ASPECTOS SOCIALES

CAPÍTULO 6: ASPECTOS SOCIALES

 

La situación laboral en el último año no cambió sustancialmente respecto del año anterior. Las tasas de desempleo continúan siendo altas y los empleos que se están creando son muy precarios, de bajos salarios y con un altísimo porcentaje de informalidad. Esta precarización laboral es un factor más que genera pobreza. El trabajo dejó de ser un mecanismo de movilidad social ascendente. La pobreza continúa siendo un serio problema en Argentina a pesar de las leves reducciones en su nivel, y las condiciones de vida de este sector de la población se han deteriorado por el constante incremento en el costo de vida. Todos estos factores contribuyen a que en los últimos años se haya presentado una suerte de convergencia entre los indicadores sociales de Argentina con aquellos correspondientes al resto de Sudamérica. En el caso particular de la distribución del ingreso, Argentina es el país que peor desempeño ha experimentado en los últimos años.

 

6.1 Mercado Laboral

6.1.1 Introducción

El deterioro del mercado laboral en Argentina ya no sólo se manifiesta a través de la falta de empleos sino también a través del grado de precarización que están sufriendo los mismos y de los bajos salarios. Estos hechos ponen en discusión la importancia del trabajo como organizador de la sociedad e instrumento de cohesión social. Si bien este fenómeno es un hecho generalizado en el mundo, su situación es más preocupante en Latinoamérica. En el caso de Argentina las altas tasas de desocupación y los niveles de informalidad son mayores que en muchos de sus países vecinos.

  

El Gráfico 6.1 muestra como ha evolucionado la tasa de desempleo en el período 1980/2002 en Argentina, Brasil y Chile. La tendencia creciente en la desocupación es muy marcada en el caso de Argentina, y puede decirse que la misma comienza hace más de veinte años, aunque con oscilaciones. En los primeros años de la década del ochenta Argentina tenía 

menores niveles de desocupación que Chile y Brasil, sin embargo con el correr de los años la situación se ha revertido. En la actualidad, nuestra tasa de desocupación supera a la de Chile y Brasil.

6.1.2 Empleo

6.1.2.1 Evolución del nivel de empleo en Argentina

Uno de los principales indicadores del mercado laboral es la tasa de empleo, la cual indica el porcentaje de la población que se encuentra ocupada. Con una mayor tasa de empleo puede interpretarse que la demanda laboral está aumentando. Sin embargo una mayor ocupación no siempre se traduce en una menor tasa de desocupación ya que simultáneamente podría estar aumentando la oferta laboral. En esta sección se muestra el análisis de la tasa de empleo con el de la tasa de actividad. Esta última mide el porcentaje de personas que desean trabajar (ocupadas o no) en el total de la población. 

El Gráfico 6.2 muestra la evolución de ambas tasas para el período 1990/2003 según datos provenientes del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC, por sus siglas). Durante los primeros años del plan de convertibilidad se produjo un crecimiento en los niveles de empleo, acompañado por un aumento en la tasa de actividad. Las mejores expectativas pueden haber incentivado en parte a esta mayor oferta laboral, sin embargo, no debe subestimarse la hipótesis del trabajador secundario. A partir de 1994 la ocupación comienza a disminuir registrando una fuerte caída en 1995. 

El crecimiento en las tasas de desocupación en esos años deja de explicarse por el incremento en la oferta laboral, y la disminución de las ocupaciones, es decir, la demanda laboral, se convierte en su causa principal. A partir del año 1998 se observa que la tasa de ocupación ha disminuido continuamente como consecuencia de la recesión económica, registrándose una brusca caída luego de la crisis del 2001 tanto de la tasa de actividad como de la tasa de empleo.

 

  

 A mediados de 2002 el nivel de ocupación comienza a mostrar signos de recuperación. Es importante señalar que parte de ese incremento en los niveles de ocupación se debe a la implementación del Plan Jefas y Jefes de Hogar. Según cálculos del INDEC, aproximadamente un 7% de los empleos registrados a partir de octubre de 2002 corresponden a la contraprestación brindada por los receptores de estos planes.

Los últimos datos disponibles publicados por el INDEC provienen de la nueva Encuesta Permanente de Hogares (EPH, por sus siglas). La dinámica social y del mercado de trabajo han hecho necesaria una reformulación de la metodología empleada por el INDEC en la EPH. Dichos cambios se han puesto en marcha a partir del año 2003. En el Recuadro 6.1 se realiza una breve descripción de los principales cambios ocurridos en la EPH. Es importante señalar que a partir de la reformulación metodológica, las cifras obtenidas dejan de ser comparables con las correspondientes a los años anteriores. De esta manera, y aunque el objetivo final sea obtener datos de mejor calidad, se ha perdido la continuidad de los análisis. 

 

Recuadro 6.1: EPH Continua

Los cambios metodológicos pueden agruparse en dos tipos:

I. En primer lugar, se han realizado cambios referentes a la periodicidad de la encuesta. En la EPH puntual los relevamientos se realizaban dos veces al año (en mayo y en octubre). La nueva modalidad contempla la realización de las encuestas a lo largo de los cuatro trimestres del año, realizándose las entrevistas de manera continua, semana a semana. Esto permite tener una idea de las mutaciones que suceden durante un mismo año.

II. En segundo lugar, se han realizado cambios en los cuestionarios tendientes a adecuarse al dinamismo del mercado laboral y del sistema socioeconómico en general y obtener así indicadores que reflejen lo mejor posible la situación actual. Más específicamente, en la clasificación de la condición de actividad, los cambios no se refieren a cuestiones conceptuales sino más bien a cuestiones metodológicas.

En la EPH puntual se considera ocupado a quien desempeña, en un período de referencia, alguna actividad laboral. Se incluyen a quienes trabajaron al menos una hora en la semana de referencia de manera remunerada, a quienes trabajaron más de 15 horas sin pago, a quienes no trabajaron pero tienen empleo y a los suspendidos por menos de un mes o de 1 a 3 meses pero que no buscan activamente trabajo. Los principales cambios manifestados en la EPH continua son los siguientes: 

– Se incluyen a los trabajadores sin pago con menos de 15 horas semanales.

– Se incluyen a los que no trabajaron en la semana de referencia por ciertas causas laborales, siempre que el retorno a la actividad no supere un mes. 

– Se incluye a todos los suspendidos a los que se les mantiene el pago.

– Se mejoraron los criterios para determinar a las personas que no trabajaron pero tenían empleo, y se explicita en el cuestionario la indagación sobre actividades no visualizadas por la población. 

La definición de desocupados del INDEC se refiere a la desocupación abierta, es decir, a -aquél conjunto de personas que no tienen ocupación, buscan activamente trabajo y están disponibles para trabajar en la semana de referencia. Además, se incluye a los que han interrumpido la búsqueda momentáneamente y a los suspendidos de más de un mes que buscan trabajar. Los cambios introducidos por la EPH continua permite contemplar los siguientes casos:

– Ampliar el período de referencia de búsqueda de los desocupados a 4 semanas.

– Rescatar formas de búsquedas no visualizadas (consulta a amigos, carteles, etc.)

– Incluir a aquellos que interrumpieron momentáneamente la búsqueda en el último mes por razones circunstanciales. 

Teniendo presente esta nueva metodología, el Cuadro 6.1 los últimos datos disponibles. 

 

  

El rediseño del cuestionario mejora la captación de los indicadores laborales en su conjunto, lo que se manifiesta con mayores tasas de actividad y empleo así como de desocupación y subocupación, respecto de las registradas por la EPH puntual. En el Cuadro 6.1 se puede ver que en el primer trimestre de 2004 tanto la tasa de empleo como la de actividad han disminuido respecto del trimestre anterior. Sin embargo en el segundo trimestre de 2004 dichas tasas se recuperan y presentan valores superiores a los registrados en igual trimestre de 2003. La tasa de desocupación crece en el último trimestre debido a que el crecimiento de la oferta laboral resultó ser mayor que el crecimiento en el nivel de ocupaciones.

