes son solo algunos de los que surgen al reflexionar acerca de los distintos niveles de desarrollo que, claramente, caracterizan a diferentes países, pero sirven para reflejar la importancia fundamental que tiene el estudio del crecimiento económico.

En efecto, la historia económica de las últimas décadas se ha caracterizado por enormes desigualdades en los niveles de desarrollo de los distintos países: en 1990, el mayor producto per cápita (los U$S 18.399 de Estados Unidos) era 50,41 veces mayor que el menor de ellos (los U$S 365 de Chad). Pero más preocupante aún es que no ha existido una clara tendencia a la reducción de dichas diferencias: el cociente entre el mayor producto per cápita y el menor de ellos era 41,65 en el año 1950, lo que indica que esta medida de las desigualdades se incrementó considerablemente a lo largo de cuatro décadas.

Ante este escenario, la forma de acelerar el crecimiento de las regiones más atrasadas constituye el elemento fundamental para incrementar el bienestar de millones de personas. Seguramente por este motivo, es que la economía se ha preocupado por este tema desde su nacimiento como ciencia, progresando enormemente durante las décadas del ’50 y ’60 con los brillantes aportes del premio Nobel Robert Solow y, a partir de mediados de los anos ’80, con numerosos trabajos empíricos y teóricos, fundamentalmente en el campo de lo que se denomina Teorías de Crecimiento Endógeno, surgidas luego de los avances realizados por Romer (1986) y Lucas (1988).

A pesar de que este campo de la economía se encuentra en un proceso de continuo desarrollo, las teorías elaboradas y la evidencia empírica obtenida permiten identificar un conjunto de variables como importantes determinantes del crecimiento económico, surgiendo así algunas medidas de política económica destinadas a acelerar este último.

Si bien este capítulo no pretende, obviamente, responder a preguntas de la magnitud de las presentadas al comienzo de esta sección, sí intenta plantear algunas cuestiones de importancia para pensar el futuro de nuestro país en el contexto de los países latinoamericanos, desprendiéndose en el proceso una metodología para proyectar el crecimiento de Argentina en las próximas décadas, complementando así los modelos de proyecciones de corto plazo presentados en el capítulo anterior.

Para ello, en la sección 23.2 se presentan algunos hechos estilizados del proceso de crecimiento de los países latinoamericanos en las últimas décadas, en la sección 23.3 se analizan los determinantes del crecimiento de dichos países, en la sección 23.4 se presenta una metodología para cuantificar la tasa de crecimiento más probable de nuestro país en las próximas décadas y, finalmente, en la sección 23.5 se presentan algunas conclusiones y comentarios finales.

23.2. Algunos Hechos Estilizados del Proceso de Crecimiento Económico Latinoamericano

Como paso previo al análisis presentado en la próxima sección, resulta indispensable repasar algunos hechos estilizados del proceso de crecimiento experimentado por los países latinoamericanos.

El primero de estos, que surge al analizar los datos latinoamericanos, es la gran heterogeneidad en los niveles de desarrollo de los países que integran esta región, como puede observarse en el cuadro 23.1, en donde se presentan los respectivos productos per cápita correspondientes a los años 1950 y 1990.

En efecto, el mayor producto per cápita en el primero de los años (U$S 4.763 correspondientes a Venezuela) era 5,09 veces mayor que el menor de ellos (U$S 936 correspondientes a República Dominicana). Si bien esta diferencia es sustancialmente menor que la existente a nivel mundial (el mayor producto per cápita en 1950 era 41,65 veces más elevado que el menor de ellos, como se mencionó en la Introducción de este capítulo), la misma implica muy grandes diferencias en los niveles de bienestar de los habitantes de los países involucrados en la comparación.

