Balance de la
Economía Argentina
ASPECTOS SOCIALES
CAPÍTULO 2: ASPECTOS SOCIALES
El mercado laboral es un claro reflejo de la reactivación económica argentina: los salarios han recuperado un 95% del poder de compra pre-devaluación, mientras se sigue generando empleo en forma sostenida gracias a que la elasticidad empleo-producto ha subido en el último año.
A pesar de la visible mejoría en el mercado laboral, persisten en el mismo problemas estructurales. El primero de ellos, la escasez de mano de obra calificada, acota sensiblemente las posibilidades futuras de crecimiento, actuando como tope a la generación de empleo. El segundo lo constituye la dualidad del mercado de trabajo: en la actualidad, el 41% de los trabajadores no se encuentra registrado. Las políticas públicas dirigidas al sector laboral deberían focalizarse no sólo en la regularización del empleo, sino también en fomentar el incremento de las capacidades de aquellas personas que pertenecen al circuito informal, a través de programas de formación específicos.
A pesar de las mejorías evidenciadas en los indicadores de pobreza e indigencia, todavía no se ha recuperado el nivel pre-crisis y tampoco se han direccionado políticas públicas que generen una solución radical a este problema.
El sector salud adolece de serios problemas, tales como el bajo nivel de gasto en el sector, y la ausencia de conciencia social sobre la importancia de este servicio. De hecho, la performance internacional de Argentina en cuanto a la calidad de la salud dista mucho de ser destacada.
2.1 El mercado laboral
El mercado laboral es uno de los más importantes de la economía, puesto que de él surgen tanto el empleo como los salarios, resultantes estos de un complejo proceso en el que intervienen los individuos, las empresas y el gobierno. Dado que los ingresos laborales se determinan en este mercado, se podría decir que el funcionamiento del mismo determina las condiciones de vida de los individuos. De ahí la importancia central del mercado laboral, tanto para la sociedad como un todo, como para las acciones de política.
Si bien es cierto que el crecimiento del PIB no es condición suficiente para garantizar la generación de empleo, la magnitud del crecimiento y los sectores que lideran el mismo, definen la trayectoria del mercado de trabajo. De hecho, las altas tasas de crecimiento observadas en Argentina desde mediados del año 2002 han incrementado la demanda de empleo. Este hecho, debido a un cambio en la intensidad de uso del factor trabajo resultado de la utilización de la capacidad ociosa del stock de capital y a la vez de los cambios en la estructura productiva y en los precios relativos de los factores de la producción ha generado un crecimiento notable en el empleo. En particular, a partir del año 2002 la economía argentina entra en una fase de consolidación del crecimiento y recuperación acelerada del empleo.
De hecho, si se relaciona el crecimiento de la economía con la evolución del empleo en el período comprendido entre el año 1998 y el año 2005 se observa que el crecimiento económico ha generado empleo de manera considerable: hasta diciembre del año 2005 el PIB creció 11,8%, mientras que el empleo creció 18,6%. A su vez, se estima que en el año 2006 el PIB crecerá 8%, mientras el empleo crecerá 5%.
Con respecto a la elasticidad empleo- producto, se observa que la misma ha aumentado en el año 2006, arrojando para el primer trimestre del año 2006 un valor de 0,64; es decir, por cada punto porcentual que crece el PIB, el empleo crece en aproximadamente dos tercios. Estas cifras contrastan con las observadas en la década del 90. De hecho, en el período comprendido entre mayo de 1991 y mayo de 1994 el nivel de empleo creció 4% mientras que la actividad creció 26%, lo que resulta en una elasticidad empleo-producto baja (0,15).
En el período 1996-1998 la elasticidad empleo- producto fue más elevada, 0,52; sin embargo, resulta claramente inferior a la elasticidad promedio del período 2003-2006, que es de 0,73.Si bien el empleo ha aumentado desde el año 2001, cuando se analiza su estructura se evidencia una cierta vulnerabilidad, asociada a que del total de las personas empleadas, aproximadamente un 41% de ellas se encuentra inmerso en la informalidad laboral 1 en el segundo trimestre del año 2006.
Sin embargo, a partir del pico observado en el año 2003 se observa una tendencia a disminuir la participación del sector informal en la economía.
1 Cabe mencionar que se consideran informales a aquellos trabajadores que no perciben los beneficios del sistema de seguridad social, en particular, que no gozan de aportes para la jubilación. El análisis se realizó sólo para los asalariados, dada la configuración de la Encuesta Permanente de Hogares.
Si se desagrega la elasticidad empleo-producto según el empleo se genere en el sector formal o informal, se halla que la elasticidad empleo-producto para el año 2005 es de 1,1 para el sector formal y de 0,51 para el informal. Es decir, por cada punto porcentual de crecimiento del PIB el empleo formal crece en algo más que un punto porcentual y el informal en medio punto. Como ya se adelantó, estos valores ponen de relieve la estructura vulnerable del mercado laboral, dado que a pesar de que la elasticidad del empleo formal es mayor que la del empleo informal, esta última todavía es elevada e indica que hay una considerable proporción de los puestos de trabajo que se generan en el sector informal de la economía.
2.1.1 Tasa de actividad
En los últimos años, la tasa de actividad, es decir el porcentaje de la población total que trabaja o busca trabajo ha crecido sustancialmente; a su vez, el empleo ha crecido en nueve puntos porcentuales desde su nivel mínimo, que se alcanzó en mayo del año 2002.
La mayor actividad se ve asimismo reflejada en la caída en la tasa de desempleo: en los últimos dos años, la misma ha disminuido en 29,7%, pasando de 14,8% a 10,4%. Si se recalcula la tasa considerando como desocupados a los ocupados cuya ocupación principal proviene de un Plan Jefes de Hogar, la tasa de desempleo ha disminuido aún más: en 33%2.
Entre los primeros trimestres del año 2005 y del año 2006 se han generado 415.000 puestos de trabajo en los aglomerados relevados por la Encuesta Permanente de Hogares. Sin embargo, si se considera el empleo excluyendo los planes Jefes de Hogar el mismo se ha incrementado aún más: en 512.000 ocupados.
2 Si bien parecería extraño que la tasa que considera como desocupados a los beneficiarios de un plan haya caído más que la que no los considera, este hecho se explica por la disminución en el número de planes Jefes y Jefas de Hogar.
El nivel de empleo para el agregado de la economía ha aumentado en el último año. Sin embargo, ha evolucionado de diversas maneras según la categoría de inserción laboral que se considere. En primer lugar, se destaca el aumento del empleo experimentado en la categoría de asalariados; en general, en esta categoría prevalecen los trabajadores asalariados del sector público y privado. En segundo lugar, es notable el incremento del empleo entre los empleados en servicio doméstico (9%); y finalmente, sólo se logró 8% de incremento entre los cuentapropistas. A diferencia del éxito logrado en el empleo en las categorías ocupacionales anteriormente mencionadas, los trabajadores sin remuneración han sido los únicos cuya contribución relativa al crecimiento del empleo es negativa (-3%).
A su vez, los rubros que más han contribuido al crecimiento del empleo son: Servicios financieros y a empresas (21,5%), Construcción (18,1%), Industria (17,4%), Comercio (16,7%) y Transporte (7,7%).
2.1.2 Creación de puestos de trabajo
Si bien la creación de puestos de trabajo logró recuperarse rápidamente luego de la abrupta caída experimentada en el año 2001, es evidente que la rápida recuperación del año 2002 estuvo influenciada considerablemente por la creación de empleo informal, lo que implicó una precarización creciente en el mercado laboral. Sin embargo, tanto en el año 2005 como en el año 2006, los puestos de trabajo creados en el sector informal han sido menores que los creados en el sector formal de la economía. Este hecho evidencia una mejoría en el mercado laboral, que de continuarse estaría indicando una tendencia a la generación de empleo de mayor calidad, dado que se estaría comenzando a sustituir empleo informal por empleo formal.
2.1.3 Región Centro
A partir del segundo trimestre del año 2002 el mercado laboral recupera aceleradamente los niveles de empleo. Las ciudades de la Región Centro son claros exponentes de esta tendencia. En particular, para el primer semestre del año 2006, las ciudades de Santa Fe y Paraná son las que mejor se encuentran en términos de tasa de desempleo (7%). En contraposición, las ciudades que tienen peor desempeño en el mercado laboral son Concordia, con una tasa de empleo de 40% y una tasa de desempleo de 10% y Rosario, que a pesar que ostenta una tasa de empleo sensiblemente mayor (45%), tiene una tasa de desocupación alta (13,7%), que supera la tasa de desempleo promedio del país.
2.1.4. Empleo de calidad y empleo precario
Existe una marcada preocupación por la calidad del empleo en Argentina, en parte debido a los bajos salarios y, centralmente, por la importancia de la economía informal en el mercado laboral.
La definición de un empleo como de calidad o precario no es única, debido a que existen diversas variables a partir de las cuales puede definírselo, y la elección de las mismas supone una definición distinta de lo que se entiende por precariedad laboral 3.
3 Aguirre y Monteverde (2002) llevan a cabo una exhaustiva revisión bibliográfica del concepto de precariedad laboral.
En general, existen tres definiciones alternativas de precariedad laboral. Se puede definir como empleo precario a aquél en el que no se verifica descuento jubilatorio o indemnización por despido (es decir, lo que comúnmente se conoce como informalidad laboral). A su vez, también se puede definir como empleo precario a aquél donde hay ausencia de uno o más beneficios como jubilación, aguinaldo, vacaciones, seguro e indemnización por despido. Finalmente, también se ha definido como empleo precario a aquél donde hay ausencia de descuento jubilatorio, es de carácter temporario, y se trabaja menos de 35 horas a la semana (existe subempleo visible).
La definición aquí propuesta de empleo precario tiene en cuenta no sólo la ausencia de beneficios de la seguridad social (es decir, a aquellos trabajadores considerados como informales, pertenecientes al sector no registrado), sino también a los cuentapropistas no profesionales, incluyendo asimismo a los a los beneficiarios de planes de empleo y trabajadores familiares. A su vez, queda definido el empleo de calidad, como aquel que agrupa a los empleadores (patrones), a los cuentapropistas profesionales y a los asalariados del sector formal.
Acorde a la definición empleada de precariedad laboral, existen en Argentina más empleos precarios que empleos de calidad. A su vez, el empleo precario es el que más ha crecido después de la crisis económica del año 2001. Una de las razones que ha incrementado la precariedad ha sido el programa nacional Jefes y Jefas de Hogares, que se implementó en mayo del año 2002.
En el último año existe, sin embargo, una desaceleración en la creación de empleo precario y una aceleración en la generación de empleo de calidad. De esta manera, parecería que se inicia una tendencia a la mayor generación de empleo de calidad. Sin embargo, dado que en la actualidad más del 50% del empleo en Argentina es precario, aún queda mucho por hacer. Uno de los puntos centrales de política económica debe ser promover la generación de empleo de calidad. A su vez, se debe incentivar la sustitución de los actuales puestos de trabajo precarios por puestos de trabajo de calidad.
2.1.5 La calidad del empleo en la Región Centro
En la Región Centro se ha llevado a cabo una importante mejoría en términos de calidad de empleo. Mientras que el empleo de calidad se ha incrementado en todas las ciudades de la Región, el empleo precario ha disminuido sensiblemente (excepto en la provincia de Santa Fe). En general, la mejora en la calidad del empleo se podría explicar por la generación de puestos de trabajo con mano de obra calificada, y por una tendencia a generar más empleo en el sector formal de la economía.
2.1.6 Contratos de duración determinada e indeterminada. Relación con el desempleo
Otro tipo de avance en términos de precarización laboral lo constituyen los contratos de duración determinada. De hecho, el contrato temporal o de duración determinada se caracteriza por la limitación de su duración a una fecha concreta o determinable. La normativa legal regula expresamente los casos en los que puede celebrarse un contrato de duración determinada, ya sea por la realización de una obra o servicio determinado, por circunstancias de la producción, por la sustitución de trabajadores con derecho a reserva del puesto de trabajo, la realización de una obra o servicio de interés general, mediante un contrato de inserción con una persona que se encuentra desempleada, o con fines formativos.
El surgimiento de este tipo de contratación implicó un nuevo avance en términos de flexibilidad laboral, esto significa que los costos de contratación y despido son menores y que a su vez las altas y bajas de estas personas son automáticas pudiendo así ajustar la producción, vía reducción o aumento del empleo, a los vaivenes del ciclo económico. Esta característica de los contratos de duración determinada se evidencia cuando se relacionan los contratos con el desempleo. Cuando la tasa de desempleo aumenta, como ocurre en el período comprendido entre el segundo trimestre del año 1998 y el segundo trimestre del año 2002, los contratos de duración determinada disminuyen, revirtiéndose la tendencia cuando la tasa de desempleo disminuye (esto es, a partir de mediados del año 2002). A su vez, es evidente que los contratos de duración indeterminada no reaccionan ante variaciones en la tasa de desempleo. De esta manera se manifiesta que el mercado laboral se ajusta a través de alteraciones en la cantidad de personas contratadas por tiempo determinado.
