De acuerdo a las proyecciones del Fondo Monetario Internacional, la economía mundial crecería un 3,6% en 2022, y de forma generalizada. Las economías avanzadas mantendrían un crecimiento elevado de 3,3% en el año, mientras que las economías emergentes y en desarrollo se verían impulsadas un 3,8%.

Si bien las expectativas sustentan su optimismo en la estabilización y mejoría de la situación sanitaria, las perspectivas de cara al futuro no se encuentran exentas de obstáculos.

Los cierres masivos de ciudades en China y el efecto derrame de la invasión de Rusia a Ucrania amenazan con generar nuevos cuellos de botella a lo largo de distintas cadenas globales de valor.

A su vez, el resurgimiento de la inflación a nivel global se posiciona como una amenaza en el corto y mediano plazo, viéndose reforzada la presión sobre los precios por lo mencionado en el párrafo previo.

En este sentido, si bien la respuesta de política monetaria diferirá entre países y regiones, se espera una suba de las tasas de interés que resentirá el avance de la actividad económica, principalmente en las economías emergentes.

Pese al contexto internacional favorable para el intercambio comercial de Argentina con el resto del mundo, durante marzo se registró un deterioro del superávit comercial del orden del 30% en términos interanuales. Este resultado es una señal sobre el costo asociado a las distorsiones generadas por la política económica nacional sobre el sector externo.

Mientras que las importaciones se dispararon un 33% en términos interanuales durante marzo, las exportaciones lo hicieron en un 28,5%, y en gran medida debido a la suba del precio de las commodities. Lo cierto es que en términos reales, al dejar de lado el efecto precios, tanto las cantidades exportadas como las importadas disminuyeron interanualmente, con un mayor deterioro de las ventas desde nuestro país hacia el resto del mundo.

El Índice de Confianza en el Gobierno que elabora la Universidad Torcuato di Tella nuevamente mostró una caída tras retroceder en abril un 4,8% respecto al mes de marzo. En este contexto, empeoró la percepción del público sobre la eficiencia de la gestión del gasto público, la capacidad de administración del estado y la preocupación sobre el interés general, además de la evaluación en general sobre el desempeño del gobierno.

Luego de conocerse la inflación minorista de marzo, el INDEC difundió esta semana el índice de precios mayoristas. La medición se posicionó un 6,3% por encima de febrero, y destaca que los productos nacionales (+6,4%) aumentaron más de precio que los importados (+5,4%). Esta dinámica deja nuevamente en evidencia que la aceleración en las subas de los precios no se explica por un fenómeno de “inflación importada”.

El costo de vida de la población vulnerable tampoco disminuyó su ritmo durante marzo, tras registrarse una suba del 6,5% mensual de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y de un 7% de la Canasta Básica Total (CBT). Tras este incremento, una familia tipo de dos padres y dos hijos necesitó casi 40 mil pesos de ingresos para no ser considerada bajo la línea de indigencia que se deriva de la CBA y alrededor de 90 mil pesos por mes para no caer en la pobreza.

De esta forma, un Salario Mínimo Vital y Móvil no alcanza para cubrir las necesidades alimenticias de una familia, mientras que incluso con dos ingresos mínimos no se cubren los consumos básicos que necesita un grupo familiar para no ser considerado pobre.