La gravedad de esta observación empírica se ve opacada por otro hecho estilizado, aún más preocupante que el anterior: estas grandes desigualdades entre países no presentan una clara tendencia a reducirse con el paso del tiempo. Por ejemplo, recurriendo nuevamente al cuadro 23.1, puede observarse que en el año 1990, cuatro décadas después de la observación mencionada, el cociente entre el mayor y el menor producto per cápita latinoamericano se había incrementado a 7,14 veces, cifra que surge de dividir los U$S 7.769 de Trinidad y Tobago por los U$S 1.088 de Guyana.

Si bien puede argumentarse que estas cifras solamente indican lo que ocurre con las observaciones «extremas» de los datos analizados1, conclusiones similares pueden obtenerse al analizar una variable que capta mejor el comportamiento del conjunto de observaciones, midiendo de forma rigurosa la evolución de la dispersión de los datos: la desviación estándar de los mismos. Efectivamente, el gráfico 23.1, que refleja la evolución de este indicador, muestra períodos de convergencia de los productos per cápita latinoamericanos (cuando éste se reduce) y de divergencia (cuando ocurre lo opuesto). En el período completo, la desviación estándar se incrementa de 0,48 a 0,55, indicando la inexistencia de un proceso de convergencia entre países, es decir, de un proceso de achicamiento de las desigualdades entre los mismos.

Debido a que aún la utilización de la desviación estándar de los productos per cápita constituye una forma muy «cruda» de analizar la evolución de la desigualdad entre los países considerados, en Utrera (1999)2 se utilizan técnicas más sofisticadas que, sin embargo, permiten arribar a las mismas conclusiones: los datos existentes indican que no existe un proceso de convergencia entre los países latinoamericanos, por lo que las desigualdades a las que se hizo mención no tienden a reducirse con el paso del tiempo.

Resulta importante destacar que la inexistencia de un proceso «automático» de convergencia, incrementa la importancia del estudio de las políticas públicas y su relación con el crecimiento, ya que implica la necesidad de forzar un proceso que permita el achicamiento de la brecha entre países avanzados y países atrasados, tema sobre el que se volverá en la próxima sección.

Finalmente, otro hecho estilizado de la experiencia latinoamericana es la reducida movilidad de los distintos países dentro de la distribución de los productos per cápita. En otras palabras, no sólo las desigualdades entre los productos per cápita tienden a mantenerse en el tiempo sino que, además, la posición relativa de cada país dentro de esa distribución desigual tiende a perpetuarse.

En efecto, como surge de analizar el cuadro 23.2, durante el período 1950-1990 solamente 5 de los 20 países considerados se desplazan más de 5 lugares en el ranking de países por nivel de desarrollo (Brasil, República Dominicana y Ecuador avanzan 8, 7 y 6 posiciones, respectivamente, mientras que Guyana y Guatemala descienden 13 y 7 posiciones, respectivamente). Esto es un claro indicador de la relativa inmovilidad de los países latinoamericanos en la escala relativa.

Uniendo estos tres hechos estilizados del proceso de crecimiento en Latinoamérica, es posible afirmar que la distribución del ingreso entre los países de la región se caracteriza por presentar grandes desigualdades y gran rigidez, ya sea en cuanto a su grado de dispersión como a la ubicación relativa de cada país dentro de la misma.


1 Puede ocurrir por ejemplo, que se incremente el cociente entre la mayor y menor observación, pero se reduzcan al mismo tiempo las diferencias entre el resto de los valores, sin que esta «convergencia» entre países sea captada por la variable utilizada.

2 Este trabajo puede conseguirse en la página web del IIE (www.bolsacba.com.ar/iie) o en la página web de la Asociación Argentina de Economía Política (www.aaep.org.ar).


La clave para comprender estas cuestiones y, por lo tanto, para proyectar la evolución futura de estas economías y para intentar influir sobre la misma mediante la implementación de políticas económicas apropiadas, se encuentra en el estudio del crecimiento económico. Como se desprende del análisis del cuadro 23.3, la experiencia de los países latinoamericanos es, en este aspecto, muy dispar: existen tasas de crecimiento negativas (Guyana, -1,18%), positivas pero cercanas a cero (Nicaragua, 0,26%; Argentina, 0,37%) y positivas y relativamente elevadas (Brasil, 2,92%; México, 2,46%).