 

6.1.2.2 Ocupación por regiones

En este apartado se analizan los cambios registrados en las tasas de empleo en el primer semestre de 2004 para las seis regionesque considera el INDEC. Se observa que la única región que ha experimentado una disminución de la tasa de empleo es la Noroeste. Esta región junto con la del Noreste son las que presentan menores tasas de ocupación, 35% y 34,9% respectivamente. Por su parte, la Región Patagónica ha crecido tres puntos porcentuales, pasando a ser la región con mayor tasa de empleo.

  

La Encuesta de Indicadores Laborales (EIL, por sus siglas) realizada por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTEySS, por sus siglas) releva información del mercado laboral para empresas con más de 10 empleados de las áreas metropolitanas de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Santa Fe. La EIL, a diferencia de la EPH, sólo brinda información del sector formal. En el Gráfico 6.4 mostramos la evolución del empleo entre mayo de 2003 y mayo de 2004 según dicha encuesta para los cuatro aglomerados mencionados. Se observa que tanto en Rosario como en Mendoza se han alcanzado los niveles de empleo que existían previos a la crisis de 2001. La recuperación en Córdoba y en Buenos Aires se encuentra más rezagada, sin embargo es importante señalar que en lo que va del año 2004 Córdoba es la provincia que mayor dinamismo ha presentado en materia de generación de empleos.


 1 Gran Buenos Aires: Ciudad de Bs. As. y Partidos del Conurbano.

Noroeste: Corrientes, Resistencia, Formosa y Posadas. 

Noreste: Catamarca, Tucumán, Jujuy, La Rioja, Salta y Santiago del Estero.

Cuyo: Mendoza, San Juan y San Luis.

Región Pampeana: Bahía Blanca, Concordia, Córdoba, La Plata, Paraná, Rosario, Santa Fe, Mar del Plata, Río Cuarto y Santa Rosa.

Región Patagónica : Comodoro Rivadavia, Neuquén, Río Gallegos y Ushuaía.


 El crecimiento acumulado del empleo en el año 2004 ha sido hasta el mes de mayo de un 6,4%, mientras que para los restantes aglomerados el crecimiento ha sido menor al 2%. 

Esta recuperación observada en la tasa de empleo parece ser un buen indicador del mercado laboral. Sin embargo, analizando con mayor detalle las características de los nuevos empleos se observa la precariedad de gran parte de los puestos generados. Según la EIL, la creación de puestos de trabajo de baja calificación o sin calificación, entre octubre de 2002 y diciembre de 2003, fue 5 veces mayor que la correspondiente a profesionales y técnicos. 

 

  

Esta recuperación observada en la tasa de empleo parece ser un buen indicador del mercado laboral. Sin embargo, analizando con mayor detalle las características de los nuevos empleos se observa la precariedad de gran parte de los puestos generados. Según la EIL, la creación de puestos de trabajo de baja calificación o sin calificación, entre octubre de 2002 y diciembre de 2003, fue 5 veces mayor que la correspondiente a profesionales y técnicos.

 

6.2.2 Caracterización de los nuevos empleos 

Para caracterizar los nuevos empleos se realizó un estudio utilizando la EPH del último trimestre de 2003. En el mismo se consideró como -nuevos empleos a aquellos que poseían menos de un año de antigüedad al momento de realizarse la encuesta. Entre los resultados se destaca que las nuevas ocupaciones responden en un 100% a la categoría de obreros y empleados, lo que significa que no se están instrumentando nuevos proyectos o micro emprendimientos.

En el Cuadro 6.2 se observa que los empleos que se están creando corresponden en un 67% al sector informal2. Dicho sector representa un 65% de todos los empleos. Este incremento en la cantidad de trabajadores informales puede deberse en parte a las medidas tomadas para elevar el salario mínimo, vital y móvil. Las Pequeñas y Medianas Empresas (PyMES, por sus siglas) que no pueden absorber ese incremento salarial optan por tener sus trabajadores en negro. Otro factor que incentiva a las empresas a optar por un mayor grado de informalidad son los fallos de la Corte Suprema de Justicia que declararon inconstitucional el artículo de la Ley de Riesgos de Trabajo que eximía de culpa civil a los empleadores ante un accidente laboral de sus trabajadores y aquél que establecía un límite a las indemnizaciones por despido.

 


2 Se considera -trabajador formal a aquél que posee recibo de sueldo con sello, membrete y firma del empleador , o si es trabajador independiente si entrega factura cuando cobra. Si además se incluye como requisito tener descuento jubilatorio o aportar por cuenta propia, los porcentajes de informalidad para los -nuevos empleos ascienden a un 90% y se ubican alrededor del 65% para el total de trabajadores.  


  

Este alto grado de precariedad y clandestinidad laboral, tiene graves consecuencias sobre el nivel de bienestar de los trabajadores. Además de no brindar cobertura médica, aportes jubilatorios y seguro por riesgos de trabajo, la informalidad afecta negativamente al nivel de ingresos de los asalariados. Si se calcula el salario promedio percibido por los trabajadores (sin tener en cuenta aquellos empleos provenientes de planes, becas, pasantías o períodos de prueba) se observa que, para los viejos empleos el salario medio era igual a $590,37 y para los nuevos a $350,51. Estos resultados indican que los nuevos empleos tienen muy bajos salarios.  

 

De los empleos totales declarados en la EPH del cuarto trimestre de 2003, el 30% tiene menos de un año de antigüedad y en la clasificación utilizada en el presente trabajo son categorizados como -nuevos empleos. Se destaca que un 12,66% de los nuevos trabajos son empleos domésticos en casas de familia. El grado de informalidad dentro de esta ocupación es aún más preocupante. Sólo un 2% de las mujeres que prestan este servicio se encuentran registradas. Por otro lado, alrededor de un 40% de los -nuevos empleos son becas, pasantías, planes de empleo o períodos de prueba, según se observa en el Gráfico 6.5.

 

Resulta interesante analizar la descripción socioeconómica de los nuevos trabajadores. La mitad de ellos corresponde a mujeres, manteniéndose las proporciones totales de repartición del trabajo por género. En cuanto a la edad, es importante destacar que un 49% de los nuevos empleos fueron tomados por personas menores a los 30 años. Este hecho, que refleja la dinámica natural del mercado laboral, no deja de tener su lado negativo. Si bien es bueno que la gente joven encuentre oportunidades de trabajo, se observa que los adultos que han perdido su empleo tienen grandes dificultades para reinsertarse en el mercado laboral.

Si analizamos el nivel educativo de las personas con nuevos empleos, se observa que más de la mitad de ellas poseen secundario incompleto o menor nivel educativo. En el otro extremo sólo un 6% posee universitario completo. Este resultado indica que los nuevos empleos que se generan son de baja calificación, lo que explicaría en parte los bajos salarios que presentan.

 

 

 

   

 

6. 1.3 Desempleo

6.1.3.1 Evolución de la Tasa de Desocupación.

A continuación se analiza lo ocurrido con uno de los temas más preocupantes de la coyuntura argentina, la falta de trabajo. El Gráfico 6.8 muestra la evolución de la tasa de desocupación para el período 1990/2003. 

Al inicio del período considerado, mayo de 1990, la tasa de desempleo era del 8,6%. A partir de esa fecha y hasta mayo de 2002 la misma ha ido creciendo a una tasa anual promedio de aproximadamente un 8%. Desde los comienzos del Plan de Convertibilidad, la tasa de desempleo mostró una tendencia creciente. Ya con anterioridad a la crisis del Tequila (diciembre de 1994) la misma asumía altos valores (12,2%), mientras que cuando comenzaron a sentirse los efectos de la crisis la desocupación alcanzó valores históricos hasta ese momento. En mayo de 1995 el porcentaje de desocupados era igual a 18,4%. 

