Balance de la
Economía Argentina
000-INTRODUCCIÓN
Introducción
En las diez ediciones del "El Balance de la Economía Argentina", que hemos publicado desde el año 1994, procuramos orientar el análisis de la organización económica y social del país de acuerdo a una visión a largo plazo que tuviera en cuenta los aspectos regionales de su extenso territorio y sus variadas actividades.
En nuestra opinión, el camino que Argentina debería seguir, para lograr eficiencia en la administración de los recursos disponibles a fin de alcanzar elevados niveles de competitividad y de esa manera superar su prolongada crisis e integrarnos definitivamente a la economía mundial, requiere combinar esta visión de largo plazo con un enfoque regional de los aspectos económicos y sociales del país.
La integración a la economía mundial ser más efectiva si, en el marco de los acuerdos entre países, la misma se realiza a nivel regional. En esta edición del Balance hemos enfatizado el papel de las Alianzas Interregionales, incluyendo las regiones ubicadas en el territorio de nuestros países vecinos. Estamos alentados por el interés y el apoyo que hemos recibido de ellos y por las exitosas experiencias observadas en otras partes del mundo. Creemos que, una vez que esas alianzas interregionales logren un fuerte consenso de los sectores público y privado concretándose los primeros pasos de una efectiva integración, se podrá comenzar a hablar de un verdadero federalismo argentino que es el punto de partida para construir un nuevo país.
1. Un cambio cultural y organizativo
Si bien en nuestra tarea de investigación a lo largo de estos últimos diez años, se consideraron aspectos relativos a la coyuntura, el principal objetivo de las distintas ediciones del Balance de la Economía Argentina fue evaluar el desarrollo económico y social del país en términos a largo plazo. Este enfoque se adoptó considerando que, nuestros graves problemas organizativos y estructurales requieren soluciones, cuya implementación y resultados insumirán muchos años de esfuerzo. No se trata solo de encontrar una política económica que nos permita salir de los problemas coyunturales como lo fueron la tablita cambiaria, el Plan Austral o el Plan de Convertibilidad.
Los problemas estructurales de Argentina tienen sus raíces en una escala de valores y una cultura sobre las que se construyó una organización económica y social que no favorecen el progreso. Esta escala de valores subestima los beneficios económicos y sociales del trabajo y el ahorro, la colaboración entre los distintos sectores de la sociedad, la participación de los ciudadanos y la conducta ética, debilitando a las instituciones y a la vigencia de la ley. En un país de escasos recursos, estas actitudes hubieran llevado rápidamente al fracaso y por lo tanto a un cambio en el comportamiento social. En cambio estas conductas equivocadas pudieron sostenerse en Argentina, debido a la enorme cantidad de recursos naturales disponibles que se utilizaron para financiar una organización económica y social injusta e ineficiente.
La decadencia tuvo como puntos referenciales el golpe de estado de setiembre del año 1930 y los sucesivos cambios en la Corte Suprema de Justicia desde el año 1946 en adelante, o sea el debilitamiento de las instituciones, tema que se trata con mayor detalle en el capítulo 1. Las consecuencias fueron muy claras, ningún otro país en el mundo con características similares a las del nuestro, han mostrado una pérdida relativa del PBI per cápita.
El deterioro social y de la calidad de vida de los argentinos, el desmejoramiento en la distribución del ingreso, la pobreza y el hambre en un país que puede alimentar a una población diez veces superior a la propia, el deterioro de la calidad de las prestaciones de los sistemas de educación, salud y justicia, la reducción del tamaño del mercado de trabajo y de capitales, el crecimiento de la ineficiencia y la corrupción, son algunos de los indicadores más dramáticos de las últimas décadas.
No podemos ignorar el papel de los factores externos en la crisis argentina, como por ejemplo el efecto de los subsidios a la producción y exportación agropecuaria que llevan a cabo los países desarrollados o el impacto de los fuertes movimientos de capitales financieros a nivel mundial. Sin embargo, no queremos caer en el error de cargar el peso de nuestros propios errores a los otros.
En base a los conceptos anteriores, la superación de los problemas argentinos requiere un cambio cultural y organizativo que debería fundamentarse en los tres pilares del progreso económico y social que mencionaremos en varias ediciones anteriores del Balance:
- El Estado de Derecho,
- La vigencia de una Economía de mercado,
- El acercamiento hacia una cultura más solidaria.
Estado de Derecho: Argentina ha mantenido durante las últimas dos décadas los principios básicos del sistema democrático, es decir se ha acercado al Estado de Derecho, y si bien todavía los resultados de ese cambio estructural no se observan en toda su magnitud, empiezan a notarse ciertas modificaciones en las actitudes y escala de valores que nos alientan a mantener una esperanza.