Si bien algunas de las diferencias entre las tasas de crecimiento experimentadas por estos países, pueden parecer a simple vista insignificantes, es importante destacar que pequeños diferenciales de crecimiento, mantenidos durante períodos relativamente largos, producen enormes diferencias en los niveles de desarrollo alcanzados.

Un simple ejemplo puede hacer evidente este punto: considérese los casos de Brasil y Panamá.

Mientras que el primero creció durante las cuatro décadas analizadas a una tasa anual promedio de 2,92%, el segundo lo hizo «apenas» un punto porcentual por debajo de esa tasa (1,96%). Sin embargo, en 1990 Brasil disponía de un producto per cápita 3,22 veces mayor que en 1950 mientras que el producto per cápita de Panamá era en 1990 $610 2,19 veces mayor que en 1950. Evidentemente, la diferencia entre duplicar el nivel de desarrollo y triplicarlo es, en términos del bienestar de los habitantes de un país, enorme.

Teniendo en cuenta esta aclaración acerca de lo que implica incrementar o reducir la tasa de crecimiento en apenas un punto porcentual, nótese la dimensión del esfuerzo que debe hacer la mayoría de los países latinoamericanos para alcanzar el mayor nivel de desarrollo dentro de la región.

Como puede apreciarse en el cuadro 23.4, de los 20 países analizados, 13 deberían haber crecido entre los años 1950 y 1990 a tasas superiores al 4% anual, para alcanzar al final de dicho período, el nivel del país con mayor nivel de ingreso per cápita de la región, mientras que

15 deberían haberlo hecho a tasas mayores que Brasil, cuya tasa de crecimiento anual promedio (2,92%) fue la mayor del período. Esta variable constituye otro indicador de las grandes desigualdades que caracterizan a los niveles de desarrollo de las economías latinoamericanas.

¿Es realmente un problema que existan tasas de crecimiento tan dispares? En la medida en que sean las economías más pobres las que crezcan a tasas mayores, estas disparidades por sí solas no constituyen un problema, ya que de mantenerse esa situación, las economías más atrasadas alcanzarían en el futuro a las más avanzadas. Sin embargo, como se demuestra en Utrera (1999), este no es el caso: no existe, en el caso de Latinoamérica, una tendencia a que los países más pobres crezcan a tasas mayores que los más ricos. ¿Cómo se explica que existan estas disparidades en las tasas de crecimiento de países dentro de una misma región? Gran parte de la respuesta puede obtenerse del análisis econométrico de los datos estadísticos existentes. Algunos resultados del análisis se presentan en la próxima sección.

23.3. Principales Determinantes del Crecimiento Económico en Latinoamérica

Como se mencionó previamente, el estudio del crecimiento económico ha experimentado un notable avance a partir de mediados de la década del ’80, tanto con respecto a la elaboración de teorías explicativas de este fenómeno como a la comprobación empírica de las mismas. Esto último posibilitó la cuantificación del impacto de numerosas variables sobre el crecimiento económico de los distintos países y de distintas regiones dentro de un mismo país, encontrándose como principales determinantes del crecimiento económico los siguientes:

Nivel de desarrollo inicial: a igualdad de otros factores, aquellos países con menor nivel de ingreso per cápita en un año determinado, tienden a crecer a tasas mayores que países con mayor nivel de esta variable. Esto se explica por la existencia de lo que en economía se conoce como rendimientos marginales decrecientes del capital: cuando un país es poco desarrollado, las inversiones realizadas en el mismo tienen un elevado rendimiento, el cual se va reduciendo a medida que dicho país se desarrolla.