 

 

 

Después del pico de 1995 el desempleo comenzó a disminuir muy lentamente hasta 1998. A partir de esa fecha, al ritmo del estancamiento económico argentino, las tasas comienzan a subir nuevamente, registrándose un máximo en mayo de 2002 (21,5%) fuertemente afectado por la crisis de fines del 2001. En los últimos años dicha tasa ha comenzado a disminuir reflejando la leve mejoría de la economía argentina. En el Cuadro 6.1 que contiene los datos más recientes brindados por la nueva EPH, se puede observar que la tasa de desempleo ha ido disminuyendo continuamente desde el segundo trimestre de 2003. Sin embargo, dicha tendencia se revierte a mediados de 2004. La desaceleración que se observa en la economía repercute negativamente en el mercado laboral y comienzan a verse sus consecuencias. Considerando como desempleados a todas aquellas personas cuya ocupación principal proviene de un plan jefes y jefas, en octubre de 2002 la tasa de desocupación, según cálculos del INDEC, ascendería a un 23,6% (en lugar del 17,8%) y en mayo de 2003 a un 21,4% (en lugar del 15,6%). 

Para tener una idea más real sobre la cantidad de personas que presentan problemas laborales, se debería tener en cuenta a aquellos que se encuentran subocupados. En el Gráfico 6.9 se muestra la composición de la Población Económicamente Activa (PEA, por sus siglas) para el cuarto trimestre de 2003, divididos en desocupados, subocupados y ocupados. Estos últimos están clasificados en las cuatro categorías ocupacionales de la EPH (trabajador por cuenta propia, patrón, trabajador familiar sin remuneración y asalariado u obrero). Los trabajadores asalariados se encuentran a su vez divididos en formales e informales según se encuentren o no registrados. Se observa que el porcentaje de personas subocupadas asciende a un 16%, que sumado a los desocupados da un total de 31%. Si a ello se le agrega la cantidad de personas que se encuentran en el sector informal basándose en la precariedad de dichos empleos (bajos salarios, carencia de obras sociales, aseguradoras de riesgos de trabajo, vacaciones, etc.) y los trabajadores familiares sin remuneración, se concluye que cerca del 60% de la PEA tiene algún problema laboral. Teniendo en cuenta la cantidad de personas cuya ocupación proviene de un plan jefes y jefas de hogar la situación es más grave: la tasa de desocupación sería de un 19,2% y el porcentaje de personas con algún tipo de problema laboral se ubicaría alrededor del 65%.

6.1.3.2 Desocupación por regiones 

Los datos más recientes difundidos por el INDEC pertenecen al primer semestre del año 2004. Tomando los datos correspondientes a cada aglomerado de la población dividida por condición de actividad calculamos las tasas de desocupación para cada región definida en el Balance de 19953. Se puede ver que las regiones con mayores niveles de desocupación son la Región Centro y el Gran Buenos Aires, con 15,61% y 16,25%, respectivamente. Se destacan las bajas tasas de desempleo que registran los aglomerados del sur, siendo Río Gallegos, con un 3% uno de los aglomerados que menos sufre el desempleo (el otro aglomerado es San Luis). Para el caso de la Región Centro, tanto en Córdoba como en Río Cuarto, las tasas son levemente menores al promedio de la región, 14,97% y 14,71%, respectivamente.

 

 


 3 Ciudad Autónoma de Bs. As., Noreste, Noroeste, Nuevo Cuyo, Patagonia y Región Centro


 

 

En el Gráfico 6.10 se agregaron, a las tasas de desocupación, las tasas de subocupación correspondientes de cada región. Las posiciones relativas en cuanto a problemas de ocupación no se modificaron sustancialmente. 

 

 

6.1.3.3 Evolución de la Desocupación en la Región Centro

La evolución de la desocupación en la Región Centro en el período 1974/2003 se presenta en el Gráfico 6.11 para los aglomerados Gran Córdoba, Gran Rosario, Gran Santa Fe y Gran Paraná.

La evolución de la tasa de desocupación en la región ha tenido un comportamiento muy similar al del conjunto de los aglomerado del país. En los primeros 20 años (1974/1994 ) las tasas presentaban valores bajos que no alcanzaban los dos dígitos. La desocupación promedio en dicho período fue superior a la correspondiente al total de aglomerados, 5,9%, excepto para Córdoba (5,4 %). A partir de la crisis del Tequila se produce un quiebre estructural, registrando las tasas valores muy por encima de los que se venían presentando. Los promedios para el período 1995/2003 son de 15,6% para Córdoba, 13,5% en Paraná y alrededor del 17% en Santa Fe y en Rosario. Desde 1994 la desocupación pasó a ser un problema de gran magnitud en Argentina, y después de 10 años no se han generado las respuestas necesarias.

 

6.1.3.4 Perfil socio-económico de los desocupados en la Región Centro

En este apartado se realiza una descripción socio-económica de la población desocupada de Córdoba correspondiente al primer trimestre del 2004, reconociendo la importancia de estudiar el perfil de los grupos afectados a la hora de diseñar una política pública de combate contra la desocupación. Los datos utilizados provienen de la EPH realizada por el INDEC. A los fines del presente trabajo se utilizó la base de datos correspondiente al aglomerado Gran Córdoba del 1 semestre de 2004. La identificación de los individuos como desocupados corresponde a la realizada por el INDEC4. Las características analizadas más importantes son la edad, sexo, miembros por hogar y nivel educativo. En todos los casos se compara el promedio de la población desocupada con el correspondiente a la PEA. A continuación se presentan los principales resultados.

   

 

La tasa de desocupación de la Región Centro en el primer semestre de 2004 para la población urbana era del 15,61 %. El 51,94 % del grupo de desocupados fueron mujeres. Dicha proporción se revierte para el caso de los ocupados, indicando que el problema de la desocupación afecta más fuertemente al género femenino. La tasa de desocupación separada por género es igual a 19,02% para las mujeres y a 13,08% para los varones. 

Por otra parte, se observa que el promedio de miembros por hogar es levemente superior para el grupo de desocupados com parado con la PEA, 4,8 y 4,3 respectivamente. Esto estaría indicando que los hogares de las personas desocupadas, en promedio, son de mayor tamaño. Un dato curioso es que el 63,84% de los desocupados son solteros5. La tasa de desocupación para dicho grupo es del 23,10%, más del doble de la tasa correspondiente a los casados o unidos (9,92%).               

 


 4 Ver Recuadro 6.1 

5 Se incluye como casados a las uniones de hecho. El resto se incluye en la categoría de soltero 


 

 La edad promedio de los desocupados (32) es 6 años menor que la de la PEA (38). Esto significa que a los jóvenes les resulta difícil insertarse en el mercado laboral, según muestra el Gráfico 6.12.

La tasa de desocupación para los menores de 20 años es la más alta entre los cuatro grupos de edades considerados alcanzando un 42,7%. En este grupo no hay individuos sin instrucción, sin embargo, un 30% presenta como máximo nivel educativo alcanzado el nivel primario (completo o incompleto). Esta situación es muy grave si tenemos en cuenta que la población de referencia ya ha superado la edad estándar de cursado del nivel primario. Esto quiere decir que muchos jóvenes no continúan los estudios secundarios, y de éstos el 50% no completó los estudios primarios. Asimismo un 75% de este grupo de edad no ha tenido ninguna ocupación previa. Ello estaría indicando que entre las principales causas de desempleo entre los más jóvenes se hallan el bajo nivel educativo y la falta de experiencia laboral. También la tasa de desocupación para los individuos con edades comprendidas entre 20 y 30 años es mayor que la desocupación promedio, 21,9%. Este caso es aún más preocupante pues este grupo de edad es el que presenta mejor nivel educativo (un 22% posee secundario completo y un 37% tiene estudios terciarios o universitarios) y un 65% de ellos posee algún tipo de experiencia laboral. Cuando se analiza el rol que ocupa el individuo en el hogar, observamos que sólo un 25% de los desocupados es jefe de hogar. Llama la atención que el 47% de los desocupados son hijos de los jefes de hogar. Dicho porcentaje, más el correspondiente a los cónyuges (16%), puede interpretarse como una verificación de la hipótesis del trabajador secundario. Los bajos ingresos promedios que registran los trabajadores no permiten satisfacer las necesidades de los hogares, por lo que resulta necesario que las madres y los hijos salgan a ofrecer sus servicios laborales. Analizando el máximo nivel educativo alcanzado por la población de referencia, los resultados no difieren significativamente entre la PEA y los desocupados. A diferencia de años anteriores las tasas de desocupación no disminuyen cuando aumentamos el nivel educativo. Ante el deterioro que ha experimentado el mercado laboral, la educación dejó de ser un factor influyente en la inserción laboral aunque continúa siendo un determinante de la calidad de los trabajos. A mayor nivel educativo mayores salarios y mayores porcentajes de formalidad. En el Cuadro 6.6 se observan mostramos las tasas de desocupación correspondientes a cada nivel educativo. 