El hecho que a pesar de que se ha evidenciado un notable crecimiento en el empleo, la tasa de desempleo no haya disminuido tanto como se esperaba, denota en cierta medida la fragilidad existente en el mercado del trabajo. Es decir, la solución al problema del desempleo vendrá dada por la creación de empleo productivo estable, y por la ampliación de la estructura productiva, en particular, fomentando las economías regionales.
Teniendo en cuenta que el empleo ha crecido sustancialmente, con su contrapartida en la disminución del desempleo, y la mejoría evidenciada en términos de mayor creación de puestos de trabajo en el sector registrado, es conveniente considerar las perspectivas futuras del empleo en lo que respecta a la mano de obra disponible.
2.1.7 La demanda laboral y el empleo
El índice de demanda laboral (IDL) mide la actividad del mercado de trabajo a través del volumen de avisos solicitando personal que se publican en los diarios. Como la publicación de un aviso de búsqueda de personal es uno de los primeros pasos en el proceso de contratación de trabajadores, un índice que mide los cambios en la demanda de trabajo utilizando el número de avisos buscando personal puede ser considerado como un indicador adelantado de las condiciones del mercado de trabajo y de la actividad económica en general.
Si se relaciona el índice de empleo con el IDL se observa que, a pesar del crecimiento en el índice de empleo, la oferta laboral todavía no se ha adecuado a los requerimientos del mercado.
Es decir, hay un volumen de empleos vacantes en la economía que no se logran cubrir debido a la falta de oferta laboral adecuada a los requerimientos del mercado.
El principal factor que restringe la contratación laboral es la escasez de oferta con competencias adecuadas. De hecho, el 86% de los puestos vacantes en la economía son de mano de obra calificada. De éstos, principalmente se precisa operarios con experiencia (50%) y profesionales (29%), pero también técnicos con título secundario o terciario (21%).
Es decir, la brecha entre la demanda laboral y el empleo se encuentra fuertemente explicada por la falta de mano de obra calificada. Esta característica impone una fuerte restricción al crecimiento del empleo, y por ende, restringe las posibilidades de crecimiento del producto dada la restricción temporal para capacitar personas en el corto plazo.
A su vez, de los puestos laborales vacantes calificados, el 48% de los puestos vacantes de género masculino son técnicos, el 42% son operarios y sólo 9% son profesionales. En claro contraste, el 57% de los puestos vacantes de género femenino son profesionales. Es decir que para cubrir la mayoría de los puestos vacantes en la economía se deberían capacitar como operarios o técnicos a personas de género masculino, que son quienes más participación tienen en la demanda laboral insatisfecha.
La escasa oferta de mano de obra se plantea principalmente en la industria de caucho y plástico con un 33% de demanda laboral insatisfecha, y en la fabricación de papel y productos de papel con un 30% de demanda laboral insatisfecha. Otros rubros que no consiguen la mano de obra que precisan son la fabricación de productos elaborados de metal, y la de productos textiles.
Los individuos que se encuentran desempleados son candidatos lógicos para cubrir los puestos vacantes. Sin embargo, la persistencia del crecimiento de la demanda laboral insatisfecha a tasas más elevadas que el empleo plantea ciertos interrogantes con respecto a las características de las personas desempleadas.
Una de las características del mercado laboral es que las personas de nivel socioeconómico más elevado son las que menos padecen el desempleo. De hecho, si se considera la distribución del desempleo a lo largo de los deciles de ingreso, es posible observar que las tasas de desempleo aumentan a medida que los niveles de ingreso disminuyen; o lo que es lo mismo, a medida que se avanza en número de deciles de ingreso se disminuye en términos de tasas de desempleo 4. Es importante observar que esta conclusión guarda estrecha vinculación con el nivel educativo de las personas; quienes integran los primeros deciles de ingreso, son en general quienes tienen un menor nivel educativo y este hecho se encuentra indefectiblemente asociado a las menores retribuciones asociadas al trabajo.
4 Excepción a esta tendencia es el último decil, cuya tasa de desempleo es mayor que la del penúltimo decil. Sin embargo, es una observación aislada, y en trimestres previos no se ha comportado de la misma manera.
Reflejo de la falencia de mano de obra calificada en el mercado laboral es que las tasas de desempleo disminuyen a medida que el nivel educativo se incrementa, en particular, cuando se pasa de un nivel de instrucción secundario a uno universitario, o post-universitario.
De continuarse la tendencia de crecimiento económico en Argentina, se espera que el empleo siga creciendo. Este hecho, sumado a la restricción temporal que opera sobre la capacitación de empleados, acentuaría aún más la falta de mano de obra calificada, por lo cual se precisan medidas activas de política tendientes a capacitar mano de obra en el corto plazo.
2.1.8 Productividad laboral
2.1.8.1 Productividad y salarios en Argentina
Las estimaciones de la productividad laboral son útiles para desarrollar y supervisar los efectos de las políticas relativas al mercado de trabajo. De hecho, una elevada productividad laboral se encuentra siempre ligada a un elevado nivel de capital humano, e indica cuáles serían las políticas de educación y, en general, de formación prioritarias. Las estimaciones de la productividad se pueden utilizar para analizar los efectos de los acuerdos salariales sobre las tasas de inflación y para evaluar en qué medida dichos acuerdos reflejan mejoras en la productividad. Las medidas de la productividad también pueden ser de utilidad para medir las repercusiones del funcionamiento del mercado laboral sobre los estándares de vida de la población.
En esta sección se analiza la evolución de los salarios tanto del sector formal como del sector no formal, y se los compara con la evolución de la productividad en el conjunto de la economía argentina.
El índice de productividad laboral5 en términos nominales en el período 1998-2001 se ha mantenido constante, mientras que a partir del año 2002 crece sostenidamente. Es posible relacionar dicho índice con el índice de salarios nominales registrados y el de salarios nominales no registrados. En cuanto a los salarios nominales registrados, se observa que se han comportado del mismo modo que la productividad laboral. Ambos se mantuvieron en un nivel constante hasta el año 2001 y a partir del año 2002 han crecido en forma permanente hasta la actualidad. Por su parte, el índice de salarios nominales no registrados no acompaña la tendencia seguida por el índice de productividad laboral. Si bien hasta el año 2001 estaban en niveles similares, a partir del año 2002 los índices se distancian y existe una amplia brecha entre la productividad laboral y los salarios del sector no formal, el cual se ha mantenido. En función de lo que establece la teoría económica los salarios deben igualar a la productividad marginal del trabajo, es así que la brecha existente entre la productividad laboral y los salarios nominales del sector no registrado refleja la necesidad de elevar los niveles salariales de dicho sector.
5 Se empleó la siguiente medida de productividad de la mano de obra: PMO=Q/L, donde L representa las horas trabajadas en un mes en la economía argentina. Para el cálculo de Q, se tomó como referencia tanto el PIB como el valor agregado. Dado que el valor agregado se encuentra menos distorsionado, se lo considera más adecuado para la medición de la productividad.
A su vez, existe la posibilidad de relacionar la productividad laboral y los índices de salarios en términos reales. De esta forma, es posible observar que el incremento del índice de productividad observado en términos nominales es neutralizado por el efecto de los precios, ya que recién en el año 2005 el índice de productividad real ha logrado recuperar el nivel anterior a la crisis del año 2001. Al relacionar dicho índice con los índices de salarios, se observa que los salarios reales registrados en los últimos años han acompañado la evolución del índice de productividad excepto en el año 2001. Sin embargo, con respecto a la relación existente entre el índice de productividad laboral y los salarios no registrados, es posible reiterar la existencia de una brecha que surge en el año 2002 y se mantiene hasta la actualidad.
2.1.8.2 Productividad y salarios: comparación internacional
Una de las formas de medir la performance de Argentina en el mercado laboral, en términos de la evolución comparada de productividad y salarios, es comparando la misma respecto a países limítrofes. De esta manera, se obtiene una visión regional de la competitividad en los países analizados.
Si se comparan los índices de salario real de Argentina, Brasil y Chile, se observa que el índice salarial chileno excede en todos los años al de los otros dos países. A su vez, es posible observar que el índice salarial de Brasil es el menor de los tres. Con respecto a los índices de productividad laboral en términos reales, el de Chile es el más alto, y el de Brasil es el menor.
La evolución comparada del índice de productividad y de salarios da una idea de la posibilidad de elevar el nivel de salarios, para equipararlo a la productividad creciente del empleo. Es así que en Chile y Brasil, es factible elevar los salarios para nivelarlos con la productividad, mientras que en Argentina los niveles salariales son próximos a los de la productividad laboral, lo que estaría indicando que no existe margen para elevar aún más los salarios.
La brecha que existe entre el índice de productividad laboral y el índice de salarios ha evolucionado de manera diferente en cada uno de los países. En Chile, el crecimiento de la productividad laboral ha superado al de los salarios, sin embargo las diferencias se han desacelerado en los últimos dos años. En Brasil, la brecha ha aumentado en el período 2002-2004 mientras que en el último año la tendencia se ha revertido y el índice de salarios ha crecido más que el índice de productividad laboral. Sin embargo, en Argentina la brecha no tiene las mismas características que en los otros dos países. En el período 2002-2005 el índice de salarios superó al de productividad, con lo que el crecimiento del salario ha excedido al de la productividad laboral.
2.1.9 Salarios
2.1.9.1 Salarios en Argentina
A pesar de que ha habido un sensible incremento en los salarios promedio en Argentina, los mismos han evolucionado de manera muy dispar a lo largo del país. En particular, si se consideran las áreas que exhiben salarios promedio más altos, y donde a la vez el salario más ha crecido en los últimos dos años, las áreas metropolitanas que más se destacan son: Ushuaia- Río Grande (con una tasa de variación de 61%), Comodoro Rivadavia, La Plata, Santa Fe y Río IV.
Córdoba y Mendoza, con salarios inferiores al salario promedio del país, también exhiben altas tasas de crecimiento de los mismos. En contraste, las áreas metropolitanas cuyo crecimiento de los salarios es inferior al crecimiento promedio del país, y que a la vez tienen salarios más bajos son: Salta, Jujuy, Catamarca, San Juan, Santiago del Estero, Corrientes, partidos del Gran Buenos Aires (con un crecimiento de los salarios del 41,1%)6. Rosario (con un crecimiento de los salarios del 40,7%) se sitúa aproximadamente en el promedio nacional de salarios, con una tasa de crecimiento de los salarios ligeramente inferior al promedio nacional.
Como se observa en el Gráfico 2.16, la gran mayoría de las provincias en las que se perciben salarios promedio más bajos y a su vez, menor tasa de crecimiento de salarios, son provincias del norte argentino. Este hecho implica que las diferencias regionales existentes en el país se incrementarán aún más a lo largo del tiempo, profundizando las desigualdades que existen entre las provincias de Argentina.
6 Cabe destacar que el Gran Buenos Aires contrasta notablemente con la situación de la C.A.B.A. que exhibe un salario promedio sensiblemente mayor, que supera el promedio nacional.
2.1.9.2 Salarios en la Región Centro
Los salarios en la Región Centro exhiben marcadas discrepancias entre sí. Si se analiza los salarios promedio, en el Cuadro 2.8 se observa que mientras que los salarios más altos se perciben en Río IV y Santa Fe, los menores corresponden a Concordia y Paraná.
Este análisis puede, a su vez, llevarse a cabo para el sector formal e informal. Para el caso del sector formal, los mayores salarios promedio corresponden a Río IV y Córdoba, mientras que los menores corresponden a Concordia y Paraná. Si se analiza el sector informal, los menores salarios corresponden a Concordia y Santa Fe, mientras que los más elevados corresponden a Río IV y Rosario.
2.1.9.3 Salario mínimo vital y móvil
El salario mínimo vital y móvil (SMVM) ha crecido de manera sostenida en Argentina en los últimos años, y seguirá creciendo hasta noviembre de 2006, momento en que se estima que llegará a $800.
De continuar la actual tendencia ascendente en los precios de los componentes de la canasta básica alimentaria (CBA) y la canasta básica total (CBT), la diferencia entre el costo de la CBA de una familia tipo (compuesta por 3,09 adultos equivalentes), que define la línea de indigencia, y el salario mínimo vital y móvil, será máxima en noviembre de 2006, llegándola a duplicar, mientras que la diferencia con la CBT familiar, que define la línea de pobreza, será mínima. A priori, se podría ver el crecimiento del salario mínimo como una ganancia de los asalariados, dado que este aumento los sitúa en una diferencia histórica por encima de la línea de indigencia, llegando prácticamente a comprar la CBT (que define la línea de pobreza). Sin embargo, es factible que este incremento, dados los mayores costos laborales que tendría aparejado para el sector registrado de la economía, tenga su correlato en una mayor creación de empleo no registrado, donde se registran niveles de salarios inferiores al SMVM.