Niveles de educación: este elemento ejerce un gran impacto positivo sobre el crecimiento de los países y se mide utilizando variables como los niveles de escolaridad primaria, secundaria y superior, o la casa de alfabetismo de la población. En forma muy simple, es posible afirmar que a mayores niveles de educación, mayores tasas de crecimiento, ya que una mayor calidad del capital humano de un país incrementa la productividad marginal del capital en forma directa y a través de una mayor creación y/o adopción de nuevas tecnologías.

Expectativa de vida al nacer: esta variable es otro indicador de la calidad del capital humano de un país, por lo que su impacto sobre el crecimiento económico es positivo. Otros indicadores, como la tasa de mortalidad infantil, también sirven para medir la calidad del capital humano.

– Indicadores de política fiscal: mientras que la cantidad (en términos del PBI) de inversión pública y de gastos en educación y salud tienen un efecto positivo sobre el crecimiento, el volumen del gaste público corriente (excluyendo algunos gastos productivos como los de educación y salud) ejerce un impacto de signo contrario, fundamentalmente por las distorsiones que genera el Estado al financiar dichos gastos.

Inversión privada: esta variable ejerce un impacto positivo, al incrementar el capital productivo de un país.

Distorsiones generadas por las políticas públicas: este elemento impacta negativamente sobre el crecimiento y puede ser medido por variables como la prima en el mercado negro de divisas (cuanto mayor es esta variable, mayores son las distorsiones generadas, en este caso, en el mercado cambiario).

Inestabilidad política: este elemento ejerce una influencia negativa sobre el crecimiento, a través de una menor seguridad jurídica y puede ser medido por variables como la cantidad de asesinatos políticos y/o golpes de estado que sufre un país.

Estos, que son sólo algunos de los determinantes del crecimiento de un país, pueden agruparse sintéticamente en dos grupos:

· Factores que indican la situación inicial de un país, en términos de la cantidad y calidad del capital, tanto físico como humano, con que cuenta el mismo (todas las variables utilizadas para medir el nivel de desarrollo inicial, los niveles de educación de la población y su calidad de vida), y

. Factores que indican el nivel de desarrollo al cual puede aspirar un país en el largo plazo, como son la calidad de sus instituciones (nivel de estabilidad política, características de sus políticas fiscales, niveles de distorsión que genera el sector público, etc.), el nivel de inversión con el cual se expande el volumen del capital físico y el nivel del gasto en educación y salud con el cual se expande la cantidad de capital humano, por ejemplo.

Todas estas variables permiten explicar un elevado porcentaje de las diferencias existentes en las tasas de crecimiento experimentadas por los distintos países, en el transcurso de las últimas décadas. En este sentido, prácticamente no existen «milagros» económicos; la performance de los distintos países a lo largo de varias décadas, se explican en gran parte por sus dotaciones de capital (tanto físico como humano) y por la calidad de sus instituciones, en términos de seguridad jurídica, políticas fiscales sanas, mercados sin distorsiones, etc.

El avance tecnológico merece un comentario aparte, dada su enorme influencia sobre el ritmo de crecimiento de largo plazo de los distintos países. En efecto, la existencia de los rendimientos marginales decrecientes del capital ya mencionados, hace que no sea posible creer indefinidamente acumulando capital, ya que tarde o temprano se llegará a un punto en el cual los rendimientos marginales no alcanzarán para cubrir la depreciación del capital adicional, reduciéndose así el stock de capital per cápita de la economía. De esta manera, se llega a un «estado estacionario», en el cual el país en cuestión no crece en términos per cápita (el stock de capital per cápita y el producto per cápita permanecen constantes y el producto total crece a la misma tasa que la población).

En esta situación, la única forma de crecer (en términos per cápita) es mediante el avance tecnológico, que permite incrementar la productividad de la economía. Es por esto que, tanto la Teoría Neoclásica del Crecimiento surgida a partir de los aportes de Solow, como las modernas Teorías del Crecimiento Endógeno, centran su atención, de diferentes maneras, en el cambio tecnológico como generador de crecimiento en el largo plazo.