 

 

 

6.1.4 Salarios 

Uno de los efectos más negativos que ha tenido la devaluación de diciembre de 2001 ha sido la pérdida de capacidad de compra que han sufrido los asalariados.

 

 

 

El nivel general de salarios, durante el año 2002 sufrió en términos reales una sustancial caída (23,7%), debido a que los salarios nominales no crecieron al mismo ritmo que el Indice de Precios al consumidor (IPC, por sus siglas). Los trabajadores registrados tuvieron un incremento del salario nominal del 17,2% durante el año 2002, mientras que los del sector público se incrementaron en apenas un 0,7%. El sector informal del mercado de trabajo es el más vulnerable y el que más ha sido afectado por la crisis. En ese sector cayeron tanto los salarios reales como los nominales, 33% y 5,5%, respectivamente.

 

 

A partir del año 2003, la capacidad de compra de los asalariados comienza a recuperarse, sin alcanzar los niveles previos a la crisis. Los salarios del sector privado registrado fueron los que más crecieron en términos reales, 11,7%, seguidos por los del sector informal con un 6,8%. A pesar de dichos incrementos, la capacidad de compra de los asalariados ha caído un 16,7%, en promedio, respecto de diciembre de 2001. En un análisis sectorial, se observa que el sector informal y el sector público han sido los que menos lograron recuperarse después de la crisis. Sus salarios reales se encuentran un 26,9% y 29,1%, respectivamente, por debajo de los niveles que tenían a fines de 2001. En cambio, los trabajadores del sector privado registrado se han recuperado en un 95% la capacidad de compra que tenían antes de la crisis. Sin embargo, en el último año es el sector informal el que ha presentado mayores niveles de crecimiento en sus salarios. Entre agosto de 2004 y el mismo mes del año anterior, el salario real en dicho sector creció un 8,3%, cinco puntos porcentuales por encima del crecimiento de los salarios en el sector formal. Mas aún, en agosto último fue el único sector que manifestó un alza en los niveles de salario real. 

 

En un análisis pormenorizado para cada aglomerado, se observa que la evolución de los salarios nominales ha presentado un comportamiento similar a lo largo de los últimos años. En el Gráfico 6.14 se contrapone el nivel salarial de principio y fin del período (1996/2003) para cada región. La línea de 45° separa el gráfico en dos regiones: por encima de la misma se encuentran los aglomerados cuyo nivel salarial ha mejorado en dichos años; mientras que por debajo se ubican aquellas que han disminuido. Se observa claramente que para casi la totalidad de los aglomerados, el nivel salarial ha empeorado. Comodoro Rivadavia y Bahía Blanca son la excepción, presentado leves mejorías en sus salarios nominales promedios. Debe aclararse que la inflación acumulada para dicho período según el IPC ha sido del 42%, con lo cual se deduce que la pérdida de ingresos que han sufrido los trabajadores asalariados en los últimos años ha sido realmente preocupante.

En el Gráfico 6.14 se observa, así mismo, cómo los puntos se concentran en un intervalo salarial que va desde los $300 hasta los $600. Sólo 5 aglomerados presentan niveles salariales superiores: Ciudad de Bs. As. y aglomerados del sur (Ushuaia, Río Gallegos, Comodoro Rivadavia y Neuquén). En el año 2003, Ciudad de Bs. As. es el aglomerado con salarios más altos ($881,5) y su valor es casi tres veces mayor que el salario más bajo ($329,4), correspondiente a Corrientes.

Teniendo en cuenta el salario promedio de cada aglomerado se puede establecer un ranking (la región con salarios más bajos tendrá el número uno y la región con salarios más altos se encontrará en el último lugar) y ver sus cambios con el paso del tiempo. Los aglomerados que se encuentren por encima de la línea de 45° habrán mejorado su posición relativa en materia de salarios nominales. Los resultados evidencian que dichas posiciones se mantienen, en general, constantes a través del tiempo. Se destacan los casos de Formosa, San Juan y Río Cuarto por haber mejorado considerablemente su posición relativa (del puesto 9 al 18 en el primer caso, del 6 al 13 en el segundo y del 15 al 22 en el último). Por el contrario La Rioja, Salta y Santa Fe han perdido posiciones (del 20 al 11, del 10 al 5 y del 21 al 16, respectivamente).

   

Las diferencias salariales no sólo se manifiestan entre las distintas regiones del país. Existen diferencias significativas en los ingresos de los asalariados al analizar las distintas ramas económicas, el sexo, la edad, el nivel educativo y otras variables no menos importantes. En el Gráfico 6.16 se muestran los salarios promedio por rama de actividad económica. Las diferencias salariales son notables. Los sectores de salarios más altos son los de electricidad, gas y agua, y establecimientos financieros, seguros y otros servicios. Los salarios más bajos se presentan en la construcción, comercio, hoteles y restaurantes.

 

La brecha que separa los salarios más altos de los más bajos según rama de actividad ha ido aumentando en los últimos años. Más preocupante resulta el hecho de que este fenómeno se explica fundamentalmente por una disminución de los salarios de las ramas menos beneficiadas, más que por un aumento de los salarios más altos. En 1994 el salario más bajo era de $561 y correspondía al sector de servicios sociales. El más alto era un 60% mayor, ($920) y se registraba en el sector de establecimientos financieros, seguros y otros (único rubro que ha experimentado un crecimiento en sus nóminas bajo el período analizado). En el presente, el salario más alto casi triplica al de menor nivel, el cual pertenece al sector de la construcción y es de apenas $378. Dicho sector ha venido manifestando retrocesos en su nivel salarial durante todo el período, tendencia que comienza a revertirse en el año 2003 como consecuencia de la mayor actividad económica del país.  

Al analizar los salarios según el tamaño de los establecimientos y la condición del trabajador según esté o no registrado, surgen diferencias significativas en los mismos. Los trabajadores del sector formal presentan salarios más altos que los no registrados. A su vez, los salarios promedio crecen a medida que aumenta el tamaño de la empresa. Al igual que para el caso de las distintas ramas de actividad, las brechas salariales han crecido en los últimos años, según se muestra en el Gráfico 6.16.

    

 

Otras variables como el sexo del trabajador, su posición en el hogar y su situación de formalidad en el mercado laboral no son neutrales respecto a los salarios promedio que perciben los trabajadores. Entre los asalariados, los varones y los jefes de hogar tienen en promedio ingresos superiores (existiendo una alta correlación entre ambas variables). Las mayores diferencias se encuentran entre los trabajadores del sector formal y los no registrados. Los primeros tienen un salario promedio de $737, más del doble de lo que perciben los trabajadores en negro. Estos últimos han quedado al margen de las medidas tomadas por el gobierno para recomponer el poder de compra de los asalariados, tales como los incrementos en los salarios mínimos y los aumentos salariales no remunerativos.

El máximo nivel educativo alcanzado por parte de los trabajadores sigue siendo uno de los principales determinantes del nivel salarial. El capital humano que el individuo adquiera será recompensado con mayores salarios. Según esta variable, los trabajadores que no completaron el nivel primario tenían salarios promedio de $280 en mayo de 2003. Los salarios crecen continuamente a medida que aumentan los estudios adquiridos por el trabajador. En el extremo, se encuentran los asalariados con estudios universitarios completos que tienen un ingreso promedio de $813. 