2.1.9.4 La competitividad del trabajo y el costo laboral mínimo
Al analizar la competitividad regional del trabajo, es de vital importancia el conocimiento del costo laboral mínimo que enfrentan las empresas; situación que influye en la localización de las mismas.
El costo laboral mínimo en dólares en Chile es el más elevado, seguido por el de Argentina; éste a su vez, es el salario mínimo que más ha crecido, llegando casi a equiparar el chileno.
Brasil y Uruguay evidencian salarios mínimos notablemente menores, con una tasa de crecimiento también menor. De esta manera, con respecto a la disponibilidad de mano de obra que cumpla con las normativas legales, Chile y Argentina son, entre los países comparados, los más caros en términos del factor trabajo.
2.1.10 La productividad por sector de actividad económica
Tras la fuerte licuación de los salarios post-devaluación, es menester llevar a cabo una recomposición salarial. Sin embargo desde un sector del empresariado se argumenta que sólo podrá haber aumentos salariales si se producen incrementos en la productividad laboral, ya que de lo contrario, se interrumpiría el proceso de crecimiento creando presiones inflacionarias.
En los primeros meses del año 2006 se han llevado a cabo negociaciones salariales, en las cuales se ha logrado un acuerdo que ha contemplado un aumento en los sueldos menor al solicitado por los distintos gremios pero superior al ofrecido por el gobierno nacional.
A pesar de que el ajuste solicitado por los distintos gremios fue variado, el aumento salarial otorgado fue en promedio del 19%.
Como consecuencia de dichos aumentos salariales, resulta interesante analizar la relación entre el nivel salarial y la productividad laboral, al menos en los rubros con mayor dinamismo en los últimos años. De este modo, se puede analizar si han existido márgenes adecuados en términos de productividad laboral que convaliden la concesión de dichos aumentos.
Se analiza, en particular, el caso de la Industria Manufacturera, el Comercio, la Construcción y la Administración pública, defensa y seguridad. Si se relaciona la productividad laboral de cada uno de los mencionados sectores con el nivel salarial percibido se observa que, en general, los salarios han evolucionado de la misma manera, sufriendo un fuerte deterioro en el año 2002 y recuperándose satisfactoriamente en el período 2003-2005 con un valor máximo en el último año. Al igual que los salarios, la productividad laboral real descendió bruscamente en el año 2002; sin embargo a partir de dicho año la misma no ha podido recuperar los niveles anteriores a la crisis del año 2001, permaneciendo así estancada en un valor aproximadamente un 20 % inferior a la observada en el año 1998. A su vez, el nivel de los salarios reales es notablemente superior al de la productividad laboral real, lo que en base a la teoría económica estaría indicando que el aumento salarial debiera detenerse y los que sí deberían fomentarse son los aumentos en la productividad laboral en cada uno de los sectores analizados.
2.1.11 La informalidad laboral
La informalidad laboral constituye la dimensión más importante de la economía oculta. A su vez, representa un mecanismo de flexibilidad en el mercado laboral, que atenúa el desempleo, evadiendo gravámenes que resultan, a veces, exagerados para los requerimientos del mercado.
La informalidad en el mercado laboral es, sin embargo, fuente de inequidades y de ineficiencias económicas, causando desequilibrios en el sistema de seguridad social.
Existen dos visiones respecto a la informalidad en el mercado de trabajo: aquella que afirma que la misma es una forma de segmentación en el mercado laboral, y la que considera que la informalidad surge como resultado de elecciones hechas por los propios individuos.
Si se considera que la informalidad laboral surge de una segmentación existente en el mercado laboral, los trabajadores informales son trabajadores que se encuentran excluidos del sector formal, con condiciones de empleo inferiores a aquellas de los trabajadores formales. Sin embargo, si se considera que el trabajo informal es una alternativa al formal, éste puede resultar de la elección racional del individuo, debido a la menor carga fiscal que representa y a las ventajas que pueden surgir de una mayor flexibilidad en el empleo.
2.1.11.1 Características del empleo informal
Existen dos visiones sobre el concepto de informalidad en el mercado laboral. La primera, sustentada por la Organización Internacional del Trabajo y los principales organismos internacionales, caracteriza al empleo informal como trabajo precario, de baja productividad y calificación, y por ende, de baja remuneración. La segunda visión, enfatiza la falta de legalidad en la relación laboral, de manera tal que en el trabajo informal no se observan las normas que regulan la actividad laboral, que se mantiene oculta de las autoridades con competencia en dicho ámbito, con la consiguiente evasión de las cargas existentes sobre el trabajo.
En adelante, el término informalidad hará referencia a esta última visión sobre la informalidad laboral, caracterizada principalmente por la evasión de las cargas tributarias sobre el trabajo, y en particular se definirá como informal al trabajador que no goza de aportes jubilatorios.
2.1.11.2 El empleo en el sector informal
Uno de los principales éxitos de la política económica de los últimos cuatro años fue el aumento logrado en la tasa de empleo, que ha aumentado en forma continua desde la crisis del año 2001.
Si se realizan consideraciones con respecto a las condiciones en las que se emplea a los trabajadores, el mercado laboral presenta dos realidades sumamente distintas: existen trabajadores que se desempeñan en el sector formal y otros que lo hacen en el sector informal del mercado laboral. Desafortunadamente, la informalidad laboral es un fenómeno que se ha arraigado en el mercado argentino.
Si se analiza la evolución del empleo informal7 en términos absolutos, los puestos informales han disminuido con respecto al año 2003, a su vez la participación de este sector en el empleo total ha descendido sensiblemente en el año 2006. A su vez, existe una tendencia a incrementar el empleo en el sector formal, que se manifiesta sensiblemente a partir del año 2003.
7 Cabe destacar que dadas las restricciones impuestas por la EPH en el empleo sólo se consideró el trabajo asalariado.
Diversos estudios con respecto a la informalidad laboral coinciden al identificar al grupo de trabajadores que se desempeña en el sector informal: la coincidencia se da en el grupo de trabajadores con menor experiencia y menor nivel educativo; por ende, en el sector informal hay una gran proporción de jóvenes debido a su poca experiencia y en algunos casos escasa educación.
A su vez, con el transcurso del tiempo, se han ido dando diferentes circunstancias que han generado la inserción de las mujeres, junto con los jóvenes, en el sector informal. De hecho, la existencia de una elevada incidencia de la informalidad entre las mujeres es una característica inherente a los países latinoamericanos en general, y particularmente a Argentina. Existen al menos tres circunstancias que han contribuido a dicho fenómeno; la primera es el aumento en la oferta de mano de obra femenina debida en parte al incremento en la tasa de matriculación femenina en las escuelas durante las últimas tres décadas. La segunda es la disminución en los ingresos de las familias, lo que ha hecho prevalecer el efecto del trabajador adicional sobre el del trabajador desalentado. La tercera y última circunstancia se debe a que en general la incorporación de la mujer en el mercado laboral se ha producido en un período de crisis económica (o recesión); por lo que las mujeres encuentran empleos predominantemente en el sector informal (que son los que más se generan en este momento del ciclo económico) y por ende los empleos formales de las mujeres son más bien escasos.
Como se observa en el Cuadro 2.9, en Argentina se verifica que los menores y las personas de mayor edad (aquellas de menos de 19 años, y de más de 65 años), son las que registran un porcentaje de informalidad más elevado, tanto para hombres como para mujeres. Este hecho se repite si se considera al grupo de los jóvenes, esto es, al grupo de edad comprendido entre los 19 y los 25 años de edad, en el que las tasas de informalidad son elevadas independientemente del género considerado. Finalmente, si se considera el género, para todos los grupos de edad se verifica que las tasas de informalidad entre las mujeres son más elevadas que entre los hombres, exceptuando el grupo de los menores de edad en el que las tasas son muy similares.
Recuadro 2.1: El sistema impositivo argentino y la informalidad
Aproximadamente uno de cada tres trabajadores argentinos tiene un trabajo en el sector informal, es decir, no tiene aportes jubilatorios, obra social, aguinaldo y vacaciones. Sin embargo, detrás de estas cifras se encuentra el sistema impositivo argentino, y los impuestos que rigen sobre el trabajo.
El Cuadro 2.10 ejemplifica la situación de las empresas que no son responsables ante IVA, y los monotributistas, que no pueden compensar IVA. Se muestra la descomposición del sueldo para una remuneración bruta de $1000, compuesto por $870 de sueldo más $130 de aportes retenidos al empleado. De esta remuneración, existen conceptos que son remuneración indirecta al trabajador, tales como cobertura médica (obra social) y ahorro, que serán capitalizados en una AFJP; lo que suma 1021 pesos.
Los demás costos laborales son impuestos, que representan 24% en las grandes empresas, mientras que en el resto de las actividades suma 20%. Como los sueldos forman parte, asimismo, del valor agregado, deben pagar 21% de IVA (impuesto al valor agregado) - otros insumos sólo tributan la tasa del 21%. Sin embargo, el 20,5% o 24,4% de impuestos sobre el trabajo no son, en general, deducibles del IVA. La combinación de impuestos al trabajo e IVA maximiza los efectos de la carga impositiva: la tasa efectiva mínima suma entre 46% y 51% según la actividad productiva. En claro contraste, el empleo informal sólo tributa el 21%, si la facturación de la empresa es en blanco. El incentivo a la informalidad es claro, y se encuentra explicado por la diferencia entre una tasa impositiva efectiva de alrededor del 50% para el trabajo formal y del 21% para el empleo informal o aún menor si se subdeclara facturación.
Un claro paso hacia la regularización del empleo ha sido la simplificación del régimen de monotributo. Sin embargo, el alto grado de informalidad laboral existente en el país señala la necesidad de continuar con la simplificación, incluyendo medidas que tiendan a generar más empleo formal. Una posibilidad podría ser que se también se descuenten los impuestos laborales del IVA para estos contribuyentes, equiparando de esa manera la tasa impositiva sobre el trabajo con la de otros insumos.
2.1.11.3 Sector formal e informal en la Región Centro
En general, en el merca do laboral de la Región Centro, la economía informal es de importancia. En algunas ciudades representa alrededor del 50% de su mercado laboral (v.gr. Concordia). En otras ciudades es sensiblemente menor, aunque todavía elevada, tal es el caso de Santa Fe y Paraná, cuya mano de obra informal representa menos del 40% del mercado laboral.
2.1.11.4 Tasas de empleo en el sector informal en la Argentina
Las tasas de empleo en el sector informal del mercado laboral son muy dispares entre las provincias argentinas. Sin embargo, cuando se agrupa a las provincias en función de que la tasa de empleo informal sea superior o inferior a la tasa promedio nacional es notable cómo un grupo de provincias se concentra en la zona norte y el otro en la zona sur del país. En particular, la masa de provincias situadas en la zona norte argentina son aquellas que tienen una tasa de empleo informal superior al promedio nacional. Por otro lado, las provincias agrupadas en la zona sur de Argentina, incluyendo la provincia de Santa Fe, son las que exhiben una tasa de empleo informal menor a la tasa de empleo informal promedio del país.
2.1.11.5 La informalidad y los salarios
A pesar de la evolución favorable observada en términos de creación de puestos de trabajo, existe una notable disparidad en términos salariales entre el sector formal e informal de la economía argentina. De hecho, el salario formal nominal se ha más que duplicado desde el año 2001, pasando de $718 en diciembre de 2001 a $ 1.550 en agosto de 2006. Contrastando con esta evolución, el salario informal sólo ha crecido 47%, pasando de $348 a $512 en agosto de 2006. Dado este ritmo de crecimiento del salario formal y del salario informal, la brecha salarial que existe entre el sector formal e informal de la economía tiende a incrementarse cada vez más. De hecho, en diciembre del año 2001 el salario formal ascendía a dos veces el salario informal, mientras que en la actualidad el nivel de salario formal es tres veces el informal.
A pesar de que el salario promedio de ambos sectores ha crecido sustancialmente desde la devaluación, sólo el sector formal de la economía ha logrado recomponer el salario real, con niveles actuales que superan sustancialmente el nivel pre-crisis (es un 17% mayor al nivel salarial real promedio de diciembre de 2001). En claro contraste, los salarios reales del sector no registrado se mantienen aún estancados en un nivel que resulta un 20% inferior al observado en el año 2001.
Este hecho evidencia que el sector informal de la economía es, en gran parte, responsable por la exitosa recuperación económica que el país ha llevado a cabo, dado que ha soportado en gran medida el peso de la devaluación, en términos de pérdida de poder de compra que se mantiene hasta la actualidad.
Un análisis del salario formal e informal en las provincias argentinas muestra que existen marcadas diferencias regionales. La tasa de variación de los salarios informales, entre el año 2004 y el año 2005, ha evolucionado de manera diferente en las provincias argentinas. La provincia en donde más ha crecido el salario informal es en Tierra de Fuego (63%), en segundo lugar se ubica la provincia de Salta (42,8%) y en tercer lugar la provincia de Formosa (35,4%). Es evidente que no existe un patrón de crecimiento en función de la ubicación geográfica de las provincias ya que la primera está en el sur argentino y las otras dos en el norte del país.