Este rol del avance tecnológico en el proceso de crecimiento, es diferente en países desarrollados y en países en desarrollo. En efecto, mientras que los primeros deben asignar recursos a la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías que permitan ganancias de productividad, los segundos tienen a su alcance una vía menos costosa: adoptar las tecnologías desarrolladas por los países avanzados. Si bien esta actividad de «copiar» tiene sus costos, generalmente éstos son más reducidos que si se elaboraran las tecnologías, por lo que su difusión desde los países desarrollados hacia el resto constituye, en principio, un mecanismo que permite cierto grado de convergencia entre países3.

Estos elementos relacionados con el avance tecnológico, aumentan la importancia del capital humano, ya que éste favorece los procesos de desarrollo y adopción de nuevas tecnologías. El rol del Estado también se ve influenciado por estos elementos: en primer lugar, el Estado favorece o perjudica la actividad de investigación y desarrollo realizada por el sector privado, mediante las políticas impositivas (por ejemplo, cuando aplica tratamiento especial a los gastos en investigación y desarrollo) y, en segundo lugar, interviene en forma directa al asignar fondos públicos a la realización de estas actividades.

¿Se justifica la intervención del Estado en estas actividades de investigación y desarrollo de nuevos productos y tecnologías? Un elemento a favor de su intervención favoreciendo estas actividades, se encuentra en la naturaleza de estas últimas; las mismas tienen considerables efectos «derrame» sobre el resto de la economía ya que, una vez desarrollado un nuevo producto o proceso productivo, resulta relativamente fácil su imitación por empresas que no incurrieron en los costos necesarios para dicho desarrollo. De esta manera, el nivel de estas actividades será, en ausencia de intervención pública, menor al socialmente óptimo.

En otras palabras, debido a que quien incurre en los costos de investigación y desarrollo no logra captar todos los beneficios asociados a dicha actividad, el rendimiento de esta última es mayor en términos sociales que en términos privados. Esto último hace que el conjunto de la sociedad se beneficie invirtiendo recursos adicionales en la misma, situación que el mercado no puede resolver, dada esta «falla» del mismo. Esto último justifica, en teoría, la intervención del Estado favoreciendo la actividad de investigación y desarrollo de nuevas tecnologías.

Sin embargo, es muy importante tener en cuenta que esto último no es tan simple como parece: los avances tecnológicos llevan asociados un elevado nivel de incertidumbre acerca de qué tipo de productos o tecnologías serán exitosos desde el punto de vista económico, por lo que resulta bastante difícil proponer la asignación de recursos a proyectos de investigación particulares. En efecto, la historia está plagada de inventos que cambiaron la vida de millones de personas pero que, inicialmente, no contaron con el entusiasmo ni siquiera de sus inventores, al ser éstos incapaces de prever los futuros usos posibles de su invento o los futuros inventos complementarios al mismo (ver, por ejemplo, Rosenberg – 1996).

De cualquier manera, la discusión acerca del rol del Estado en el proceso de avance tecnológico y de las herramientas a su disposición para influir en el mismo, constituye un tema de especial trascendencia para el futuro de un país. Íntimamente relacionado con esta cuestión, se encuentra el rol del sector público en la formación del capital humano necesario para este proceso.

En este contexto, y teniendo en cuenta la extensa literatura empírica destinada al estudio de los determinantes del crecimiento económico, se presentan brevemente algunos resultados obtenidos para el caso específico de los países latinoamericanos (para mayores detalles, ver Utrera -1999), consistentes con lo encontrado en la literatura especializada. En efecto, las regresiones realizadas indican:

– La existencia de rendimientos marginales del capital decrecientes, reflejada en el hecho de que, a igualdad de otros factores, países menos desarrollados presentan mayores tasas de crecimiento que países más desarrollados (recuérdese que, dado que los demás factores no son iguales para todos los países, no existe un proceso por el cual los países más pobres tiendan a alcanzar a los más ricos).