   

Dicha tendencia también se observa al analizar la edad del trabajador y el tamaño del establecimiento. La mayor edad de los trabajadores tiene una alta correlación con la experiencia laboral. En este caso, hasta los 60 años los salarios crecen con la edad. Esto sugiere que la experiencia es retribuida con sueldos más altos. En el caso del tamaño de los establecimientos encontramos al menos dos fundamentos para tal comportamiento. Por un lado las empresas más grandes poseen porcentajes de formalidad más altos debido al mayor control que se ejerce sobre ellas. Como ya se dijera, los salarios de los trabajadores registrados son en promedio mayores que los de los trabajadores en negro. Por otro lado, dentro de las grandes empresas la proporción de trabajadores calificados es mayor que en el caso de las empresas más pequeñas.

 

6.2 Pobreza

6.2.1 Introducción

En los últimos años, los indicadores socio-económicos de Argentina han perdido su mejor desempeño relativo, tanto como consecuencia de su propio retroceso como así también derivado del progreso de los países vecinos. Es necesario implementar políticas integrales que impliquen cambios estructurales para poder combatir la persistencia de la pobreza. Las transferencias monetarias no solucionan el problema, sólo sirven para aliviar la gravísima situación en la que se encuentran los pobres extremos, pero no combaten la pobreza. En América Latina se observa una paralización en el proceso de lucha contra la pobreza al mismo tiempo que se manifiesta un incremento en los niveles de indigencia, lo que refleja un agravamiento de las condiciones de vida de las personas pobres. Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL, por sus siglas), en el año 2002 un 44% de la población latinoamericana se encontraba bajo la línea de pobreza (220 millones) y un 19,4% en situación de indigencia. 

 

    

Venezuela y Bolivia también vieron incrementados sus niveles de pobreza, pero en menor magnitud. 

6.2.2 Pobreza en Argentina

Lejos de alcanzar la meta de reducir los niveles de pobreza a la mitad para el año 2015, según lo establecido en la Declaración del Milenio, Argentina no sólo ha aumentado la proporción de su población pobre sino que las condiciones de vida de los mismos se han visto gravemente deterioradas. Sus niveles de pobreza son similares a los de países como Bangladesh, India, Kenia, Etiopía y otros. Hace 30 años la tasa de pobreza en Argentina era cercana al 10%, hoy es del 44%. Nuestro país cuenta con dos millones de niños que trabajan para conseguir su propio alimento, miles de personas que viven en la calle y villas miserias que crecen a tasas exorbitantes, en donde las condiciones de vida son inadmisibles y hasta inimaginables. La pobreza debería ser la principal preocupación de los gobernantes y de la población en general. Los métodos más utilizados para medir la pobreza son el método de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI, por sus siglas) y el método de la línea de pobreza. El primero de ellos, al evaluar aspectos como la calidad de la vivienda de los hogares, la educación de los hijos, el hacinamiento y la tasa de dependencia del hogar, mide una pobreza de carácter más estructural. Al ser un indicador menos coyuntural y sus determinantes factores que varían en un mediano o largo plazo se calcula cada diez años usando los datos censales7. La línea de pobreza es un método que se basa en el ingreso corriente y que consiste en establecer el ingreso mínimo necesario para cubrir las necesidades básicas de un hogar y compararlo con el ingreso total de cada familia. La canasta está compuesta por la canasta básica alimentaria (línea de indigencia) y la canasta básica no alimentaria. La primera se construye según las necesidades calóricas de los individuos, las que difieren según el sexo y la edad. El valor de la segunda canasta se estima a través de un factor que mide la proporción del ingreso que no se destina al consumo de alimentos. La línea de pobreza es la suma de estas dos canastas. Un hogar es pobre si sus ingresos no alcanzan a cubrir la canasta básica total, mientras que una persona es pobre si pertenece a un hogar pobre. Este método si bien sencillo de calcular, presenta graves limitaciones ya que sólo mide un aspecto parcial de lo que comprende la pobreza, la falta de ingresos. Deja de lado otras cuestiones tales como el acceso a la educación, las condiciones de vida, la salud, etc. Por otra parte al medir los ingresos y no los gastos, quizás este método subestime los niveles de pobreza. Una familia puede tener un ingreso suficiente para cubrir el valor de la canasta básica pero nada dice del destino que se le dará al mismo. Un uso irracional de su ingreso disponible puede convertir a esta familia en un hogar pobre y no será captado por esta metodología. Por otra parte, este indicador es muy fluctuante ya que el ingreso es una variable muy sensible a shocks exógenos. En el Gráfico 6.21 se puede ver la evolución de este indicador desde mayo de 2001.

 


6 La tasa de dependencia es igual al cociente entre la cantidad de miembros del hogar que no trabajan sobre la cantidad de miembros que trabajan. 

7 Los niveles de pobreza según el método de las necesidades básicas insatisfechas pueden verse en Balance de la Economía Argentina 2003


  

Se observa que el porcentaje de personas que se encuentran bajo la línea de pobreza creció sustancialmente con posterioridad a la crisis de fines del 2001. El aumento de la desocupación, el nivel de ingresos estancado que no acompañó el crecimiento de los precios y la inequidad en la distribución de los ingresos son las principales causas del aumento de las tasas de pobreza. De un 38,3% de personas bajo la línea de pobreza en octubre de 2001, la cifra ascendió a un 53% de personas pobres en mayo de 2002. 

Para el caso de los hogares, el crecimiento de la tasa de pobreza fue cercano al 50%, pasando de un 28% a un 41,4%, en igual período. Una tasa de incidencia por persona superior a la tasa de hogares es un indicador de que las familias pobres son, en promedio, más numerosas (hogares de mayor tamaño) que las no pobres. Ahora bien, dado que a comienzos del año 2002 la tasa de pobreza para hogares creció más que la de personas, se infiere que los nuevos pobres pertenecen a familias de menor tamaño (heterogeneización de la pobreza). Hasta octubre de 2002 la pobreza continuó creciendo.

   

En el año 2003 esta situación comenzó a revertirse, sin embargo los niveles de pobreza continúan siendo demasiado altos y preocupantes y se encuentran aún seis puntos porcentuales por encima de los valores previos a la crisis. La reactivación económica trajo consigo una leve reducción de los porcentajes de personas pobres fundamentalmente debido a la generación de nuevos empleos. Sin embargo, es importante destacar, como se dijo anteriormente, que los nuevos empleos registran muy bajos ingresos promedio, lo que pone en duda que el trabajo sea una condición suficiente para escapar de la pobreza. Muchos trabajadores perciben ingresos inferiores a los necesarios para tener una vida digna, ya que el salario mínimo vital y móvil ($450) resulta inferior a la línea de pobreza de una familia tipo.8 

Así como la línea de pobreza establece el ingreso mínimo necesario para comprar una canasta básica que asegure una vida digna, la línea de indigencia mide el ingreso necesario para poder comprar la cantidad de alimentos mínima para subsistir. La indigencia hace referencia a una pobreza extrema, donde los hogares además de no tener dinero para educar a sus hijos, vestirse adecuadamente, mantener una vivienda digna, entre otros aspectos, no tienen dinero para alimentarse. 

La evolución de este indicador a lo largo de los últimos años tiene el mismo comportamiento que la tasa de pobreza. Luego de la devaluación y la caída en default de la Argentina, la indigencia creció durante todo el año 2002, teniendo un pico máximo en octubre de ese año y recuperándose recién a partir del 2003. Sin embargo, la tasa de indigencia todavía no ha disminuido lo suficiente como para alcanzar los niveles previos a la crisis.  


 8 Más adelante se volverá sobre este punto.


La línea de pobreza permite identificar a los pobres y evaluar su magnitud expresando el porcentaje de la población que se encuentra en esta condición. La brecha de la pobreza, en cambio, es un indicador que intenta medir la profundidad de este problema, es decir, cuán pobres son los pobres. La misma se calcula midiendo la cantidad de ingresos que le faltan a un hogar pobre para poder alcanzar la línea de la pobreza, es decir cubrir los costos de la canasta básica total. Teniendo en cuenta la composición promedio de los hogares, se puede calcular una canasta básica total para un hogar tipo, dado que la línea de pobreza de una familia diferirá según la composición de la misma, la edad y el sexo de sus miembros. En el Gráfico 6.23 se muestra la evolución de la canasta básica total y la evolución del ingreso total familiar promediode los hogares pobres.