La tasa de crecimiento promedio de los salarios informales para el país es de 19,8%. Se observa a través del Cuadro 2.12 que en 13 de las 22 provincias analizadas se ha experimentado una tasa de crecimiento de los salarios informales que ha superado a la tasa promedio. Sin embargo, existen provincias en las que la tasa de crecimiento ha sido menor al promedio, como así también provincias en las cuales los salarios en el año 2005 han sido menores a los salarios en el año 2004 (tasas de crecimiento negativas). La tasa de crecimiento ha sido menor al promedio en las provincias de Córdoba, Buenos Aires, San Luis, Corrientes, Tucumán, Catamarca y San Juan. Por su parte, Chubut y Santa Cruz han sido las provincias en las que el nivel de salario informal ha disminuido con respecto al año 2004.
Si se realiza el mismo análisis con respecto al salario percibido en el sector formal del mercado laboral se observa que las tasas de crecimiento son menores que las del salario informal. Al ordenar las tasas de manera descendente, las provincias que se ubican en los primeros puestos son Córdoba (36,5%), Entre Ríos (27,9%), Resistencia (27,9%) y Jujuy (27,2%). La tasa de cre cimiento promedio de los salarios percibidos en el sector formal para el país fue de 23,7%, siendo nueve las provincias que crecieron a una tasa superior a la misma. Como se observó en los salarios informales, en el caso de los salarios formales también existen provincias que han experimentado una tasa de crecimiento del salario menor al promedio. Tal es el caso de San Juan, Mendoza, Corrientes, Tierra del Fuego, Neuquén, San Luis, La Rioja, Formosa, Santiago del Estero, Posadas, Salta y La Pampa. Aquí es posible destacar que tampoco es posible observar ningún patrón de crecimiento en función de la ubicación geográfica de las provincias. Sólo la provincia de Buenos Aires ha sido exhibió salarios formales menores en el año 2005 con respecto al año 2004.
Finalmente, se observa que no existe ninguna relación entre el crecimiento de los salarios formales e informales, ya que existen provincias (como por ejemplo Tierra del Fuego) en donde el crecimiento del salario informal ha sido tres veces superior al del salario informal, o bien provincias como Chubut y Santa Cruz en donde el salario informal ha caído y el salario formal ha crecido a una tasa superior a la tasa promedio nacional.
Recuadro 2.2: ¿Quiénes son los informales exitosos?
Las personas asalariadas que se encuentran empleadas en el sector no registrado de la economía,
se pueden definir como informales exitosos cuando sus salarios promedio superan el nivel de salario promedio percibido por las personas empleadas en el sector registrado del mercado laboral (véase Freije 1999). Es decir, cuando un empleado del sector no registrado percibe un salario que es superior al salario promedio del sector registrado es considerado como informal exitoso.
Estos trabajadores tienden a tener más educación que los trabajadores informales promedio, aunque menos que los trabajadores formales. También cuentan con mayor experiencia que los trabajadores formales y que otros informales.
En el Cuadro 2.13 se observa que la participación de los informales exitosos en el total de informales del país ha disminuido sostenidamente en el período 2001-2006. A pesar que la participación de los informales exitosos ha crecido en el año 2006 con respecto al año 2005, la misma sigue siendo una proporción baja comparada con la del año 2001. Con respecto al salario promedio percibido en el sector no registrado, el valor promedio en el período analizado es de $1.310, exhibiéndose en la actualidad el valor máximo de la serie. Por su parte, el salario percibido en el sector formal es de $836 en promedio, registrándose también el valor máximo de la serie en el primer trimestre del año 2006.
Sin embargo, la brecha existente entre los informales exitosos y los formales se ha reducido: mientras que la misma llegó en el año 2003 a representar un 84%, en la actualidad los informales exitosos sólo obtienen un ingreso que es 36% superior a aquel del promedio de los formales.
2.1.11.6 La regresividad de la informalidad
Una noción que adquiere relevancia al analizar el empleo no registrado es no sólo qué evolución tiene el salario del sector registrado visà-vis el salario del sector no registrado, o qué porcentaje de argentinos se encuentran actualmente en la informalidad, sino cómo se distribuye la misma entre los distintos estratos socioeconómicos.
De hecho, si se analiza la incidencia de la informalidad de los asalariados, se encuentra que la misma se encuentra altamente concentrada entre los pobres, y no es un fenómeno que afecte de manera similar a todo el mercado de trabajo. Este hecho se debe a que existe segmentación en el mercado laboral, donde coexisten dos tipos de empresas: grandes, que ocupan personal altamente calificado en condición de empleo formal, y empresas medianas y pequeñas, que emplean mano de obra de escasa calificación, predominantemente en forma de empleo informal con salarios bajos. De esta manera, para avanzar en términos de distribución del ingreso se precisa mejorar la empleabilidad de las personas, entendida como la capacidad de estar empleado en relación de dependencia, y además avanzar en términos de la capacidad de las personas de estar empleado cumpliendo con la legislativa laboral vigente. En este sentido, la mejora de la calidad y cobertura educativa es clave, ya que permitiría avanzar no tan sólo en términos de equidad laboral, sino además en términos de una mejora en la distribución del ingreso.
2.1.11.7 El desempleo en el sector formal y en el sector informal
A su vez, otro factor que refleja la vulnerabilidad del sector informal de la economía es la tasa de desempleo desagregada por el sector que le dio origen. Concretamente, si se descompone la tasa de desempleo de Argentina, se encuentra que para el primer trimestre del año 2006, nueve de cada diez personas desocupadas provienen del sector informal, esto es, su último empleo fue en una ocupación donde no contaba con aportes jubilatorios. Más específicamente, si se considera la distribución geográfica de las personas desempleadas en el país, es posible observar que para los principales aglomerados del país (Ciudad de Buenos Aires, Gran Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, La Plata y Mar del Plata) la mayor contribución a la tasa de desempleo la efectúa el sector informal, debido a que las tasas de desempleo de dicho sector son sensiblemente mayores que las observadas para personas que han sido dadas de baja del sector formal de la economía. La diferencia entre las tasas de desempleo de cada uno de los sectores es alta; en algunos casos el diferencial excede los 15 puntos porcentuales (La Plata, Rosario y Mar del Plata).
2.1.11.8 La educación y la informalidad
El nivel educativo de las personas está directamente relacionado con el sector del mercado laboral en el que se encuentra inmerso el trabajador. En particular, la oferta laboral del sector formal de la economía se encuentra mayoritariamente conformada por personas que tienen más años de estudios. Sin embargo, quienes tienen menor calificación no tienen opción y deben aceptar empleos informales, con salarios bajos, sin seguridad legal, ni aportes a la seguridad social.
La participación de personas con nivel de educación primario y secundario (tanto en el sector formal como en el sector informal) no ha sufrido modificaciones de importancia en el año 2006 con respecto al año 1998. Sin embargo, las personas con nivel de educación universitario y estudios de postgrado han aumentado sensiblemente su participación en el sector formal, mientras que la participación en el sector informal se ha mantenido relativamente invariable.
Políticas que tiendan a mejorar el nivel educativo, y la calidad de la enseñanza resultan de una importancia crucial en el mercado laboral, dado que existe una relación estrecha entre el nivel educativo alcanzado por la persona y el nivel de ingresos obtenido por esta.
De hecho, a medida que se asciende en los quintiles de ingreso, el nivel educativo promedio de los individuos (medido en años de estudio) es superior. A su vez, es posible observar que un individuo necesita para mantenerse en un determinado quintil de ingreso más años de estudio con el transcurso de los años.
Por ejemplo, en el año 1998 un individuo con siete años de educación se ubicaba en el primer quintil (el de menores ingresos), mientras que en el año 2005 con ocho años de educación se todavía sitúa en el mencionado quintil.
No tan sólo existe una relación directa entre el nivel educativo y los ingresos, sino que además, las tasas de desempleo crecen a medida que los deciles de ingreso son menores. Esta distribución indica que en la actualidad las personas sin empleo son principalmente las que corresponden a los deciles más bajos.
Si bien la tasa de desempleo para todos los deciles de ingreso en el año 1998 fue mayor que la del año 2006, la distribución del desempleo a lo largo de los deciles ha cambiado: el desempleo en el año 2006 se encuentra concentrado principalmente en los cinco primeros deciles.
Recuadro 2.3: Capital Humano y la función minceriana de ingresos
El concepto de capital humano ha sido utilizado en la literatura económica por más de doscientos años. Ya en el año 1776, Adam Smith señalaba la importancia de las habilidades humanas como un determinante de la riqueza de las naciones. Durante los años 60 un grupo de economistas desarrolló el concepto, entre ellos, las referencias clásicas son Schultz y Becker8. Desde su punto de vista, el capital humano se define como la inversión en varias actividades tales como educación, "on-the-job training", migraciones y salud que aumentan la productividad laboral de la persona. Becker identifica a la educación y "on-the-job training"como las formas más importantes de invertir en capital humano. Acorde a este autor, la característica principal que distingue a la inversión en capital humano de otros tipos de inversiones en capital es que mientras la última puede ser separada de la persona, la primera no. Es decir que la característica distintiva del capital humano es que está incorporado en la persona y no puede existir independientemente de la misma.
El presente análisis se focaliza en el hecho que el capital humano es una de las características que aumenta la productividad del ser humano. Por ende, se adopta la definición que afirma que el capital humano se puede medir mediante la educación formal alcanzada por la persona, lo que implica que cuando ésta invierte en educación espera que la misma retorne en salarios más altos o en algún otro tipo de recompensa.
La forma más usual de cuantificar los determinantes de los ingresos de los individuos, es decir, de determinar los rendimientos que se obtienen por invertir en capital humano, es la ecuación de ingresos de Mincer (1970), que se define como:
lnY= β0+ β1 edu + β2 exp + β3 exp 2 + ε
La ecuación relaciona el logaritmo natural de los ingresos del individuo con la inversión en capital humano, es decir los años de educación (edu) y la experiencia laboral (exp). La variable dependiente lnY mide el logaritmo de los ingresos de los individuos en la ocupación principal. Las variables independientes son la educación (edu) y la experiencia laboral (exp), éstas se expresan en años y se espera que tengan un efecto positivo sobre la variable dependiente dado que tanto los años de estudio como los años de educación aumentan el ingreso de los individuos.
En el Cuadro 2.14 se observan los rendimientos observados para Argentina y Córdoba:
Los rendimientos asociados a un año adicional de educación y los asociados a un año adicional de experiencia laboral en Argentina y Córdoba son similares. Es decir un año adicional de estudios aumenta el ingreso de las personas en un 11% tanto en Argentina como en el caso particular de Córdoba. Con respecto al impacto de un año adicional de experiencia en general laboral, en ambos casos se espera que el ingreso aumente en 5%.
El coeficiente de la variable exp2 es negativo para Argentina y Córdoba. Dicho signo coincide con lo predicho por la teoría del capital humano, dado que representa la relación parabólica existente entre el ingreso y la edad. Por su parte, el coeficiente de la variable exp*edu indica que el ingreso de quienes ganan más no depende necesariamente de que las personas tengan un alto grado de educación y experiencia a la vez.
Si se realizan las estimaciones con mayor grado de desagregación, es decir, teniendo en cuenta las regiones geográficas argentinas se obtienen los siguientes resultados:
8 Las obras clásicas son: Theodore W. Schultz (1961), Investment in Human Capital y Gary S. Becker (1964), Human Capital: A Theoretical and Empirical Analysis, with Special Reference to Education.
En la región Nordeste de Argentina es en la zona en la cual un año adicional de educación posee asociado un mayor rendimiento (rendimiento marginal de 14%). En Cuyo, sin embargo, es en la región donde un año adicional de estudios tienen menor impacto sobre los ingresos (rendimiento marginal de 9%). Con respecto al rendimiento asociando a un año adicional de experiencia laboral tanto en las regiones Cuyo y Pampeana como en la Ciudad de Buenos Aires el rendimiento asociado es similar, aproximadamente un 4%. Las regiones en las cuales un año adicional de experiencia laboral tiene mayor impacto sobre los ingresos son Noroeste y Patagónica (aproximadamente 5,5%).
Con respecto a las variables exp2 y exp*edu en todas las regiones argentinas los coeficientes exhiben el signo esperado.
Región Centro
Resulta interesante comparar cómo se valoran los recursos humanos en la Región Centro. Es decir, analizar si en términos de valoración de recursos humanos Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe conceden la misma importancia y reconocimiento a las personas con ansias de prosperar y capacitarse.
Entre Ríos es la provincia en donde más rinde un año adicional de educación (12,2%) inclusive cuando se lo compara con el promedio nacional (11,2%). En segundo lugar se encuentra la provincia de Santa Fe (11,3%) y en última posición la provincia de Córdoba en donde un año adicional de educación rinde sólo un 8,2%.
