Informes
Económicos
Fecha: 5/2020
Un acuerdo por la deuda no alcanzará para resolver los desequilibrios estructurales del sector público
Más allá de la pandemia y del probable acuerdo por la deuda, la evolución de las principales variables económicas refleja que persisten los desequilibrios estructurales en Argentina. La pandemia deprimió la actividad económica, llevando a deteriorar más aún la posición financiera del Estado, con menor recaudación y más gastos en necesarias políticas de ingresos para los sectores más afectados. Si bien la fuerte retracción en la demanda agregada hizo caer la inflación de abril, el financiar todo el aumento del déficit fiscal con emisión monetaria elevó las expectativas inflacionarias y abre interrogantes sobre la sostenibilidad de esta política. No hay dudas que el gobierno tiene que estar presente en una situación como la actual y que se deba recurrir a la emisión; pero falta claridad respecto hacia dónde va la política económica. Esta falta de confianza se ve reflejada en el mercado cambiario. Ante las bajas de tasas de interés y la mayor emisión, aumenta la presión de demanda por dólares. El tipo de cambio oficial viene desde marzo perdiendo competitividad; el caso más evidente es con Brasil, donde hay una pérdida de competitividad cambiaria de 30% en lo que va del año. La apreciación real del tipo cambio oficial alimenta las expectativas de devaluación: los importadores adelantan compras, los exportadores postergan las liquidaciones de exportaciones y el Banco Central pierde reservas, casi 500 millones desde fines de marzo; todo con el fin de evitar que la devaluación del dólar oficial se traslade a precios. Las distorsiones en el tipo de cambio oficial se trasladaron a los mercados paralelos desde abril, aumentando la brecha cambiaria a niveles que no se observaban desde fines de los 80. Si bien en los últimos días el dólar se calmó parcialmente, ante las perspectivas favorables del acuerdo por la deuda y nuevas regulaciones para restringir la demanda y estimular la oferta (de los exportadores agrícolas), las expectativas de devaluación persisten elevadas. Las múltiples intervenciones en los mercados, con tarifas reguladas y precios máximos, no impiden que la inflación argentina sea la más alta de la región (con excepción de Venezuela). Más aún, en el rubro alimentos y bebidas, donde hay controles de precios, la inflación fue aún mayor que la general, alcanzando a 7,2% en el bimestre marzo-abril. En definitiva, tenemos una serie de regulaciones que pretenden controlar la inflación, pero no lo logran y en cambio generan distorsiones que reflejan una falta de confianza en nuestra moneda. Los desafíos de Argentina pasan por corregir el desequilibrio estructural del Estado, que, si bien el acuerdo por la deuda podrá aliviar, se ve profundizado por la pandemia. Esto plantea desafíos en todos los niveles de gobierno, donde los problemas de financiamiento son severos y se terminan atendiendo en última instancia con emisión monetaria, pudiendo llevar incluso a la creación de cuasimonedas. En tiempos de presupuesto de pandemia, es necesario profundizar medidas de austeridad y reasignar prioridades. Políticas de evaluación de desempeño, evaluación de impacto de programas, y presupuesto base cero son instrumentos necesarios, que se aplican en otros países, para eliminar partidas de destino innecesario. Aquí proponemos un ejercicio, basado en las políticas de reducción de los gastos en personal del sector público lanzadas recientemente en ciudad de Córdoba y Ecuador. Si se redujera el número de horas trabajadas del personal no esencial del sector público consolidado a un máximo de 30 o 35 por semana, se obtendrían importantes ahorros potenciales de entre 210 y 370 mil millones de pesos, es decir, entre el 44% y el 78% de la emisión monetaria realizada desde el comienzo de la cuarentena. La pandemia es una oportunidad para avanzar en reformas del sector público que permitan afrontar el problema coyuntural de financiamiento y al mismo tiempo el problema estructural del excesivo tamaño del Estado. Preocupa que, en sentido contrario, se estén proponiendo medidas que apuntan a incrementar más aún la presión impositiva, sobre una actividad privada ya deprimida, lo que reprimirá aún más la generación de riqueza en lugar de estimularla. La única forma de financiar el gasto público de manera sustentable es haciendo crecer la economía, así se podrá aumentar la recaudación impositiva y financiar la agenda social sobre bases sólidas.