Economía de mercado: La integración económica con el resto del mundo, el combate frontal en contra de la inflación y la mayoría de las desregulaciones y privatizaciones, fueron pasos importantes para lograr una Economía de mercado que reemplazara a la organización corporativa centralmente planificada. Sin embargo, esos cambios resultaron insuficientes. No hubo intentos serios para implementar las reformas de segunda y tercera generación que se requerían. Los errores en el proceso de estas reformas podrán haber sido corregidos en parte con una profunda reforma del sector público que ni siquiera se intentó. Además, el país asumió una deuda externa insostenible que anuló los efectos positivos de las reformas de primera generación.
Cultura de participación y solidaridad: El país necesita un cambio cultural que privilegie el cumplimiento de la ley, el valor del trabajo y la solidaridad. todavía continuamos siendo un país sub-administrado donde las normas sociales básicas no se cumplen. Tal vez la profundidad de la actual crisis y la necesidad de financiar el desarrollo económico con nuestros propios recursos, nos permitan revalorizar el esfuerzo mancomunado, la participación en las cuestiones públicas y el valor de las iniciativas de los ciudadanos en un país acostumbrado a esperarlo todo del estado.
Sostener el modelo corporativo, prebendario y demagágico de los últimos setenta años fue más fácil cuando se podrá atrasar exageradamente el tipo de cambio, obtener altos precios por nuestros productos de exportación con escaso valor agregado y al mismo tiempo endeudarnos irresponsablemente con fondos externos. Esos tiempos parecen acabarse y la posibilidad de que se repitan en un mundo cada vez más orientado hacia la sociedad del conocimiento y la información, se atenúan sensiblemente.
2. Un enfoque regional
Las raíces de la concentración: El modelo corporativo argentino, basado en la utilización de los recursos naturales para sostener privilegios sectoriales y regionales, requiría en forma recurrente una gran dosis de concentración de poder. Para ello fue conveniente debilitar las instituciones federales y manejar la asignación de recursos desde la capital del país a través de una poderosa burocracia centralizada, que generalmente tenía sus representantes en las administraciones provinciales. La infraestructura de transporte heredada del modelo agroexportador facilitó esa localización al mismo tiempo que entorpecía el intercambio entre las regiones del interior. Allá se radicó el poder económico, político y cultural, como así también las decisiones más importantes. A través del manejo de los recursos fiscales, el gobierno nacional obtuvo gran parte de la renta derivada de las riquezas naturales y luego las repartió con un criterio corporativo y prebendario, no exento de corrupción. Si bien es cierto que este fenómeno se repitió en otros lugares del mundo, la magnitud del caso argentino resulta sorprendente. De acuerdo a las estimaciones realizadas por diversos estudios más del 60% del PBI del país se concentra en la provincia de Buenos Aires.
La negación del federalismo: Bajo esas condiciones las instituciones y principios básicos del federalismo no funcionaron y la distribución de los recursos fiscales a través de las sucesivas leyes de coparticipación federal de impuestos, que en apariencias redistribuyeron ingresos hacia las regiones menos desarrolladas, al final de cuentas constituyeron un mecanismo más para consolidar el modelo de administración centralizado. Los resultados lo confirman.
La irracionalidad operativa de esta distribución espacial se manifestó históricamente de diversas maneras. En el caso de la comercialización de granos, las instituciones tanto estatales como privadas tendieron a radicarse en Buenos Aires aún cuando el almacenamiento y el despacho de la mercadería se ubicaba en la zona de influencia del puerto Rosario o en Bahía Blanca. El edificio de la Junta Nacional de Granos en pleno centro de Buenos Aires fue un buen ejemplo histórico de ese tipo de conductas. En el área de la salud, aún hoy resulta incomprensible que las instalaciones de la lucha contra el mal del Chagas Maza también se radiquen en la ciudad de Buenos Aires cuando la enfermedad tiene sus peores consecuencias a cientos de kilómetros de distancia. Las sinergias generadas por la cercanía de los principales centros de decisión e información y las dificultades de comunicaciones y transporte desde Buenos Aires con el resto del país reforzaron el modelo corporativo.