– Una relación negativa entre el gasto público (en relación al PBI) y el crecimiento económico.


3 Nótese que, mientras el país avanzado continúe liderando el proceso de avance tecnológico, el menor costo de imitación respecto al costo de desarrollo de nuevas tecnologías, no alcanza para permitirle al país atrasado «alcanzar» al país desarrollado.


– Una relación positiva entre los niveles de educación (medidos a través de las tasas de escolaridad primaria y/o secundaria) y el crecimiento económico.

– Una relación positiva entre la esperanza de vida al nacer y el crecimiento económico.

– Una relación negativa entre la tasa de mortalidad infantil y el crecimiento económico, reflejando, al igual que las dos relaciones anteriores, el impacto positivo que tiene sobre esta última variable, el nivel del capital humano de un país.

– Una relación negativa entre la volatilidad del gasto público y el crecimiento económico, reflejando seguramente la incertidumbre que generan políticas económicas inestables.

– La posible existencia de lo que en el campo del crecimiento económico se conoce como «trampas de pobreza», es decir niveles de desarrollo por debajo de los cuales resulta difícil escapar de una situación de escaso desarrollo.

Si bien no es propósito de este capítulo profundizar demasiado en estas relaciones estadísticas entre las variables consideradas, resulta importante destacar que la mayoría de las regresiones realizadas permiten explicar entre el 80% y el 90% de las diferencias existentes entre las tasas de crecimiento correspondientes al período 1950-1992 de los países latinoamericanos considerados.

Un análisis más detallado de estos resultados permite comprender qué factores han determinado el comportamiento de los países latinoamericanos en las últimas décadas, formular recomendaciones respecto de las políticas más apropiadas para impulsar el crecimiento y proyectar las tasas de crecimiento más probables de los distintos países en las próximas décadas. Esto último es lo que se presentará en la próxima sección para el caso particular de Argentina.

23.4. EI Crecimiento Económico de Argentina en las Próximas Décadas

Si bien, como se mencionó en el capítulo 22, es imposible saber lo que ocurrirá en el futuro y muy difícil saber qué es lo más probable que ocurra, algunas herramientas provistas por la ciencia económica permiten brindar una respuesta aproximada a este último interrogante.

En efecto, teniendo en cuenta las teorías elaboradas para explicar el proceso de crecimiento económico y la evidencia empírica obtenida al analizar econométricamente los datos estadísticos existentes, es posible estimar la tasa de crecimiento más probable de un país.

Para realizar este ejercicio y obtener una estimación de la tasa de crecimiento más probable de Argentina en las próximas décadas, se procedió de la siguiente manera. En primer lugar, utilizando los datos estadísticos contenidos en «Data Set for a Panel of 138 Countries» elaborado por Robert J. Barro y Jong-Wha Lee y teniendo en cuenta la evidencia empírica existente acerca de los principales determinantes del crecimiento económico (incluyendo los resultados presentados en la sección anterior), se seleccionaron las siguientes variables explicativas, junto con el nivel del producto per cápita inicial4:

– Participación de la agricultura en el PBI.

– Variable dicotómica que asume el valor 1 si el país se encuentra en el sudeste asiático y 0 en caso contrario.

– Premio en el mercado negro de divisas.

– Gasto público corriente (sin gastos en defensa y educación) en relación al PBI.

– Nivel de educación superior.

– Nivel de educación superior de la población masculina.


4 La participación de la agricultura y todas las variables relacionadas con la calidad del capital humano (variables de educación, esperanza de vida y mortalidad infantil) corresponden al año inicial del período. El resto de las variables está expresado en promedios para todo el período. El producto per cápita inicial, la esperanza de vida al nacer y la tasa de mortalidad infantil se utilizan en logaritmos.