 

 

 

Durante los años 2001 y 2002 la brecha de la pobreza se fue incrementando, es decir que, no sólo cada vez hay más pobres sino que los pobres son cada vez más pobres, lo que explica en parte el incremento en la tasa de indigencia. En el primer semestre de 2004 la canasta básica total promedio alcanzaba los $781 y el ingreso total familiar promedio de las familias pobres era de $ 428, es decir, que en promedio a los hogares pobres les faltan $353 para escapar de la pobreza.

6.2.3 Pobreza Regional

Si bien la pobreza se ha convertido en los últimos años en un problema de gravedad nacional, no puede dejar de señalarse que existen grandes diferencias regionales a lo largo del país. En el Norte del país la pobreza se convirtió en un problema de gran magnitud y extrema preocupación. 


 9 Cálculos propios en base a EPH del primer semestre de 2004


Para estimar la pobreza en cada aglomerado, el INDEC calcula un factor de corrección que tiene en cuenta las diferencias regionales en los niveles de precios. Por ejemplo, en diciembre de 2003, una persona con un ingreso de $215, era considerado pobre si vivía en el Gran Buenos Aires o en la Región Patagónica, pero no lo era si vivía en cualquiera de las otras regiones. El Gráfico 6.24 muestra las tasas de incidencia por región para los últimos tres semestres. En todas las regiones se observa una pequeña mejoría aunque los niveles continúan siendo muy altos. Las regiones más carenciadas se encuentran en el norte del país, siendo la tasa de incidencia en el Noreste de 60% y en el Noroeste del 56%. En el primer semestre de 2003, dichas tasas alcanzaron máximos históricos, 73% en el Noreste y 65% en el Noroeste. En el otro extremo se encuentra la Región Patagónica con un 31% de pobres para el 2004. Estas tasas de pobreza muy inferiores a las del resto del país se explican en gran medida por las menores tasas de desempleo y por los mayores niveles de ingreso.

 

6.2.4 Pobreza en la Región Centro

Uno de los objetivos de la conformación de la Región Centro es aumentar el nivel de bienestar de sus ciudadanos dentro de un marco de mayor igualdad y minimizar los niveles de pobreza e indigencia. En el Cuadro 6.10 se observan las tasas de pobreza por persona de los últimos tres semestres para los distintos aglomerados que integran la región y las tasas para las provincias. Se incluyen también las tasas de la Región Centro en su conjunto y la del Gran Buenos Aires (Ciudad de Buenos Aires y Partidos del Conurbano Bonaerense). Como ya se comentó con anterioridad, las tasas de pobreza presentan en general una tendencia decreciente en los últimos dos años. A diferencia de las tasas de pobreza correspondientes al Gran Buenos Aires, las tasas de la Región Centro se encuentran, en los últimos tres semestres, levemente por encima de los valores promedio del conjunto de aglomerados. En el primer semestre de 2004 la tasa de pobreza para el país era de 44,3%, mientras que para la Región Centro era de 46,3%. Dentro de la región existen grandes diferencias entre las provincias integrantes. La provincia de Entre Ríos es la que se encuentra en la situación más preocupante. En el primer semestre de 2003, Concordia presentaba valores altísimos de pobreza, un 78,4% de su población se encontraba por debajo de la línea de pobreza. Paraná registró la segunda tasa más alta de pobreza en igual período, sin embargo, es el aglomerado que experimentó mayor recuperación (13 puntos porcentuales). Córdoba era la provincia que mostraba mejor performance relativa aunque no por ello la pobreza dejó de ser un problema de vital importancia. En el primer semestre de 2004 la situación ha cambiado, después de Concordia con un 71,6% de personas pobres sigue el Gran Córdoba

 (aunque muy por debajo) con un 48,2%. Se destaca la ciudad de Río Cuarto por presentar los niveles más bajos de pobreza en todo el período analizado. En el primer semestre de 2004 un 39,8% de su población era pobre. 

 

Al considerar la indigencia en la Región Centro el análisis no difiere significativamente del referido a la pobreza. Los porcentajes de personas indigentes vienen cayendo desde principios del 2003. En la Región Centro la indigencia ha disminuido de un 28,7% correspondiente al primer semestre de 2003 a un 18,2%, en igual período de 2004. Las tasas registradas en el período considerado nuevamente superan a las correspondientes al conjunto de aglomerados. Las tasas de indigencia del Gran Buenos Aires son menores a las de la Región Centro pero mayores al promedio nacional. Entre Ríos es la provincia con mayor porcentaje de personas indigentes en la región, habiéndose encontrado en una situación extremadamente crítica en el primer semestre de 2003 con más de la mitad de su población con ingresos inferiores a los necesarios para alimentarse adecuadamente.

 

6.2.4.1 Perfil socio- económico de la población pobre en la Región Centro

En esta sección realizamos una descripción de las principales variables socio- económicas correspondientes al sector de la población que se encuentra en situación de pobreza 10 en la Región.

Centro, tales como la edad, el sexo, su situación ocupacional, etcétera, para tratar de determinar si existen ciertos comportamientos demográficos de este sector de la población que incidan so- 


 10 Considerando pobre a aquella persona cuyo ingreso familiar per capita por adulto equivalente es inferior a la línea de pobreza 


-bre su condición de pobreza y sobre la reproducción de la misma. Para ello, se utilizó la EPH  del primer semestre de 2004 publicada por el INDEC. Simultáneamente para poder establecer un análisis comparativo se exponen los resultados de la población no pobre y de la población total.

 

 

En el Gráfico 6.25 se observa la distribución regional de la población carenciada de la Región Centro. Córdoba es la provincia que aporta la mayor cantidad de pobres a la región con una tasa de pobreza que alcanza el 49,6%. Santa Fe posee un 46,3% de su población bajo la línea de pobreza lo que representa un 40% del total de pobres de la región. Entre Ríos es la provincia con un mayor porcentaje de pobres alcanzando el 58,4%, sin embargo dicha provincia posee sólo el 11,8% de la población total de la región. Considerando la Región Centro en su conjunto, la tasa de pobreza asciende a un 49,2%. En el Cuadro 6.12 también puede verse la clasificación de las personas, teniendo en cuenta si su ingreso alcanza o no a cubrir la canasta básica alimentaria (línea de indigencia).

 

Nuevamente la provincia de Entre Ríos es la que se encuentra en peor situación presentando un 28,5% de su población en condición de indigencia. Considerando la totalidad de la Región Centro, estas personas representan un 20,5% de la población total.  

El Cuadro 6.13 resume las principales características de la población pobre de la región, acompañada de las correspondientes a la población total. En primer lugar se observa que más de la mitad de las personas en situación de pobreza son mujeres. Sin embargo, al comparar este resultado con la proporción de hombres y mujeres para la población en general, vemos que en realidad la pobreza es un fenómeno que afecta proporcionalmente más a los hombres. Otra característica muy importante es la edad de la población de bajos recursos. El fenómeno de la pobreza es un problema que afecta principalmente a los jóvenes. Indicadores de este hecho son la edad promedio para las personas en situación de pobreza y la composición de los hogares. En el primer caso, la población pobre tiene una edad promedio 10 años menor que la de la población no pobre, 26 años y 36 años respectivamente. En el Gráfico 6.26 se considera a la edad dividida en 6 intervalos: [0,5], [6, 17], [18,24] [25, 44], [45,64] y [65, más]. Puede verse claramente cómo los pobres se concentran en los primeros intervalos, manifestando que su población es en promedio más joven, el 43,6% son menores de 18 años mientras que entre los no pobres dicho porcentaje se reduce casi a la mitad. Una posible explicación de ello es que las familias pobres, por lo general, tienen mayor cantidad de hijos.

 

 

Este hecho se refleja en el mayor tamaño que tienen los hogares pobres. El promedio de miembros por hogar es igual a 5,5 mientras que para la población no pobre dicho promedio es igual a 3,5 y, a 4,5 para la población en general. 