Las provincias también tuvieron una alta cuota de responsabilidad entre las causas que explican los desequilibrios regionales argentinos. Por ejemplo, las administraciones provinciales que durante los últimos años financiaron un alto porcentaje de sus gastos a través de la coparticipación, actuando irresponsablemente al desentenderse del cumplimiento impositivo, reforzaron los lazos de dependencia con el gobierno nacional. Asimismo, el endeudamiento excesivo, la emisión de cuasi monedas, el elevado gasto público en el mantenimiento de las estructuras políticas provinciales, las asimetrías en materia impositiva y de regulación, son algunos de los factores adicionales que explicaron el debilitamiento de la capacidad negociadora del interior del país.
Principios de cambio: Este cuadro de situación puede estar empezando a cambiar. Por primera vez en muchos años, el ciclo de las crisis recurrentes llegó con una fuerza inusitada a la capital del país.
Resabios persistentes: A su vez, la excesiva concentración urbana del Gran Buenos Aires está produciendo ostensibles des-Economías de aglomeración y el avance de la tecnología en comunicaciones e informática permiten soslayar procedimientos administrativos que habitualmente se realizaban en la ciudad de Buenos Aires. Por otra parte las exportaciones ya no se originan, administran y canalizan mayoritariamente a través del puerto de esa ciudad. Sin embargo, a nuestro criterio la resistencia al cambio puede continuar todavía por varios años,
especialmente si las provincias no asumen la responsabilidad que les corresponde. Volver a los viejos esquemas tributarios de las retenciones a la exportación es parte de uno de los tantos intentos en ese sentido, destinado a mantener los privilegios históricos del viejo modelo de organización económica y social. Esta estrategia no es sostenible en el largo plazo, porque el país necesita generar una gran cantidad de divisas para su proceso de inversión y cambio tecnológico que no se podrán conseguir sin un desarrollo regional más equilibrado, especialmente ahora que el crédito externo ser escaso. Por otra parte, las retenciones no solo transfieren ingresos hacia el gobierno central sino que también contribuyen a debilitar la administración de los impuestos directos manteniendo altos niveles de evasión que conducen a la inestabilidad y a la incertidumbre afectando las inversiones y haciendo aún más inviables los intentos de volver al pasado.
Los intereses de quienes después de tantos años, aprendieron y se acostumbraron a obtener provecho de la confusión y la decadencia argentina, insistirán en mantener los viejos esquemas. Por ello, las provincias tienen que organizarse en conjunto para hacer oír con fuerza los intereses que ellas comparten tanto dentro de las regiones como inter-regionalmente. De esta manera, demostrarán la existencia de un nuevo modelo de país, que incluye a Buenos Aires pero no depende de ella, un país interdependiente. Los reclamos de la Región Centro para lograr una mayor correspondencia entre ingreso y gasto fiscal a través de la descentralización impositiva, las solicitudes de fondos para financiar la obra pública regional, las intenciones de coordinar la promoción de las inversiones y el comercio exterior entre las provincias de Córdoba y Santa Fe y la oposición a las retenciones agropecuarias, son síntomas de una nueva actitud.
La misma no debe entenderse como una confrontación entre el interior de Argentina y Buenos Aires sino como la necesidad de conformar regiones alternativas competitivas y complementarias que nos permitan un mayor equilibrio en nuestro propio territorio en beneficio de todos.
A su vez, las instituciones intermedias tienen también una gran responsabilidad cuando se trata de contribuir a la regionalización. Un ejemplo de los avances que se han logrado en esa materia es el acuerdo entre las Bolsas de Comercio de Córdoba, Rosario, Santa Fe y el Consejo Empresario de Entre Ríos que desde hace varios años viene apoyando la idea de la Región Centro. Existen ejemplos similares en otras regiones de nuestro país. Tal como lo hemos sostenido en anteriores ediciones, la regionalización es un fenómeno que tiene raíces profundas en otras partes del mundo y sus resultados han sido ampliamente positivos. Con ese punto de partida ser más fácil fortalecer las alianzas interregionales entre los países del Cono Sur abriendo mayores posibilidades de intercambio no solo en los aspectos económicos sino también en los culturales y sociales. Los intentos de integración regional pueden trabarse en la burocracia de los gobiernos centrales sino se complementan con dichas alianzas. En esta edición hemos identificado y analizado con mayor énfasis que en las anteriores, cuatro regiones que tienen la oportunidad de comenzar a recorrer ese camino: la Región Centro de Argentina, la Región Central de Chile, La Región Centro Oeste de Brasil y la Región Sur de Brasil y Uruguay.