– Nivel de educación superior de la población femenina.

– Nivel de capital humano.

– Nivel de capital humano de la población masculina.

– Nivel de capital humano de la población femenina.

– Variable dicotómica que asume el valor 1 si el país se encuentra en Latinoamérica.

– Esperanza de vida al nacer.

– Tasa de mortalidad infantil.

– Variable dicotómica que asume el valor 1 si el país pertenece a la OECD.

– Índice de inestabilidad política.

– Tasa de escolaridad secundaria.

– Tasa de escolaridad secundaria en la población masculina.

– Tasa de escolaridad secundaria en la población femenina.

– Variable dicotómica que asume el valor 1 si el país se encuentra en África (al sur del Sahara).

– Tasa de variación de los términos de intercambio.

Estas variables se utilizaron para explicar el crecimiento económico de esta muestra de 138 países durante el período 1960-1990. Debido a que los resultados varían a medida que se agregan o se quitan variables a las regresiones, la selección de las regresiones a utilizar se realizó construyendo un programa de computación que estima las mismas, con todas las combinaciones posibles entre las 20 variables analizadas y selecciona automáticamente las 20 mejores (entre las miles posibles). Los resultados se presentan en el cuadro 23.5 expuesto al final del capítulo.

Una vez obtenidas las 20 mejores regresiones, se estima con las mismas, la tasa de crecimiento para Argentina en las próximas décadas, promediando las 20 proyecciones obtenidas. Al realizar este ejercicio, surge una tasa anual promedio del producto bruto real per cápita del 4%, suponiendo términos de intercambios constantes, estabilidad política, mercados sin distorsiones y una participación del gasto público en el PBI similar al promedio histórico (para comparar estos resultados con los obtenidos por otras instituciones, ver Recuadro 23.1).

23.5. Conclusiones y Comentarios Finales

Este capítulo constituye el complemento necesario del anterior. Mientras que el capítulo 22 presenta algunos elementos de importancia relacionados con la realización de proyecciones económicas de corto plazo, en el presente capítulo se analizan brevemente algunas herramientas que permiten realizar proyecciones de largo plazo y, en términos generales, reflexionar acerca del futuro de los distintos países.

De esta forma, analizando econométricamente una muestra de 138 países, teniendo en cuenta la extensa literatura teórica y empírica en el campo del crecimiento económico, es posible pronosticar una tasa de crecimiento promedio del producto bruto per cápita argentino del 4% anual para las próximas décadas.

Teniendo en cuenta la tasa de crecimiento demográfico promedio de Argentina correspondiente a los últimos años (1,5% anual), la tasa de crecimiento pronosticada es consistente con una tasa de crecimiento del producto interno bruto argentino de alrededor del 5,5% anual. Esta proyección complementa las realizadas para los años 1999 y 2000, utilizando las herramientas presentadas en el capítulo anterior.

Adicionalmente, los hechos estilizados del proceso de crecimiento económico de los países latinoamericanos presentados en este capítulo, indican que las grandes diferencias en los niveles de desarrollo relativo que caracterizan a estos países, no tienden a reducirse con el paso del tiempo. Tampoco existe gran movilidad dentro de la distribución de ingresos entre países; éstos tienden a conservar su posición relativa en la escala de países por nivel de desarrollo. La calidad del capital humano, las políticas fiscales implementadas y las características de las instituciones políticas y económicas de cada país, explican una gran proporción de los diferenciales de crecimiento entre los mismos.

Todos estos elementos resultan de gran utilidad, junto con herramientas como las presentadas en el capítulo 22, para complementar la intuición del empresario al momento de planificar las acciones a seguir con miras al futuro.


5 Este trabajo puede consultarse en Ia página web del IIE (www.bolsacba.com.ar/iie) o en la sección del Xllth World Congress dentro de Ia página web de la Asociación Argentina de Economía Política (www.aaep.org.ar).



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