En el otro extremo se encuentra el intervalo que incluye a las personas de 65 años o más. Para el caso de la población de bajos recursos, sólo un 5% de ellas se incluye en este grupo mientras que para la población no pobre este porcentaje alcanza el 15,4%. Este resultado no es sorprendente si se tiene en cuenta que la esperanza de vida que tienen las personas cuyos ingresos no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas (y el 40% de este grupo ni siquiera puede comprar los alimentos necesarios para su subsistencia), obviamente, es menor a la que tiene el resto de la población.

   

El consumo cuantitativo de la vida difiere según las clases sociales. Factores como el acceso al agua potable, saneamiento básico, el ambiente, cobertura médica, etc. son algunas de las características que determinan que los pobres vivan menos años que el resto de la población, además de tener menor calidad de vida. Por ejemplo, alrededor del 65% de estas personas no tienen ningún tipo de cobertura médica a pesar de ser el sector de la población más vulnerable o de mayor riesgo en materia de salud. 

Al analizar la composición de los hogares se obtienen conclusiones que respaldan lo dicho hasta ahora. El 50,5% de los pobres son hijos y un 38,7% son padres (jefes o cónyuges). Para la población total los porcentajes se revierten, mayor porcentaje de padres con menor porcentaje de hijos, 34% son hijos y 57,6% padres. Nuevamente, estos datos son indicadores de que las familias pobres tienen, en general, más hijos que el resto. Más que un indicador de un mayor deseo de tener hijos, estos números reflejan la falta de información sobre métodos anticonceptivos y la menor disponibilidad de ellos que tiene este grupo de la sociedad. Los programas de planificación familiar tienen una vital importancia en la reproducción de la pobreza. Debería priorizarse la vida, antes que determinados conceptos morales o religiosos. El Estado debería impulsar más activamente la educación sexual en las escuelas para disminuir la gran cantidad de madres jóvenes y solteras que presenta este sector de la sociedad.

 

 

Hasta aquí los resultados no reflejan nada nuevo. La situación cambia cuando se analiza el estado de la población pobre. Al dividir cada grupo se divide en ocupados, desocupados e inactivos, según las definiciones que fueron expresadas en la sección referida al mercado laboral, se encontraron notables diferencias en el porcentaje de personas inactivas. Para la población pobre dicho sector representa un 62,4%, casi seis puntos porcentuales más que los correspondientes a la población no pobre de la región (53,7%). Una de las explicaciones es la mayor cantidad de niños que presenta el primer grupo. De hecho un 37% de los inactivos pobres son menores de 10 años, mientras que entre los inactivos no pobres dicho grupo representa un 23%. 

Lo sorprendente es que cerca de un 28% de los pobres se encuentra ocupado, ya que a pesar de tener trabajo sus ingresos no son suficientes para adquirir la canasta básica total. Los resultados sugieren que la desocupación no es la única causa de generación de pobreza. La población pobre presenta una tasa de desocupación mayor que la de los no pobres, muchos pobres se encuentran en tal situación porque no tienen trabajo. Pero, ¿conseguir trabajo les asegurará a estas personas salir de la situación de pobreza en la que se encuentran. 

Como se vio, los empleos que se han generado, al menos durante el año 2003, son de muy bajos ingresos y poseen altas tasas de informalidad. Por otra parte, el nivel educativo de este sector de la sociedad es muy bajo11 lo que reduce sus posibilidades laborales a trabajos de baja calificación y productividad. Esto representa un argumento más para pensar que los pobres que encuentren una ocupación no necesariamente saldrán de las condiciones precarias bajo las que viven actualmente.

 


11 Más adelante se volverá sobre este punto


  

  Al medir la pobreza por el método del ingreso, resulta una obviedad decir que los ingresos promedios de los pobres son menores que los de la población no pobre de la región, pero su utilidad se encuentra en conocer cuán lejos se encuentran los ingresos de la población pobre de alcanzar el valor de la canasta básica total. Para el primer semestre de 2004 los ingresos totales familiares de la población pobre eran de $500,15 y el valor de la línea de pobreza de una familia tipo12  era de $ 746,15. El ingreso de los pobres debería crecer un 50% para salir de la pobreza ($ 246).

 

 

¿Puede decirse que el Plan Jefes y Jefas de Hogar que entrega $150 por familia a la vez que exige una contraprestación13 laboral es una política asistencialista, cuando el valor promedio de la canasta alimentaria es de $355. Dicho programa resulta ser indispensable como contenedor social ante la gravísima situación en la que se encuentran estas familias. Sin embargo, para reducir los niveles de pobreza de manera permanente deberían implementarse también políticas más profundas que apunten fundamentalmente al desarrollo de capacidades de los individuos, como por ejemplo la inversión en educación.

En el Cuadro 6.14 se ve que el 87% de los beneficiarios de planes jefes y jefas de hogar de la Región Centro son personas que se encuentran en situación de pobreza, es decir, la asignación monetaria que contempla dicho plan no es suficiente para que los hogares beneficiarios puedan cubrir sus necesidades básicas. El mayor problema de dicho programa se encuentra en la falta de control y en los mecanismos de asignación de los mismos.

 

 

 

Diversos estudios han demostrado que un gran porcentaje de los beneficiarios no cumplen con los requisitos previos de admisión (como estar desocupado y ser jefe de hogar entre otros) además de otras irregularidades como hogares que poseen más de un plan. También es conocido el manejo corrupto que implicaron estos planes a través de los -punteros políticos que se encargaban de distribuirlos. Un ejemplo de la mala asignación de estos planes es el hecho de que sólo el 42,8% de los beneficiarios de la región declara ser jefe o jefa de hogar.

 


12 Cada hogar tiene su propia línea de pobreza en función de sus componentes (número, edad y sexo). El valor aquí considerado es el promedio de la Canasta Básica Total de los familias pobres.

13 Si bien la tasa de cumplimiento de la contraprestación laboral no es igual al 100%, está contemplada en el decreto. La principal falla se encuentra en el control y en la asignación de estos planes


  

La última variable a considerar es el nivel educativo de la población. Teniendo en cuenta a la población adulta en situación de pobreza, se observa que el 50 % de la misma tiene estudios primarios como máximo nivel educativo alcanzado o no tiene ningún tipo de instrucción. En la población no pobre el porcentaje de personas con ese nivel educativo es del 28 %. ¿Los pobres son pobres porque no estudian o no estudian porque son pobres. Se debe ser consciente de que la falta de educación de este sector de la sociedad es tanto una causa como una consecuencia de la pobreza. La educación es un factor de suma importancia para lograr mejores condiciones de vida materiales y culturales; sin embargo se observa que a los pobres, por diversas causas, les resulta muy difícil continuar sus estudios. Las políticas públicas deberían orientarse a que estos individuos generen sus propias herramientas y capacidades para alcanzar ingresos que les permitan vivir dignamente.

 

Haciendo una lectura transversal de los datos, se observa que del total de egresados universitarios sólo el 2,5 % son pobres. Pueden hacerse dos interpretaciones de dicho resultado. Por un lado, implica que mayores estudios permiten tener mejores niveles de vida (o al menos tener una baja probabilidad de ser pobres), con lo cual, a medida que el nivel educativo aumenta la proporción de pobres disminuye, según se muestra en el Gráfico 6.29.

 

Por otro lado, dicho porcentaje también permite inferior que cursar estudios superiores (e incluso de menor nivel) es un lujo al que la mayoría de las personas carenciadas no puede acceder. Los pobres difícilmente completen estudios universitarios o superiores ya que su preocupación se concentra en establecer estrategias de supervivencia que les permitan satisfacer sus necesidades básicas.

 

6.3 Distribución del Ingreso

6.3.1 Desigualdad de Ingresos en América Latina

El análisis de la desigualdad en la distribución del ingreso puede realizarse a partir de varias metodologías. En esta sección se analizará la estructura distributiva según los distintos estratos de ingresos, la relación entre los ingresos medios del quintil más rico y el quintil más pobre y el coeficiente de Gini. Según cálculos de la CEPAL 14 , en América Latina la proporción de los ingresos que percibe el 40% de los hogares más pobres es de alrededor del 13,6% del total de ingresos, en promedio. El rango de variación de este porcentaje se extiende desde un 9,5% que presenta Bolivia, hasta un 21,6% en Uruguay, siendo este país el que acumula mayor porcentaje del ingreso para la población más pobre. En Argentina dicho valor alcanza el 13,4%. 