3. La importancia de la apertura, el profesionalismo y el trabajo en equipo para lograr competitividad
La inestabilidad económica y política de nuestro país junto con un altísimo nivel de incertidumbre contribuyeron históricamente a desalentar la competitividad. En nuestro país fue siempre muy difícil lograr la combinación de los esfuerzos del gobierno, las empresas, las universidades, las instituciones intermedias y los sindicatos. Una de las características básicas de la organización económica y social argentina ha sido desde hace muchos años la fragmentación y el inmovilismo.
El continuo enfrentamiento entre los distintos sectores que componen la sociedad ha provocado fuertes fluctuaciones que anularon la mayoría de las iniciativas orientadas a lograr cambios estructurales. Continuamente se ha predicado la necesidad de que el país evolucione hacia un nuevo tipo de sociedad pero en general se terminó actuando en el sentido contrario.
todavía prevalecen una gran cantidad de organizaciones, especialmente en el sector público, que se caracterizan por un alto grado de centralización en el proceso de toma de decisiones, estructuras lineares-funcionales burocráticas, una distancia demasiado grande entre los excesivos niveles gerenciales, problemas de comunicación, falta de confianza, carencia de conocimientos gerenciales mínimos e insuficiente orientación hacia el mercado objetivo que atienden.
La falta de controles en el sector público y el alto grado de informalidad en el sector privado han conducido a subestimar el uso de los principios básicos de la contabilidad. Asimismo, el corto-placismo nos acostumbró a desechar las proyecciones de largo plazo y por lo tanto a realizar una evaluación minuciosa de los proyectos, especialmente con un sistema financiero que en muchas oportunidades reacción frente a este entorno otorgándole más importancia a los avales que a la calidad de los emprendimientos.
La combinación de subsidios, evasión impositiva, devaluaciones, ruptura de los derechos de propiedad, licuación de pasivos y expropiación de ahorros modificó profundamente la escala de valores y prioridades de la sociedad.
Los responsables de la conducción de las organizaciones y el personal gerencial se acostumbró a enfrentar la cambiante agresión del entorno sin trabajar en forma interdependiente o formar equipos de trabajo.
Una de las peores consecuencias de esta cultura y su correspondiente forma de comportamiento fue el cierre de la Economía, especialmente a nivel de la pequeña y mediana empresa que estuvo más preocupada por sobrevivir que en pensar en expandirse o ganar nuevos mercados. Es por ello que la tremenda devaluación del tipo de cambio vigente a partir del año 2002 no produjo un fuerte aumento de las exportaciones con valor agregado.
A pesar de este sombrío panorama, aquí también comienza a avizorarse un cambio y no es de extrañar que el mismo se observe con mayor intensidad en el interior del país, especialmente en las poblaciones medianas o pequeñas de la zona rural. Creemos que el buen funcionamiento de las numerosas organizaciones con que hemos trabajado en ese entorno, puede estar favorecido por un cierto aislamiento de las mismas frente a la influencia de las organizaciones corporativas y a la burocracia mayoritariamente radicadas en las grandes ciudades. Por otra parte, la mayor transparencia y el aumento de la calidad en el conocimiento y la información sobre el ambiente que las rodea contribuye a atenuar los altos niveles de corrupción que caracterizan al promedio del país.
De la misma manera debe reconocerse que el trabajo en las poblaciones de menor tamaño está menos afectado por la pérdida de tiempo y energía que demanda la vida en las grandes urbes, influyendo positivamente sobre los niveles de productividad. Tampoco debe olvidarse que en la zona rural se desarrollan gran parte de las actividades agroindustriales beneficiadas por las ventajas comparativas de suelo y clima.
Por último, es importante señalar que en estas comunidades más pequeñas hemos apreciado un ambiente más propicio para la conformación de los denominados Clúster y los encadenamientos productivos basados en un cierto grado de especialización.
En ediciones anteriores del Balance describimos el entorno de emprendimientos de algunas poblaciones donde las escuelas técnicas o instituciones universitarias que realizan tareas de extensión hacia el sector productivo, junto a intendentes municipales con una visión amplia sobre el funcionamiento de la sociedad moderna y emprendedores con un sentido practico y solidario de la realidad, se combinaron generando la imagen de una Argentina distinta que contrasta con la que corresponde a la de un país permanentemente en crisis.
En ese contexto nos pareció imprescindible identificar los encadenamientos productivos regionales más importantes y las condiciones necesarias para promover la competitividad de los mismos, organizando para ello numerosos talleres en los que participaron productores, entidades educativas y tecnológicas, instituciones intermedias y representantes de los gobiernos.
A nivel de pequeños emprendimientos, la competitividad en la producción de válvulas en Rafaela, los servicios de turismo en Villa La Angostura o la producción de juguetes de madera en Colazo son ejemplos interesantes de productos colocados en los mercados internacionales y que señalan el camino a seguir en un país que necesita crear puestos de trabajo en forma imperiosa.