Con respecto a un año adicional de experiencia laboral, en Santa Fe es en donde más se reconoce que el empleado tenga años adicionales de experiencia laboral ya que un año adicional rinde 5,9%, rendimiento que es aún mayor que el promedio nacional (5,06%). En segundo lugar se encuentra la provincia de Entre Ríos (4,4%) y finalmente Córdoba (3%). En general, es posible concluir, que en el marco de la Región Centro, la provincia de Córdoba es la que valora en menor medida los recursos humanos.
A modo de síntesis, vale la pena destacar que es de fundamental importancia generar una oferta de empleo con un nivel técnico de excelencia, de modo tal que sea factible mantenerse en el sendero de crecimiento económico que transita el país. Para que este hecho se lleve a cabo, debe ser una prioridad la generación de políticas públicas que, acompañadas por el sector privado, tiendan a invertir en capital humano (educación) para capacitar a la mano de obra en el marco de los requerimientos de la demanda laboral.
2.2. La pobreza en Argentina
Uno de los efectos que tuvo la crisis económica del año 2001 fue el crecimiento de manera sostenida de la pobreza, a la par de un incremento en la desigualdad en la distribución de la riqueza, fruto del desempleo, la subocupación y la precarización del trabajo. stos fueron resultado de dos fenómenos que se encontraban presentes en la economía argentina: el incremento del empobrecimiento por ingresos de los que ya padecían la pobreza estructural y la expansión de la pobreza sobre otras franjas de la sociedad que no la sufrían: la clase media y media-baja. Esto es, la población pobre se extendió, haciéndose a la vez más heterogénea.
La política económica y social debe tener como objetivo prioritario la reducción de la pobreza y mejorar los estándares de vida de la población. Sin embargo, no existe consenso en la manera en que dicha reducción debería llevarse a cabo.
Un pensamiento económico que tuvo un impacto significativo durante la década de los 90 ha sostenido que el crecimiento genera un efecto derrame por medio del cual los frutos del crecimiento económico se redistribuyen a mediano plazo, hacia aquellos ubicados en la base de la estructura social (los más pobres), reduciendo de este modo la pobreza; mientras que la desigualdad es representada como la mera asimetría entre los propietarios de los factores productivos, pero no es vista como un factor que podría afectar ni el crecimiento ni la lucha contra la pobreza.
Hacia fines de los años 90 y primeros años del 2000, fue posible ver en Argentina cómo el crecimiento económico acompañado de un empeoramiento en la distribución del ingreso generó más pobreza. En la actualidad, se ha retornado a la idea que tanto la reducción de la pobreza como el crecimiento económico dependen del esquema de distribución del ingreso que prevalezca en el país, y por ende, la erradicación de la pobreza es función tanto de la estrategia de crecimiento elegida, como del esquema de distribución del ingreso que opere en la economía. Este tema, lejos de ser un debate teórico, cobró central importancia en el año 2001. De hecho, el colapso de la convertibilidad no fue un mero cambio de paridad cambiaria, sino que estuvo además marcado por la fuerte regresividad de la distribución del ingreso, como había ocurrido hacia fines de los 80. Una respuesta inmediata a estos serios problemas de distribución del ingreso fue la creación del Programa Jefes de Hogar, que comenzó a gestionarse a principios del año 2002, y benefició a más de dos millones de personas.
Las políticas de ingresos, en particular el continuo incremento del salario mínimo y la promoción de la negociación colectiva, cumplen un rol central para cambiar el patrón de crecimiento de la economía. A pesar del buen desempeño evidenciado en el mercado laboral, los indicadores de ingresos de los hogares, en forma conjunta con los indicadores de pobreza e indigencia ponen de relieve el hecho que el país continúa atravesando una situación social frágil. Las políticas macroeconómicas y sociales implementadas han tenido, sin duda, un impacto importante en el corto plazo, aunque todavía no son suficientes para revertir el esquema de desigualdad imperante, y a la vez, erradicar la pobreza en la que hoy se encuentran sumidos 1.636.000 hogares, lo que implica 7.390.000 argentinos.
2.2.1 La medición de la pobreza
La pobreza es un fenómeno multidimensional, y por ende, existen métodos alternativos que dan cuenta de las diversas dimensiones características de la misma. En general, para medir la pobreza, se siguen dos enfoques: el método directo y el método indirecto.
El método directo, también conocido como necesidades básicas insatisfechas, identifica al conjunto de hogares que no logra cubrir alguna de sus necesidades básicas. En este caso, la pobreza y la magnitud de la misma se miden por el acceso de los hogares a necesidades consideradas básicas 9.
Mediante el método indirecto, también llamado enfoque del ingreso, con el que tradicionalmente se mide la pobreza, se calcula un umbral de ingresos (o línea de pobreza) por encima del cual se satisfacen todas las necesidades básicas. La pobreza implica, por lo tanto, carencia de ingresos respecto de la línea de pobreza. Mediante el método indirecto se puede medir tanto la pobreza absoluta como la pobreza relativa.
El concepto de pobreza absoluta sostiene que existe un núcleo de privación absoluta, y si el mismo no se satisface, se considera que existe condición de pobreza. Este es el método que utiliza la CEPAL, y países como EEUU, México, Uruguay, y Chile, entre otros, para medir la pobreza. Por el contrario, el concepto de pobreza relativa postula que las necesidades humanas no son inalterables, sino que más bien varían tanto acorde a cambios sociales, como en función de la oferta de productos en el contexto social; por lo que en última instancia las necesidades dependen del nivel de ingresos de la economía. Este criterio es el que utiliza la Unión Europea, considerando pobres a los individuos cuyos ingresos se encuentran por debajo de la mitad del promedio de los de la Unión.
En Argentina se utiliza el método indirecto, siguiendo el concepto de pobreza absoluta. Un hogar es considerado pobre si la suma de los ingresos percibidos por todos los miembros de su hogar resulta inferior a la línea de pobreza. La idea sobre la que se sustenta el enfoque es evaluar si los recursos con los que cuenta el hogar permiten solventar un presupuesto que refleje la adquisición de aquellos bienes y servicios que posibiliten a sus miembros vivir dignamente en sociedad.
El punto de partida de la metodología empleada surge del cómputo del valor de una Canasta Básica de Alimentos (CBA), que incluye un conjunto de alimentos que satisfacen necesidades nutricionales básicas. El valor monetario de dicha canasta corresponde a la línea de indigencia.
Para determinar dicha canasta, se toman en cuenta requerimientos nutricionales mínimos que difieren acorde a la edad, el género y la actividad física que desarrolla la persona, tomándose como unidad de referencia los requerimientos normativos kilocalóricos y proteicos imprescindibles para que un hombre adulto, de entre 30 y 59 años, de actividad moderada (denominado "adulto equivalente"), cubra durante un mes; y a partir de esta unidad, se confeccionan equivalencias de acuerdo con la edad, el género y la actividad de las personas.
El componente no alimentario (bienes y servicios) de la línea de pobreza se calcula de manera indirecta, ampliando la CBA de manera agregada, considerando que la participación relativa del componente no alimentario debe ser la misma que los gastos no alimentarios tienen en la población.
2.2.2 Pobreza e indigencia en Argentina
La composición de la población argentina se presenta en el Gráfico 2.29. La población indigente, es decir, aquellas personas que no alcanzan a comprar la canasta básica alimentaria, representa 11% de la población total. A su vez, el número de indigentes ha crecido sustancialmente en los últimos doce años (en 1993 sólo representaba 3% de la población)10.
9 Se consideran hogares con necesidades básicas insatisfechas a aquellos hogares en los que está presente al menos uno de los siguientes indicadores de carencias: hogares con hacinamiento crítico; o que habitan en una vivienda precaria; o que no tienen retrete; tienen algún niño en edad escolar que no asiste a la escuela; o que tienen cuatro o más personas por miembro ocupado cuyo jefe tiene bajo nivel de educación.
10 La relación entre los gastos alimentarios y los gastos totales observados se denomina Coeficiente de Engel. Se parte, por ende, del gasto normativo en alimentación y se lo multiplica por la inversa del coeficiente de Engel en la población de referencia, obteniendo la Canasta Básica Total.
Con la mejoría evidenciada en la situación de pobreza en los últimos años, sería menester focalizar las políticas gubernamentales en aquellos segmentos de la población que se encuentran cercanos a la línea de pobreza. A este grupo, definido como aquellos que se encuentran comprendidos en un intervalo de entre 0,75 y 1,25 veces la línea de pobreza, se lo conoce como grupo vulnerable. El porcentaje que representa este grupo también ha crecido a lo largo del tiempo, demostrando la fragilidad de la composición social en Argentina.
Finalmente, también es posible distinguir a los pobres crónicos, es decir, a aquellos comprendidos entre el grupo vulnerable y los indigentes. En general, la empleabilidad de este grupo hace que su situación de pobreza sea más permanente que aquella del grupo vulnerable, pero menos crítica que la de los indigentes.
2.2.3 Evolución de la pobreza
Para separar a los pobres de los indigentes, se ha definido como pobres no indigentes a las personas que no tienen acceso a la canasta básica total, es decir, a quienes perciben un nivel de ingreso inferior al costo de la canasta básica total de cada mes pero que sí tienen acceso a la canasta básica alimentaria. Con el mismo criterio es posible definir a los indigentes, que se caracterizan por vivir en peores condiciones que los pobres no indigentes ya que perciben un ingreso mensual que no les permite acceder a la canasta básica alimentaria.
El número de personas pobres no indigentes en el año 2001 fue el menor de los últimos cinco años. Asimismo, el menor registro de personas indigentes también se observó en dicho año. Sin embargo, entre el año 2001 y el año 2002 se experimentaron las mayores tasas de crecimiento en ambos indicadores: la pobreza creció un 43,9% y la indigencia un 185%.
En los últimos tres años, el número de personas pobres no indigentes e indigentes ha disminuido levemente pero aún no se han alcanzado los niveles mínimos experimentados en el año 2001: en el período 2003-2006 la pobreza ha disminuido en 24,2% y la indigencia en 54%.
En la actualidad existen en Argentina aproximadamente 4.761.000 personas pobres no indigentes, es decir que tienen acceso a la canasta básica alimentaria pero no a la canasta básica total (perciben más de $392 pero menos de $862 mensuales) y 2.629.000 personas indigentes (cuyos ingresos son menores a $392), que no perciben un salario que les permita cubrir los requerimientos calóricos.
2.2.4 Los precios y la pobreza
2.2.4.1 El IPC y las variaciones de los precios
El análisis de cómo afectan los incrementos de precios según los niveles de ingreso de la población es importante, ya que evidencia cómo impactan diferencialmente los mismos acorde a la estructura de consumo del nivel socioeconómico considerado. El cuadro 2.17 muestra la ponderación de cada rubro en el IPC 11, y la variación de los precios en el período comprendido entre diciembre de 2005 y junio de 2006. A su vez, se presenta la ponderación de cada rubro en el gasto de las personas del primer y último quintil de ingresos, y la variación de los precios en el período analizado.
Como se observa en el Cuadro 2.17, mientras los más pobres destinan una gran parte de su ingreso a la compra de alimentos y bebidas (46,6%), las personas con ingresos más altos destinan una parte menor de sus ingresos a este rubro (23,3%). Normalmente, se esperaría que este rubro sufriese los mayores incrementos. Sin embargo, aparentemente los acuerdos de precios llevados a cabo por el gobierno han surtido efecto, dado que el rubro Alimentos y bebidas es uno de los rubros que menos variación ha sufrido en el primer quintil. De esta manera, a diferencia de otros años, el aumento de precios ha protegido a los más pobres, dado que en el rubro Alimentos y bebidas es en el que más gasta esta fracción de la población. A su vez, los otros capítulos que tienen alta participación en la estructura de consumo de los más pobres, son asimismo los que experimentan menor variación: Transporte (16% de la canasta, sólo 1% de variación) y Vivienda (11% de la canasta, 2% de variación).
Como contrapartida, los gastos del sector más pudiente de la población que más han variado son Educación e Indumentaria (13% y 10% respectivamente); nótese sin embargo que dichos capítulos representan una proporción baja en su estructura de gastos (5%).
11 El IPC mide los cambios en los precios a través del tiempo de un conjunto de bienes y servicios. Sin embargo, la estructura de ponderaciones del IPC es fija, y se ha calculado a partir de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares.
2.2.4.2 Efecto de los incrementos de precios y salarios esperados sobre la pobreza y la indigencia
El aumento en los precios tiene una consecuencia lógica sobre el salario real: lo deteriora. Sin embargo, dado que los asalariados no están dispuestos a asumir una disminución en el salario real, se generan pugnas distributivas. Si los precios no se ajustan rápidamente, este incremento en los salarios podría afectar sensiblemente el número de pobres e indigentes que hay en Argentina, en particular, debido a la gran cantidad de personas que cobran un sueldo muy cercano al valor de las canastas con las que se determina el número de pobres e indigentes.
