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Económicos



Fecha: 5/2021

Prohibir las exportaciones de carne tendrá el efecto opuesto al esperado por el Gobierno

En un nuevo intento de frenar el avance inflacionario, esta semana el gobierno nacional anunció el cierre de las exportaciones de carne vacuna por 30 días con el supuesto objetivo de “restringir las prácticas especulativas, mejorar la trazabilidad del comercio exterior y evitar la evasión fiscal”. La medida se encuadra como parte de una política de excesivas intervenciones en los mercados, con controles de precios, restricciones cambiarias y al comercio exterior iniciadas con el cambio de gobierno, que deterioran la confianza y los incentivos a invertir en el país.


Ante la falta de una política consistente de control de la inflación, uno de los sectores más intervenidos por el gobierno es el de los alimentos, apuntando esta nueva medida a frenar un supuesto comportamiento anticompetitivo de los formadores de precios de la carne, que ante la mayor rentabilidad del negocio exportador, estarían cargando un mayor precio local y buscarían desabastecer al mercado doméstico.


Sin embargo, se ha presentado desde diferentes sectores innumerable evidencia que refuta este argumento y anticipa que, aún en el escenario más optimista, prohibir las exportaciones no tendrá el efecto deseado por el gobierno. Esto porque la medida ignora factores de importancia que explican la evolución del precio de la carne vacuna en los últimos meses que nada tienen que ver con la visión estatal.


En primer lugar, actualmente los precios domésticos de la carne ya se encuentran disociados de los externos. Esto se explica porque el consumo local de carne más que duplica al volumen exportado, por lo que la referencia internacional tiene un impacto reducido en el mercado argentino. Más aún, la mayor parte de los cortes de carne vacuna exportada son diferentes a los consumidos en nuestro país, disminuyendo así la influencia de los mercados globales en la dinámica de la producción y precios domésticos. Por último, pese a que el precio internacional de la carne ha venido subiendo en los últimos meses, los cortes que el país comercializa en el resto del mundo (principalmente a China) tuvieron caídas de precios durante 2021. Esto muestra que, en definitiva, para el productor local la demanda doméstica y la internacional están segmentadas, lo que explica por qué la medida del gobierno no se encuentra focalizada y fracasará rotundamente con el paso del tiempo.


Lo que ocurre con el precio local de la carne bovina se encuentra relacionado a otros factores más preponderantes que su dinámica internacional. Dentro de los componentes externos, recientemente los precios de algunos insumos necesarios para la producción bovina han aumentado debido al nuevo boom de las commodities, encareciendo los granos y aumentando el costo de producir carne vacuna. Sin embargo, aparenta que más bien aspectos del mercado interno son los que explican buena parte de la suba reciente del precio de la carne.


Por el lado de la demanda doméstica, el fuerte impacto de la crisis de la pandemia en nuestro país durante 2020 llevó al menor consumo per cápita de carne en los últimos 100 años. La pérdida de poder adquisitivo, la profundidad de la crisis y las restricciones a la operación normal de actividades (por ejemplo, de restaurantes) contribuyen a explicar esa menor demanda. Al flexibilizarse la cuarentena a partir del tercer trimestre del año pasado, la reapertura de sectores previamente cerrados derivó en un resurgimiento de la demanda, en un mercado donde la producción no cuenta con una capacidad de reacción tan rápida, presionando al alza de los precios.


Por el lado de la oferta, las mayores restricciones cambiarias impuestas por el gobierno también impactan en el sector bovino. Al ser el stock bovino tanto un insumo clave de la producción como un bien de inversión por parte de los productores para protegerse de la pérdida de valor de la moneda, con las turbulencias cambiarias de los últimos meses de 2020 aumentaron los incentivos a retener terneros, disminuyendo la entrada de animales a feedlot, y resintiendo así la producción con el paso de los meses.


Prohibir las exportaciones de carne vacuna, más allá de la supuesta temporalidad de la medida, reduce los incentivos a invertir y producir en el sector, resintiendo a futuro la oferta y generando una presión al alza sobre los precios en los próximos años. Esto ya se percibió esta semana en el Mercado de Liniers, donde mientras los precios de la carne de exportación presentaron bajas sustanciales, el precio de la carne bovina consumida localmente tuvo un marcado salto.


¿Qué consecuencias puede tener esta medida en el largo plazo?

A las dudas sobre la eficacia de la medida para contener el aumento del precio de la carne en el corto plazo se suman las consecuencias negativas en el largo plazo, que ya fueron vividas por nuestro país cuando se aplicó una medida similar en el año 2006.


El resultado más obvio del antecedente más reciente de medidas en esta dirección en nuestro país fue la reducción en las exportaciones de carne vacuna al resto del mundo, tal como puede apreciarse en el Gráfico 1. En efecto, las exportaciones iniciaron una tendencia a la baja durante los 10 años que duró la medida, pasando de vender más de 700 mil toneladas anuales al resto del mundo a tan solo un cuarto del volumen alcanzado previo a la implementación de la política. Esta situación contrarresta con el quiebre producido tras el fin de la restricción, con la apertura del comercio internacional y de nuevos mercados a partir de 2016, donde en tan solo 5 años más que se cuadruplicó el volumen de carne bovina exportada al resto del mundo.