4. Un enfoque institucional
El análisis a largo plazo de la Economía, debe considerar no sólo la dotación de recursos con que cuenta el país, sino también las características de las instituciones que constituyen la base de la actividad productiva. Dentro de estos aspectos se encuentran el marco jurídico, la estructura de poder, la manera en la que se administra la información, el respeto por las leyes y reglas de juego, y los valores sociales, considerando a su vez, el grado de corrupción imperante en la sociedad.
Las instituciones afectan al desempeño económico de un país a través de sus efectos sobre los costos de intercambio y de producción. Como es bien sabido y se muestra en el Capítulo 1, Argentina a pesar de ser un país rico en recursos humanos y naturales, no ha logrado recobrar la prosperidad con la que contaba a comienzos de siglo. Debido a estos resultados, es evidente que la debilidad institucional no es un factor que pueda ignorarse.
Ninguna Economía es creíble y logra el éxito sin una estructura sólida que brinde un marco adecuado para alcanzar un óptimo ambiente de negocios. Argentina debería considerar estos aspectos si desea lograr un crecimiento sostenido en el largo plazo sin pensar exclusivamente en resolver aspectos coyunturales.
A partir del análisis realizado se propone, en esta edición del Balance, promover a la integración Interregional. La misma, no debe considerar exclusivamente aspectos de tipo comercial, sino también buscar el fortalecimiento de instituciones, para que de esta manera, las regiones involucradas se beneficien no sólo del intercambio, sino también de un ambiente propicio para el desarrollo de la actividad productiva.
Las Alianzas Interregionales propuestas en el capítulo 2 tenderían como uno de los principales beneficios, a alcanzar un mayor respeto por los compromisos asumidos, contribuyendo al mantenimiento de instituciones más estables. La teoría del Regionalismo asume que las divisiones administrativas tradicionales, tales como las provincias/estados, los municipios, y hasta las naciones, no necesariamente reflejan las realidades comerciales, económicas, culturales de la actualidad. Se basaron en tratados después de guerras, y en fenómenos geográficos que ahora pueden no conformar barreras naturales a la comunicación de personas y bienes. Analizando el contexto global, se encuentra con otros hitos naturales, como por ejemplo los ríos, climas, y suelos, que crucen fronteras, y que formarían ejes de regiones y mercados naturales.
Por lo tanto, la manera en que la Economía real y cultural funcionan con eficiencia es cuando puede superar los obstáculos de divisiones locales que limitan los mercados naturales formados por el flujo natural de personas y bienes.
Hace muchos años que se habla de dividir la Argentina (o unificar las provincias) en regiones que reflejen mejor la realidad socio-económica del país. Definir las regiones no sería en principio la tarea del gobierno central eso atentaría en contra del concepto del regionalismo, que supone que las regiones se forman conforme a sus intereses particulares. Sin embargo, no se puede dejar todo a la discreción de las provincias sin el peligro de que se junten algunas provincias en regiones ricas y que se dejen a las otras para formar regiones pobres. Tampoco hay que caer en la irracionalidad de forzar la conformación de Regiones que tienen pocos intereses en común, solamente para unir las provincias pobres con las ricas. Esto sería cometer el mismo error ya existente con el actual sistema de administración nacional.
No hay que pensar en las regiones como si fuesen las antiguas provincias pero más grandes esto también llevaría al aislamiento y a la competencia entre sí. El nuevo modelo tiene que alentar al interregionalismo, tiene que lograr que las regiones fortalezcan a las provincias que las conformen, para que en conjunto puedan trabajar, formar alianzas con las otras regiones y así fortalecer al país como un todo.
Ahora también se presenta una nueva realidad en el Cono Sur que abre la posibilidad de Alianzas Interregionales e Internacionales. Existen intereses comunes entre la Patagonia argentina y la chilena, entre el Chaco argentino y paraguayo, entre Jujuy y Salta y el sur de Bolivia.
Por último queremos mencionar algunos esfuerzos de integración entre las regiones centrales de Argentina y Chile realizados a nivel institucional. Ejemplo de ello son los programas conjuntos desarrollados por universidades de distintos países, como La Maestría en Gestión para la Integración Regional, organizada conjuntamente por la Universidad Nacional de Córdoba y varias Universidades de Valparaíso, entre las que se destaca la Universidad de Playa Ancha (Chile). Constituye una experiencia interesante a partir de la cual se generan nuevos proyectos de integración y de intercambio.