En el mejor escenario para comienzos de 2007, con una inflación de 11% y un ajuste de salarios del sector informal de 16%, y de 19% en el sector formal, el número de pobres se reduciría en 458.607, y el número de indigentes se reduciría en 247.704 personas. Como contrapartida, existe un escenario pesimista para la sociedad argentina: un ajuste salarial en el sector informal más bajo (5%), y una inflación alta (13%). Este escenario implica un incremento en la pobreza, con 540.301 nuevos pobres, y un incremento también en la indigencia, con 630.623 nuevos indigentes.
2.2.5 La pobreza y las regiones de Argentina
Argentina es un país con marcados contrastes a lo largo del territorio, y este hecho se refleja también en la pobreza. La región Noreste de Argentina, a pesar de ser una de las regiones más ricas en recursos naturales, es la más pobre del país con 51% de personas pobres y 21% de indigentes. En esta región aproximadamente la mitad de las personas viven en condiciones de pobreza; en particular Chaco tiene 55,6% de pobres y 30,5% de indigentes; en Corrientes los pobres representan el 51% de las personas, en Formosa el 48 % y en Misiones, el 47% de las personas.
A pesar de que se verifican mejoras en determinados aglomerados urbanos en la situación de pobreza, la situación social continúa siendo preocupante, en particular, debido a que estos aspectos sociales contrastan con la riqueza de los suelos cultivables, el clima favorable y las reservas de agua dulce; en síntesis, contrasta con la abundancia de recursos naturales de la zona.
La región Noroeste argentina también presenta elevados índices de pobreza, ya que en promedio esta zona tiene 45,8% de pobres y 15,4% de indigentes. Se destaca Jujuy, con una proporción de pobres de 48,9%, seguido por Catamarca (48,4%) y Tucumán (47,9%). Las regiones Pampeana, Gran Buenos Aires y Cuyo se sitúan en un nivel promedio de pobreza, con 27,5%; 29,4% y 30% de pobres respectivamente. Sin embargo, es preciso aclarar que en el caso del Gran Buenos Aires este promedio esconde marcadas asimetrías. De hecho, mientras que 12,6% de la población en la Ciudad de Buenos Aires es pobre, en los partidos de GBA los pobres representan el 34,5% de los habitantes. Dada la alta concentración de habitantes en esta zona de Buenos Aires el número de pobres es sumamente elevado: 3.328.411 de personas. Finalmente, las provincias de la región Patagónica son las que menos pobres tienen entre su población, destacándose las provincias de Tierra del Fuego (5,6% de pobres) y Santa Cruz (6,9% de pobres).
2.2.6 Región Centro
La Región Centro evidencia niveles de pobreza que se asemejan al promedio nacional. La ciudad que más pobres posee es Concordia, con 38,8% de pobres, y le siguen Paraná y Santa Fe, con 33,5% y 33,4% de pobres, respectivamente.
El Gráfico 2.31 muestra la evolución de la pobreza en las principales ciudades de la Región Centro. Como se observa, en todas las ciudades hubo un marcado aumento en la pobreza como consecuencia de la crisis económica, y a partir del año 2003 esta tendencia se revierte, con una disminución notable en la misma. De hecho, como consecuencia de la reactivación económica y el mayor empleo, todas las regiones han disminuido prácticamente a la mitad el número de pobres.
Un comportamiento similar se evidencia en la evolución de la indigencia en las principales ciudades de la región: los valores máximos de indigencia se presentaron en el año 2002 (excepto en Rosario, que alcanzó su pico en el año 2003), y a partir del año 2003 el indicador mejora sensiblemente, llegando en algunos casos al dígito de indigencia. La ciudad que más ha mejorado su situación ha sido Concordia, que pasó de tener 45% de indigentes en el año 2002, a tener 15% de indigentes; sin embargo, continúa siendo en forma conjunta con Santa Fe la ciudad más afectada por la indigencia.
2.2.7 Necesidades básicas insatisfechas
Una forma alternativa de medir la pobreza en Argentina es mediante las necesidades básicas insatisfechas (NBI). A diferencia de las líneas de pobreza y de indigencia analizadas que proveen información de alta periodicidad, el enfoque de las necesidades básicas insatisfechas sólo se encuentra disponible a partir de datos censales; por ende, dada la falta de actualidad de los datos, este enfoque no se utiliza frecuentemente. Sin embargo, provee de una visión integral de la pobreza, dado que se consideran diversos aspectos de la misma para su medición, a la vez que se releva a toda la población del país para medirla (no sólo a la población urbana que releva la EPH).
Se considera que los hogares con necesidades básicas insatisfechas son aquellos que presentan al menos una de las siguientes condiciones de privación:
Hacinamiento crítico:hogares con más de tres personas por cuarto.
Vivienda:hogares que habitan una vivienda de tipo inconveniente (pieza de inquilinato, vivienda precaria u otro tipo, lo que excluye casa, departamento y rancho).
Condiciones sanitarias:hogares que no tienen retrete.
Asistencia escolar:hogares que tienen al menos un niño en edad escolar (6 a 12 años) que no asiste a la escuela.
Capacidad de subsistencia:hogares que tienen cuatro o más personas por miembro ocupado, cuyo jefe no hubiese completado el tercer grado de escolaridad primaria.
Como se observa en el Gráfico 2.33, las necesidades básicas insatisfechas se distribuyen de manera irregular a lo largo del país. En la zona más pobre del país (zona norte), se concentra la proporción más alta de necesidades básicas insatisfechas (más de 20%).
A pesar de lo desigual que se distribuye el porcentaje de necesidades básicas insatisfechas a lo largo del país, existe un factor altamente positivo en la evolución temporal de las mismas: en los últimos veinte años, las necesidades básicas insatisfechas han disminuido sustancialmente en todas las provincias del país. Queda, sin embargo, mucho por hacer en la reducción de las NBI; se debe trabajar especialmente en la reducción de las asimetrías existentes a lo largo del país (nótese que mientras que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires las NBI representan sólo el 7,1%, en Chaco y Formosa representan 27,6% y 28%, respectivamente).
2.2.8 Medidas para reducir la pobreza
Para reducir en forma sostenible la pobreza, es menester llevar a cabo políticas que se focalicen en dos áreas principales. La primera, es la implementación de políticas que lleven a un patrón de crecimiento sostenido, con un nivel más alto de empleo por unidad de producto. La segunda, es llevar a cabo una mejora en el acceso que tienen los pobres a los servicios básicos, que incrementaría no tan sólo su bienestar general sino también su capital humano, su productividad, y su habilidad para competir en un mundo crecientemente globalizado.
El generar crecimiento que sea intensivo en el factor trabajo, es decir, generar políticas macroeconómicas que permitan un rápido, pero a la vez estable crecimiento sin inflación es un primer paso esencial en la reducción de la pobreza.
A su vez, el incremento en el acceso a los servicios -en particular la mejoría de tanto el acceso a la educación básica disponible para los pobres, como la calidad de la misma- y la ampliación del acceso a la educación secundaria y terciaria de este grupo socioeconómico, son pasos esenciales en la reducción de la pobreza. Esto es así debido a que uno de los problemas clave en Argentina es que los niños y jóvenes de las familias pobres tienden a abandonar la escuela en forma temprana.
A pesar de que la situación en el sistema de salud es menos crítica, existe una clara división en el sistema sanitario: mientras que los trabajadores formales tienen acceso a obras sociales, los pobres y los trabajadores informales deben utilizar los hospitales públicos. El gobierno debería focalizarse en incrementar la eficiencia en los hospitales públicos, prestando especial atención a que las reformas implementadas no impliquen una reducción en los servicios hacia los pobres.
Asimismo, los programas existentes de atención a la maternidad y a la salud infantil precisan ser expandidos y ligados a programas de salud reproductiva para disminuir la alta tasa de fertilidad entre los pobres.
Las deficiencias en infraestructura disminuyen la productividad de los más pobres, a la vez que limitan el desarrollo de los recursos humanos. La provisión de servicios tales como agua potable, caminos pavimentados, y en general, servicios que aseguren condiciones sanitarias adecuadas puede mejorar la salud en los barrios más pobres. Los pobres de las zonas urbanas son, además, particularmente vulnerables a los problemas de crimen y violencia, por lo que se debe prestar especial atención al mejoramiento de la protección policial y la seguridad en general, así como el acceso a la justicia.
Hay consenso en que para resolver el dilema entre la asequibilidad de infraestructura básica y su sostenibilidad financiera se requiere algún tipo de política social que proteja a los pobres de incrementos tarifarios futuros, y cuando la sostenibilidad financiera sea un hecho, el foco de la política social deberá ser la consecución de programas de conexión a la red de agua potable, de gas y de desagüe, donde todavía existen considerables déficits y en donde aquéllos que todavía no tienen acceso sufren de costos económicos y sociales considerables.
2.3. Distribución del ingreso
2.3.1 La distribución del ingreso y la desigualdad en Argentina
Aunque el concepto de desigualdad puede ser fácil de entender, intentar medirla puede ser más complicado. La desigualdad no sólo se limita al ingreso; existen desigualdades en términos del acceso a la infraestructura, a la educación y a los servicios de salud, e incluso en términos de representación política. Debido a que no hay un consenso amplio sobre cómo medir algunos de los aspectos sociales o políticos de la desigualdad, los análisis se focalizarán en la desigualdad económica.
Las reformas económicas implementadas en Argentina en los últimos años generaron sin duda alguna crecimiento económico, con beneficios en términos de estabilidad y eficiencia en el funcionamiento de los mercados. Sin embargo, dichas reformas han tenido escaso impacto sobre la distribución del ingreso. Es decir, aún con el alto crecimiento económico, la distribución del ingreso en Argentina dista mucho de ser equitativa: como se puede observar en el Gráfico 2.34, el 10% más rico de Argentina concentra el 30% del ingreso, mientras que el 10% más pobre sólo acumula el 3%, y si se considera el 20% mas rico de la población, esta proporción de la población reúne casi el 50% de los ingresos, mientras el 20% más pobre sólo tiene acceso al 10% de los ingresos.
A su vez, si se analizan los ingresos promedio de los deciles, se observa que esta tendencia se agrava a lo largo del tiempo. Esto es así, porque si se analizan las variaciones de los ingresos (Gráfico 2.35) entre el año 2005 y 2006, se observa que los mismos se distribuyen de una manera regresiva: los mayores aumentos se dan en los deciles de ingresos más altos, mientras que los menores incrementos se dan entre los más pobres. Se consolida, por ende, una tendencia a la polarización de los ingresos cada vez mayor, y por lo tanto se precisan medidas activas de política para revertirla.
La curva de Lorenz es un instrumento gráfico de uso extendido en el análisis de la desigualdad de ingresos por la cual se ordena a la población según su ingreso, graficando para cada porcentaje acumulado de población su correspondiente fracción acumulada de ingreso.
El Gráfico 2.36 muestra la curva de Lorenz para la distribución del ingreso del año 2006 comparada con la del año 1974. Como se observa, la curva de Lorenz del año 1974 se posiciona siempre por encima de la del año 2006, indicando que en cada decil de ingresos de las personas más pobres, la participación en el ingreso fue siempre mayor en el año 1974 que en el año 2006, y que las personas más ricas participan más en el ingreso en el año 2006 que en el año 1974. Por lo tanto, la desigualdad ha aumentado sustancialmente en los últimos treinta años.
Un indicador comúnmente empleado para medir el grado de concentración del ingreso en una sociedad es el coeficiente de Gini. El coeficiente asume valores que están comprendidos en el intervalo cero - uno, donde los resultados más altos indican una mayor concentración, es decir una distribución menos igualitaria.
En Argentina, se observa un retroceso particularmente rápido en la equidad, especialmente en los años de la crisis económica. Sin embargo, se observa que luego de la crisis económica ha habido una disminución en la desigualdad, que ha logrado revertir la situación a aquella observada en el año 2000, probablemente debido a que aquellas personas que cayeron en la pobreza durante la crisis, lograron revertir su situación gracias al reciente dinamismo económico.
Este hecho se confirma si se analizan otros indicadores para medir la desigualdad de ingresos: la mediana del decil 10/decil 1 (es decir de los ingresos de los más ricos y los más pobres), y el promedio del decil 10/decil 1. A partir de estos dos indicadores, se observa claramente que la mayor desigualdad se registró en el año 2001; con posterioridad, se inicia una clara tendencia a la disminución de la desigualdad, que en el año 2006 llega a valores similares a los evidenciados en el año 1997.
Sin embargo, queda mucho por hacer para lograr una sociedad con mayor equidad. De hecho, para que el crecimiento se refleje en verdaderas mejoras para la sociedad se requieren de medidas específicas, creando oportunidades diversificadas que permitan lograr una vida digna asegurando trabajo, educación y salud. Si se espera que el mercado por sí mismo genere esas oportunidades, sin intervenciones ni incentivos, se seguirá perdiendo un valioso tiempo para lograr una mejora verdadera en la equidad.
2.3.2 La distribución del ingreso en la Región Centro
Las ciudades de la Región Centro presentan, entre sí, marcadas diferencias en la distribución del ingreso. Se destacan, por su cercanía a la distribución teórica de equidistribución (línea de 45 grados) Concordia y Paraná. En el otro extremo respecto a desigualdad de ingresos se sitúa Río IV, que es la ciudad que más desigualdad presenta.