Entre 1999 y 2002 el porcentaje del ingreso que percibía el grupo más pobre en Argentina cayó dos puntos porcentuales, siendo la mayor variación negativa registrada por los países latinoamericanos en igual período. En el otro extremo, el decil más rico de la población en América Latina percibía en promedio un 36,1%. Los valores que se presentaron en la región variaron considerablemente a través de los distintos países. Por ejemplo, en Uruguay el decil más rico percibía un 27,3% de los ingresos de los hogares, mientras que en Brasil percibía un 46,8%. Argentina es el segundo país con mayor porcentaje de ingresos captados por el decil más rico, con un 42,1%. Es importante señalar que en Argentina, tanto el 40% de los hogares más pobres, como el 30% siguiente y el 20% anterior al decil más rico, presentaron una disminución en la última década en el porcentaje del ingreso que perciben. Entre 1990 y 2002 se produjo en Argentina una redistribución de los ingresos a favor del decil más rico, pasando de tener el 34,8% de los ingresos en 1990 al 42,1% en 2002. Argentina, Bolivia y Honduras presentaron los mayores incrementos del porcentaje de ingresos que percibe el decil más rico, entre el 2000 y el 2002, 5,1%, 3,8% y 2,9% puntos porcentuales, respectivamente. 

Comparando los ingresos medios de cada quintil, se observa que el ingreso promedio del quintil más rico es 22,5 veces mayor al del quintil más pobre de la región. Bolivia y Brasil son los países que presentan valores más altos en estos indicadores. El quintil más rico posee un ingreso medio 44,2 veces superior al del más pobre en Bolivia y 36,9 veces en Brasil. Uruguay presenta el menor valor con un 10,2 y Argentina se ubica en una posición intermedia con un 21,8. Al analizar el coeficiente de Gini de los países latinoamericanos se encuentra que Brasil es el país con mayor valor (0,64), seguido por Bolivia con 0,60. Argentina se encuentra en tercer luar con un 0,59. Los países con menor coeficiente de Gini son Uruguay (0,46) y Costa Rica (0,49). Los mayores aumentos en el coeficiente registrados entre 1999 y 2002 se presentan en Argentina y Bolivia (0,05 y 0,03 puntos porcentuales). A partir de los distintos indicadores utilizados hasta  aquí, se llega a la misma conclusión: Brasil es el país de Latinoamérica más inequitativo en materia de ingresos, seguido muy de cerca por Argentina (quien ha empeorado notoriamente en los últimos años), mientras que Uruguay es el país menos desigual dentro de la región.

 


 14 Cifras correspondientes al año 2002


 6.3.2 Desigualdad de Ingresos en Argentina

Uno de los aspectos más relevantes a tener en cuenta al analizar el nivel de bienestar de un país es la distribución del ingreso. Argentina ha demostrado que es posible que los niveles de pobreza se eleven aún cuando el producto del país esté creciendo. La principal causa de este comportamiento es la fuerte desigualdad existente en la distribución de la riqueza generada.

El coeficiente de Gini es uno de los indicadores más utilizados para evaluar las desigualdades. Un aumento en su valor indica una distribución del ingreso menos equitativa. El Gráfico 6.31 muestra la evolución de este indicador y del Producto Bruto Interno (PBI, por sus siglas) de Argentina en el período 1993/2002.

Como se observa, a partir de 1998 junto a la recesión económica hubo un gran crecimiento del coeficiente de Gini, el cual en el año 2002 alcanzó un valor de 0,537, lo que explicaría en parte los incrementos en los niveles de pobreza que se produjeron en ese período. Con anterioridad a 1998, el proceso de concentración del ingreso se presentó de manera simultánea al crecimiento económico. En Argentina, con anterioridad a 1998, aumentaron tanto el producto bruto de la economía como la desigualdad de los ingresos. 

 

No siempre mayor riqueza es sinónimo de menos pobreza. El crecimiento de la inequidad en materia de ingreso es uno de los factores que explican el aumento de los niveles de pobreza de Argentina en los últimos años. El Gráfico 6.32 muestra la evolución de la pobreza y del coeficiente de Gini desde 1988 hasta el 2002. Las variaciones en los niveles de pobreza parecen acompañar los cambios en el coeficiente de Gini, aunque con cierto rezago.

Otro indicador que suele utilizarse para analizar la desigualdad en la distribución de los ingresos es el cociente entre el porcentaje de ingresos del decil más rico y el porcentaje de ingresos del decil más pobre, según el ingreso per cápita familiar. Este indicador, al igual que el coeficiente de Gini, muestra cómo la distribución de ingresos en Argentina ha ido empeorando continua y progresivamente en los últimos años.

 

   

En 1992 el porcentaje de ingresos que percibía el decil más rico era 18,5 veces mayor que el del 10% más pobre. La diferencia de ingresos que perciben los estratos de los extremos se ha acentuado en la última década. En 2002 el 10% más rico de la población tenía un ingreso 46,5 veces superior al del primer decil. 

Esta tendencia hacia una mayor concentración del ingreso en los últimos estratos se ha presentado de manera general en todas la provincias argentinas. Las mayores inequidades se presentan en el norte del país. Salta, Catamarca, San Juan, Jujuy y Mendoza presentaban en el 2000 coeficientes de Gini que variaban entre 0,476 y 0,467. Río Gallegos es la ciudad que presentaba el menor valor del coeficiente (0,397), siendo a su vez el único aglomerado con un coeficiente de Gini menor a 0,40. Le seguían Santa Rosa y Córdoba con 0,418 y 0,422, respectivamente. La Plata es el aglomerado que presentó un mayor deterioro en materia de distribución de ingresos. En 1991 tenía uno de los coeficientes de Gini más bajos del país (0,37), y en 2000 su valor alcanzaba los 0,448.

 

 

Para el año 2002 el valor del ratio que presentaron los aglomerados de Córdoba, Paraná, Rosario y Santa Fe fueron inferiores al total del país (37,7), siendo Santa Fe el que más se acercaba a él. Es importante señalar que la brecha entre los ratios que presentaban estos aglomerados se ha ido ampliando a través del tiempo. En 1991 la diferencia no alcanzaba los 5 puntos, mientras que en el 2002 era aproximadamente igual a 10 puntos.

 

   

El Gráfico 6.34 muestra la evolución del coeficiente de Gini en el período 1991/2001, para los aglomerados considerados. Se observa que el valor que asume el coeficiente fue creciendcon el paso del tiempo. Santa Fe y Paraná fueron los aglomerados con mayores inequidades en cuanto al nivel de ingreso. En el 2002, el valor de sus coeficientes superaban los 0,50, presentando Santa Fe un 0,507 y Paraná 0,504, mientras que Córdoba tenía un 0,476 y Rosario un 0,463.

 

En el Cuadro 6.17 se expone la distribución personal del ingreso por deciles para la Región Centro en su conjunto, aglomerados de Córdoba, Río Cuarto, Concordia, Paraná, Rosario y Santa Fe, considerando el ingreso familiar per cápita. 

 

El 40% de la población más pobre percibe apenas el 10% del total de ingresos de la región, mientras que el decil más rico percibe un 37%. Los dos deciles más ricos perciben más de la mitad de los ingresos generados por la región. La alta concentración del ingreso también puede observarse al analizar el ratio de ingresos entre el decil más rico y el decil más pobre. Este indicador es igual a 34,28, es decir que el 10% más rico de la población recibe unos ingresos casi 35 veces mayores a los que reciben las personas del estrato más carenciado. La provincia que tiene menores diferencias de ingreso entre el decil más rico y el decil más pobre es Santa Fe, el ratio bajo consideración asume un valor igual a 28,9, mientras que para Córdoba es igual a 35,3. En Entre Ríos la desigualdad en la distribución de ingresos entre su población es muy marcada, el último decil gana casi 40 veces más que el decil más pobre (ver Anexo).

 


Anexo 1: Caracterización de la Población según condición de pobreza en la Region Centro I semestre de

2004

 

       

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