2.4 Salud
La buena salud es un factor decisivo para el bienestar de las personas, las familias y las comunidades y, a la vez, un requisito del desarrollo humano con equidad. Más aún, las personas tienen derecho a un cuidado equitativo, eficiente y atento de su salud, y la sociedad en su conjunto debe garantizar que nadie quede excluido del acceso a los servicios de salud y que estos proporcionen una atención de calidad para todos los usuarios. La identificación de los rezagos y las brechas sociales en materia de condiciones y atención de la salud y las medidas para superarlos deben considerarse estratégicamente, como un componente esencial de la acción pública integral destinada a romper el círculo vicioso de la pobreza y, en definitiva, a alcanzar el desarrollo humano sostenible.
Son varios los objetivos de desarrollo del milenio relacionados con la salud que han sido planteados por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Entre ellos se ha propuesto la reducción de la mortalidad materna y en la niñez, el control de enfermedades como el VIH/SIDA, el paludismo y la tuberculosis; el mayor acceso a servicios de agua potable y saneamiento; la reducción de la pobreza y el alivio del hambre y la malnutrición, y la prestación de servicios de salud, incluido el acceso a los medicamentos esenciales.
2.4.1 Performance internacional
Una de las herramientas disponibles para analizar cuál es la situación relativa de Argentina en el mundo con respecto a los servicios de salud es llevar a cabo la comparación de indicadores de salud entre distintos países del mundo. Sin embargo, la obtención de conclusiones más precisas que generen acciones de política económica quizás requiera de análisis más profundos que permitan evaluar la situación en particular de cada una de las economías.
2.4.1.1 Tasa de mortalidad materna
La tasa de mortalidad es el indicador más común para medir la mortalidad. Se calcula como el cociente entre el número de defunciones ocurridas en un período determinado de tiempo sobre la población expuesta al riesgo de morir durante ese lapso.
La tasa de mortalidad materna representa la muerte de una mujer durante el embarazo o dentro de un plazo de 42 días a partir de la terminación del embarazo, por cualquier causa derivada del embarazo o agravada por éste o relativa a la forma en que se ha dispensado el tratamiento, pero no por causas accidentales o incidentales.
Aproximadamente dos terceras partes de las defunciones maternas son por causas directas tales como hemorragia, trabajo de parto obstruido, eclampsia (hipertensión a consecuencia del embarazo), sepsis y aborto realizado en malas condiciones. La tercera parte restante se debe a causas indirectas o a algún trastorno médico existente, empeorado por el embarazo o el parto (por ejemplo, paludismo, anemia, hepatitis o, de manera cada vez más frecuente, SIDA).
Si se analiza la evolución del número de fallecimientos de madres cada 100.000 nacidos vivos se puede observar el Cuadro 2.20 que en el año 2000 India, Bolivia y Perú fueron los países en donde se registró mayor mortalidad materna, mientras que en países desarrollados como Canadá y España se registraron las menores cantidades de defunciones.
Si se analiza la performance Latinoamericana, Argentina tiene mayor mortalidad materna que Chile y Uruguay, sin embargo, en términos de este indicador está mejor posicionada que Bolivia, Perú, Brasil y Paraguay. Particularmente, en Argentina, en el año 2000 hubo 822 madres que fallecieron cada 100.000 nacidos vivos, ocurriendo aproximadamente un 20% de defunciones menos que en el año 1990.
2.4.1.2 Mortalidad en la niñez
La Organización de las Naciones Unidas indicó que aproximadamente 29 mil menores de 5 años mueren a diario por causas que, en su mayoría, podrían evitarse fácilmente. A raíz de anuncios como el anterior existe conciencia mundial en relación a esta problemática y, dado que se considera que dicho grupo etario es el más vulnerable, surge la motivación por analizar la tasa de mortalidad en los niños que de entre 1 y 5 años de edad.
La protección que una comunidad brinda a sus niños está estrechamente relacionada con su grado de desarrollo económico y social; frecuentemente se considera que los niveles de mortalidad en la niñez y en la infancia son indicadores importantes del desarrollo de un país así como del estado de salud de la población. Sin embargo, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados la mortalidad en la niñez es elevada.
El Cuadro 2.21 muestra que la tasa de mortalidad infantil en todos los países analizados, es decir el cociente entre niños fallecidos de entre 1 y 5 años y la población de niños de dicha edad, ha disminuido en el período 1990-2003. En Argentina, en el año 2003 han fallecido 20 cada 1.000 niños. Al igual que en el caso de la tasa de mortalidad materna, Chile, Uruguay y Argentina son los países de Latinoamérica que mejor posicionados se encuentran en términos de este indicador.
2.4.1.3 SIDA
Desde que se comunicó la primera prueba clínica del SIDA, hace dos decenios, el VIH/SIDA se ha propagado por todos los rincones del mundo, y sigue avanzando rápidamente. La epidemia está haciendo retroceder los progresos alcanzados en materia de salud, quitando la vida a millones de personas.
Aunque los comportamientos de riesgo que favorecen la expansión del SIDA están muy difundidos, una serie de tendencias recientes indican que si los países de Latinoamérica no toman pronto medidas adecuadas de prevención, la incidencia de la enfermedad, es decir el número de casos nuevos, podría alcanzar proporciones epidémicas.
Según se dio a conocer en el XVI Congreso Mundial de SIDA, en el mundo uno de cada cinco enfermos de SIDA no tiene acceso a los medicamentos. El 75% de las personas que viven con VIH positivo no reciben tratamiento y ocho mil mueren cada año por su falta. En Argentina, 150 mil personas viven con VIH, pero la mitad no lo sabe.
Como se observa en el Cuadro 2.22 en el grupo de países analizados, el número de muertes estimadas a causa del SIDA ha aumentado entre el año 2001 y el año 2003. El ratio que define las muertes por SIDA como proporción de la población total de cada país es mayor en Brasil, México, Cuba y Perú.
2.4.1.4 Paludismo
El paludismo o malaria es una infección causada por un parásito y es transmitida entre las personas por los mosquitos. Es posible de prevenir y se trata; sin embargo mata a más de un millón de personas cada año.
En Bolivia, Brasil, Perú y Paraguay, se ha registrado el mayor número de casos notificados de paludismo cada 100.000 habitantes. Argentina es el país latinoamericano con menor prevalencia de paludismo.
2.4.1.5 Tuberculosis
Entre las enfermedades infecciosas, la tuberculosis es en la actualidad el principal asesino de adultos en el mundo, representa un gran reto internacional a los organismos de salud pública. Su reaparición junto con el virus del VIH ha probado ser una combinación mortal.
La tasa de prevalencia de la tuberculosis, es decir la tasa que mide el número de personas que padecen tuberculosis en un determinado lugar y momento de tiempo, ha disminuido en los países analizados en el período 1990-2003.
A su vez, la tasa de mortalidad debida a tuberculosis ha disminuido en algunos países, o bien se ha mantenido constante a partir del año 1990. En Argentina, en el período 2000-2003, sólo fallecieron por tuberculosis seis personas cada 100.000 habitantes.
2.4.1.6 Acceso al servicio de agua potable y saneamiento
El agua y el saneamiento son dos de los principales determinantes de la salud pública. Siempre que se logra un acceso fiable al abastecimiento de agua potable y a un saneamiento adecuado, la población gana una importante batalla contra un vasto abanico de enfermedades.
El acceso al agua potable se mide por el número de personas que pueden obtener agua potable con razonable facilidad, expresado como porcentaje de la población total. Es un indicador de la salud de la población del país y de la capacidad del país de conseguir agua, purificarla y distribuirla. Sólo un 3% de la población argentina (1.157.760 personas) no tiene acceso a agua potable.
Con respecto a la población que tiene acceso a servicios adecuados de saneamiento, los países subdesarrollados son los que tienen mayores dificultades al momento de proveer este vital servicio. En Argentina, el 18% de la población (6.946.560 personas) no tiene acceso a dicho servicio, situación que motiva y agrava la existencia de enfermedades relacionadas con el insumo más importante de las personas, el agua.
2.4.2 Crisis de recursos humanos
Con frecuencia se menciona, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo, la existencia de una crisis de los recursos humanos. Existe una escasez crónica de personas bien preparadas que realicen acciones cuya finalidad fundamental sea mejorar la salud (trabajadores sanitarios). Dicha escasez tiene carácter mundial pero reviste especial gravedad en los países que más los necesitan. Por diversas razones por ejemplo, la migración, enfermedad o muerte de esos trabajadores los países no pueden formar y mantener la fuerza de trabajo sanitaria requerida para mejorar las probabilidades de supervivencia de la gente y su bienestar.
La atención sanitaria es una industria de servicios basada fundamentalmente en el capital humano. Los proveedores de atención de salud personifican los valores esenciales del sistema: curan y atienden a las personas, alivian el dolor y el sufrimiento, previenen enfermedades y mitigan los riesgos; son el vínculo humano entre el conocimiento y la acción sanitaria. Abundan las pruebas de que el número y la calidad de los trabajadores sanitarios están efectivamente relacionados con la cobertura de inmunización, el alcance de la atención primaria y la supervivencia de lactantes, niños y madres. Sin embargo, se observa que las mayores insuficiencias de los sistemas de salud se encuentran en la asignación, distribución y formación de los recursos humanos; la magnitud y distribución del gasto público y la distribución territorial de la red de servicios y de la infraestructura de salud.
Las políticas de flexibilización laboral implementadas en el marco de las reformas de salud y las crisis económicas y sociales que han sacudido a los países de América Latina y el Caribe en los últimos 30 años han dado origen a una precarización del mercado de trabajo en el sector salud. La situación laboral de los trabajadores de salud se ha deteriorado no solamente en lo que respecta a remuneraciones sino también a la estabilidad de los puestos de trabajo, y a las posibilidades de crecimiento y satisfacción de necesidades individuales y familiares. En conjunto, las condiciones laborales inadecuadas, han generado persistencia de desequilibrios crónicos en la distribución de los recursos, tales como la concentración de los mismos en áreas urbanas, el crecimiento asimétrico de la oferta y la demanda, los desfases en materia de formación, el desorden en la profesionalización y el estancamiento del empleo público.
A su vez, en algunos casos, se ha dado un éxodo de profesionales de la salud hacia países desarrollados, que han tenido un fuerte efecto en países como Bolivia y Perú.
Mientras en Cuba existen 62 médicos cada 10.000 habitantes, en Argentina, la relación es menor: son 32 los médicos que deben cubrir la prestación del servicio cada 10.000 habitantes. Si bien la razón médico-paciente de Cuba duplica a la de Argentina, dicho país junto con Uruguay son los que tienen la mayor cantidad de médicos por habitante en Latinoamérica. En países como Bolivia y Paraguay la razón médico-paciente es muy baja, siendo que se dispone sólo de seis o siete profesionales cada 10.000 habitantes.
Junto a la razón médicopaciente, existe una relación para la cantidad de enfermeras profesionales que existen y el número de habitantes que en proporción debe asistir cada una de ellas. Dentro del grupo de países analizados Cuba se destaca nuevamente ya que dispone de 75 enfermeras cada 10.000 habitantes. Sin embargo, Argentina junto con Bolivia y Paraguay, son los países que poseen menor relación enfermeras- pacientes. En Argentina cada 10.000 habitantes se dispone aproximadamente de cuatro enfermeras profesionales.
El éxito de los servicios ambulatorios de salud personal, es decir, de la dispensación ambulatoria de tratamiento de enfermedades agudas y de atención preventiva, es el factor que más contribuye al desempeño de los sistemas de atención de salud en la mayoría de los países en desarrollo. La atención de salud personal ambulatoria puede ser la que más contribuya a una mejora inmediata del estado de salud en las poblaciones, especialmente entre los pobres.
En Cuba se dispone de 1,31 establecimientos ambulatorios cada 1.000 habitantes, siendo el país líder en términos de este indicador dentro del grupo de países estudiados. Argentina es el segundo país con mayor relación entre establecimientos ambulatorios y personas, debido a que se dispone de aproximadamente un establecimiento ambulatorio cada 3.000 habitantes.
Finalmente, resulta de utilidad analizar el número de camas hospitalarias que se dispone cada 1.000 habitantes. Cuba y Argentina son los países que disponen de mayor número de camas cada 1.000 habitantes. En países como Perú, Bolivia y México sólo hay disponible una cama hospitalaria cada 1.000 habitantes.
Una vez considerada la performance de cada uno de los países en lo que respecta a la salud en general, despierta particular interés analizar cuánto destina cada país de su presupuesto al financiamiento de la salud nacional. Particularmente, se analiza el gasto per cápita en salud expresado en dólares.
Los países desarrollados son lo que destinan más fondos al sector de la salud. Dentro del grupo de países analizados, Canadá es el que más dinero ha gastado en salud en el período 1999-2003, siendo que en el año 2003 gastó US$ 2.669 per cápita. En segundo lugar se encuentra España que gastó US$ 1.541 per cápita en el mismo año.
En los países Latinoamericanos e India el gasto per cápita en salud es notablemente menor. México, Uruguay y Argentina son los países que mejor posicionados están en términos de este indicador dado que en el año 2003 el gasto per cápita superó los US$ 300. En países como Perú, Paraguay, Bolivia e India el gasto per cápita en salud en el año 2003 ha sido inferior a los US$ 100.
En el Cuadro 2.32 también se observa la relación que existe entre el gasto per cápita en salud en el año 2003 (en dólares) y la esperanza de vida de la población de cada uno de los países analizados. En general, es posible observar que existe una relación directa entre el nivel de gasto sanitario per cápita y la esperanza de vida al nacer.
2.4.3 Performance nacional
2.4.3.1 Sistema de salud en Argentina: principales características
El sistema de salud argentino está integrado por tres sectores; el público, el de la seguridad social y el privado. Para poder realizar un análisis crítico y objetivo del sistema de salud en su conjunto es necesario identificar las funciones y responsabilidades que asume cada uno de estos sectores.
El sector público tiene la obligación de proveer a toda la población servicios de salud en forma gratuita a través de una red de hospitales públicos y centros de salud de dependencia nacional, provincial o municipal. En realidad, el sector público sólo provee atención médica a un tercio de la población total, en general a la población que percibe menores niveles de ingresos y que pertenece a grupos sociales marginados. Es común que las personas que utilizan los servicios del sector público sean aquellas que no tienen acceso económico al servicio provisto por el sector privado y las obras sociales. A diferencia del sector privado y las obras sociales, el sector público se financia con recursos que provienen de recaudación tributaria.
El sistema de la seguridad social está conformado por instituciones que cubren contingencias de salud y asistencia social a los trabajadores en relación de dependencia -a partir de obras sociales nacionales y provinciales, de otras obras sociales, en general sindicales- y a los jubilados del régimen nacional de previsión social a través del Programa de Asistencia Médico Integral (PAMI). Este sector se constituye como un seguro social que protege a los trabajadores asalariados y a sus familiares directos, cuyo aporte es obligatorio y se realiza a través de las contribuciones y aportes sobre el salario. De este modo, los recursos que financian la operatoria de las obras sociales tienen origen en los aportes asociados a la relación contractual entre empleado y empleador.
Finalmente, el sector privado está compuesto por prestadores directos y por entidades financiadoras o prepagas que en conjunto generan una vasta oferta en términos de precios y calidad prestacional.
La participación del gasto en salud sobre el total del gasto provincial es una medida relevante a la hora de evaluar cuán importante es la prestación óptima de servicios sanitarios a lo largo del territorio nacional. Las provincias argentinas destinan entre 6,4% y 13,6% del gasto total a la salud provincial a excepción de la Ciudad de Buenos Aires que destina casi un cuarto de su gasto total al gasto en salud.
Provincias como Santiago del Estero, Salta, San Juan y Neuquén son las que más gastan en servicios sanitarios, mientras que Misiones, Catamarca, Chaco, San Luis, Corrientes y Córdoba destinan menos de un 8% del gasto total a la salud. En términos de la Región Centro, Entre Ríos es la que destina más recursos al gasto en salud, en segundo lugar se ubica Santa Fe, y por último la provincia de Córdoba.
Alternativamente, para analizar cuán prioritarios son los servicios sanitarios en las agendas provinciales, resulta útil analizar el gasto en salud per cápita (en pesos). En las provincias argentinas se gasta por año desde $92 hasta $637 per cápita en salud. Las provincias de la Patagonia Argentina junto con la Ciudad de Buenos Aires son las provincias con mayor gasto per cápita. Sin embargo, provincias como Misiones, Corrientes, Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Chaco y Mendoza tienen un gasto per cápita en servicios sanitarios que no supera los $120 anuales.
2.4.3.2 Performance argentina en términos de los objetivos del milenio planteados por las Naciones Unidas
Una alternativa para evaluar la relación que existe entre la calidad de vida en las provincias y el servicio sanitario provisto en las mismas surge de evaluar la esperanza de vida al nacer y el Producto Bruto Geográfico (PBG).
A partir del Gráfico 2.42 se observa que existe una relación directa, a nivel provincial, entre el PBG per cápita y la esperanza de vida al nacer. Provincias como Jujuy y Chaco tienen los menores niveles de PBG per cápita y por ende la menor esperanza de vida al nacer.
En el otro extremo se encuentran las provincias de Mendoza y Córdoba con niveles de PBG per cápita de $11.627 y $10.585 respectivamente, y esperanza de vida al nacer de 72 años para ambas provincias.
Las provincias de Santa Cruz, Tierra del Fuego, Neuquén y Chubut están fuera de la tendencia marcada por la relación entre dichas variables. En las mismas, a pesar de que las esperanzas de vida se encuentran comprendidas dentro de los niveles promedio, existen niveles elevados de PBG per cápita, ya que tienen una población relativamente menor al resto de las provincias argentinas.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene un comportamiento que no es congruente con el de la mayoría de las provincias argentinas, que se debe a que en ella se concentra gran parte de la actividad económica nacional, lo que genera disparidades entre los indicadores de dicha ciudad y los de las provincias.
Antes de avanzar con el análisis de los indicadores de salud, cabe mencionar la utilidad de los mismos. Un conjunto básico de indicadores de salud tiene como propósito generar evidencia sobre el estado y tendencias de la situación de salud en la población, incluyendo la documentación de desigualdades en salud, evidencia que debe servir de base empírica para la determinación de grupos humanos con mayores necesidades en salud, la estratificación del riesgo epidemiológico y la identificación de áreas críticas como insumo para el establecimiento de políticas y prioridades en salud. La disponibilidad de un conjunto básico de indicadores provee la materia prima para los análisis de salud. Concomitantemente, puede facilitar el monitoreo de objetivos y metas en salud, estimular el fortalecimiento de las capacidades analíticas en los equipos de salud y servir como plataforma para promover el desarrollo de sistemas de información en salud intercomunicados. En este contexto, los indicadores de salud válidos y confiables son herramientas básicas que requiere la epidemiología para la gestión en salud.
Del mismo modo que resulta de gran utilidad la comparación de la tasa de mortalidad materna entre los distintos países del mundo, lo es también entre las distintas provincias argentinas.
En las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, La Rioja, Misiones y Salta y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha habido retrocesos en términos de este indicador en el año 2004 con respecto al año 2000. A pesar de que a nivel mundial se ha propuesto la reducción de la tasa de mortalidad materna, en las provincias mencionadas ha sucedido lo con trario. En el año 2004 La Rioja fue la provincia argentina en donde hubo más defunciones de madres (13,6) cada 10.000 nacidos vivos. En segundo lugar se encuentra la provincia de Jujuy con una tasa de mortalidad materna de 13,1.
Del mismo modo es posible observar las provincias en las cuales se ha mejorado en términos de este indicador ya que el mismo ha disminuido entre el año 2000 y el año 2004. En la provincia de Formosa la tasa de mortalidad materna en el año 2004 ha disminuido con respecto a la registrada en el año 2000, sin embargo su nivel sigue siendo relativamente alto. La provincia con menor tasa de mortalidad materna es Chubut, en la que en el año 2004 fallecía aproximadamente una madre cada 10.000 nacidos vivos. Dicho registro es notablemente mejor al del año 2000, momento en el cual fallecían aproximadamente seis madres cada 10.000 nacidos vivos.
2.4.3.2.2 Indicadores de morbilidad
Las estadísticas de morbilidad permiten conocer de qué enferman o qué padecen los habitantes de determinada región. El conocimiento de estadísticas de morbilidad permite calcular la población a servir con determinados programas y la demanda de servicios que su atención exigirá.
Particularmente se analiza el indicador de morbilidad para las personas que padecen SIDA y Tuberculosis.
Las provincias de Jujuy y Salta, junto con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires son las que tienen mayor porcentaje de población enferma de SIDA. En el año 2004, en dichas jurisdicciones había aproximadamente una persona enferma de SIDA cada 20.000 habitantes. Al igual que en el caso anterior, las provincias de Jujuy y Salta son las que en el año 2004 tenían un mayor porcentaje de población enferma de tuberculosis. En dichas provincias había aproximadamente nueve personas enfermas cada 10.000 habitantes.
Con respecto a las tasas de mortalidad, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y en la provincia de Buenos Aires es en donde se registró en el año 2003 el mayor número de defunciones a causa del SIDA: muere aproximadamente una persona cada 10.000 habitantes. La mayor tasa de mortalidad por tuberculosis se registró en el año 2003 en la provincia de Jujuy.
2.4.3.2.3 Acceso al servicio de agua corriente y saneamiento
Del mismo modo en que se analizó a nivel internacional, es indispensable evaluar el acceso de la población argentina a dichos servicios de vital importancia. La población que tiene acceso al servicio de agua corriente hace referencia a la población con provisión de agua de red pública por cañería dentro de la vivienda o terreno. La población con servicios de desagües cloacales hace referencia a la población que tiene inodoro con descarga de agua y desagüe a red pública.
En la mayoría de las provincias más del 80% de la población tiene acceso a agua corriente. Sin embargo existen excepciones tales como las provincias de Buenos Aires, Chaco, Formosa, Misiones y Santiago del Estero, en las cuales más de un cuarto de la población total no tiene acceso al agua corriente.
El alcance de la población a desagües cloacales varía ampliamente a lo largo del territorio nacional. En las provincias del norte argentino; particularmente en Santiago del Estero, Misiones, San Juan, Formosa y Chaco, el porcentaje poblacional que accede a desagües cloacales es muy bajo (aproximadamente 20%).
Sin embargo, existen otras provincias argentinas (Chubut, Entre Ríos, Mendoza, Neuquén, Río Negro, Salta, Santa Cruz y Tierra del Fuego) junto con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en donde más de la mitad de la población accede a dicho servicio.
2.4.3.3 Recursos Humanos
A continuación se analizan brevemente distintos indicadores de salud relacionados con los recursos humanos y las instalaciones que permiten proveer atención médica.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es la que dispone de mayor número de médicos por habitante, siendo notable la diferencia al compararla con las provincias. En dicha ciudad existen 111 médicos por cada 10.000 habitantes, sin embargo en las provincias dicha relación es mucho menor, ya que la misma oscila entre 15 y 44 médicos cada 10.000 habitantes.
A su vez, existen provincias en las que un alto porcentaje de su población que no tiene obra social. Los mayores registros se observan en las provincias de Corrientes, Chaco, Formosa, Jujuy, Mendoza, Misiones, Salta, San Juan, San Luis, y Santiago del Estero en donde más del 50% de la población no tiene obra social.
En el Cuadro 2.40 se ha agrupado a las jurisdicciones en función de que el número de establecimientos asistenciales y el número de camas disponibles en el sector oficial haya aumentado entre el año 1990 y el año 2004. En el año 2004, Catamarca y La Rioja fueron las provincias con mayor número de establecimientos asistenciales en el sector oficial; había aproximadamente nueve establecimientos cada 10.000 habitantes. En el otro extremo está la situación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en donde en el año 2004 había un establecimiento asistencial cada 100.000 habitantes.
Con respecto a las camas disponibles en el sector oficial las jurisdicciones que tienen mayor disponibilidad de dicho insumo médico en el año 2004 son la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y las provincias de Santa Cruz y Entre Ríos en donde hay 30, 33 y 37 camas disponibles cada 10.000 habitantes respectivamente. Sin embargo, existen provincias como Chaco, Mendoza, Misiones, San Juan, Santa Fe, Tierra del Fuego y Tucumán en donde se dispone de menos de 20 camas cada 10.000 habitantes.
La salud es un fenómeno multidimensional que requiere de planes de acción intersectoriales, que formen parte de estrategias más amplias de desarrollo y de reducción de la pobreza. Por ello, para lograr mejoras en la salud hay que incidir más ampliamente en las políticas sociales. Asimismo, hay que aprovechar la sinergia entre las políticas públicas e intervenciones interdisciplinarias e intersectoriales focalizadas en los grupos más vulnerables y en las zonas y países con mayores desventajas.
Según la información empírica recopilada, una manera de incidir en la reducción de las tasas de mortalidad infantil y materna es mediante un trabajo conjunto en las áreas de salud y educación. Las distintas dimensiones de la salud sexual y reproductiva también exigen respuestas concertadas, en las que participen diversos sectores, y medidas orientadas a la potenciación de las personas y las comunidades, sobre todo del grupo de los adolescentes y de las mujeres.
Es importante destacar que, dadas la magnitud y la composición del gasto de los países destinado a salud y su distribución en la población, es necesario replantear los temas de financiamiento público y de eficiencia y efecto distributivo del gasto. Este replanteo debe tener lugar en el marco del equilibrio que debe existir entre bienes y servicios de salud, por una parte, y el consumo de otros bienes o servicios que repercuten en la salud (alimentación, vivienda, educación y saneamiento) y contribuyen al bienestar individual y social, por otra.