Balance de la
Economía Argentina
PREFACIO
PREFACIO
Ingresamos a un nuevo siglo y, coincidentemente, nuestra Institución festeja su Centenario, una buena oportunidad para renovar nuestro optimismo, convencidos de que superaremos las actuales dificultades luego de haber avanzado en la dirección correcta durante gran parte de las últimas dos décadas. Sin embargo, como acontece desde hace más de cincuenta años, no logramos liberarnos de algunas trabas para nuestro desarrollo que hacen mucho más lenta y compleja la recuperación deseada.
Una de las principales es la falta de consenso general y de convicción firme sobre la dirección definitiva de nuestro futuro económico. Desde hace tiempo, una buena parte de nuestros intelectuales y dirigentes analizan periódicamente cuál debería ser el modelo económico ideal a partir del cual supuestamente encontraríamos la solución a gran parte de los problemas argentinos. Sin embargo, frecuentemente se profundizan las divergencias en vez de avanzar en aquellos aspectos fundamentales en los que queda poco por discutir.
En algunos casos, las diferencias en la naturaleza de los modelos económicos propuestos por las diversas líneas de pensamiento son tan importantes como alejadas de la realidad local, conduciendo tarde o temprano al inmovilismo, y a veces al retroceso. Por ejemplo, una gran parte de quienes recomiendan abandonar la convertibilidad subestiman la creciente incertidumbre y dolarización actuales, que están repitiendo algunas de las condiciones que llevaron a adoptarla hace casi diez años, sin demasiadas alternativas, Otras recomendaciones sobre el futuro de nuestra economía se remiten a versiones renovadas del clásico enfrentamiento de intereses entre el campo, la industria y el sector financiero, para proponer medidas que, en manos irresponsables, pueden correr el riesgo de transformarse en instrumentos que despierten actitudes corporativas.
A su vez, hay quienes intentan justificar un fuerte aumento en el gasto público señalando el bajo porcentaje que el mismo representa sobre el PBI al compararlo con la mayoría de las economías europeas, sin considerar que, agravado por la incorrecta asignación y la ausencia de una profunda reforma del Estado, sólo se logrará aumentar la ineficiencia del mismo. En otras oportunidades se solicita un substancial aumento en el apoyo estatal a la inversión en Investigación y Desarrollo, plenamente justificada si se la relaciona con la existente en otros países como Brasil, pero se le presta poca atención a la importancia del derecho a la propiedad intelectual, sin el cual ese mayor gasto, aún cuando fuera eficiente, tendría pobres resultados. Asimismo, se manifiesta la necesidad de practicar un mayor federalismo, enfatizando el papel de la descentralización del gasto público como instrumento para lograrlo, pero se olvida que Argentina es el país de Latinoamérica con el gasto más descentralizado y una de las peores distribuciones regionales del ingreso. En síntesis, no se profundiza el análisis de la correspondencia entre objetivos y políticas, las consecuencias de los errores de implementación, la importancia de la calidad y la oportunidad en el uso de los instrumentos, la relación beneficio-costo de las medidas adoptadas y la necesidad de distinguir entre sectores y regiones.
En la raíz de casi todos los aspectos de la economía argentina se aprecia la urgencia de instalar una nueva cultura en la organización económica y social, sobre la que tantas veces hemos hablado en anteriores ediciones del Balance. Por otra parte, en la etapa de implementación, se subestima una de las principales dificultades del país: la enorme resistencia al cambio. Promovida en especial por quienes temen perder privilegios, curiosamente muchas veces inexistentes, esa resistencia al cambio es innovativa y se adapta a todo tipo de circunstancias, hasta llegar a disfrazarse de falsas actitudes progresistas.
Teniendo en cuenta los antecedentes, nuestro Instituto cree que no se justifica en esta oportunidad extendernos demasiado en las discusiones actuales sobre el modelo económico global de nuestro país, aún cuando esperamos haber dejado en claro cuáles son nuestros principios en las seis ediciones anteriores del Balance. Nos parece más útil abundar en detalle sobre la economía de la Región Centro, sus principales encadenamientos productivos, las redes y sub-regiones que los contienen, los sectores a los que pertenecen, las instituciones con que se relacionan y las impresiones de sus protagonistas. La utilización de las herramientas de estudio disponibles y las comparaciones con otras experiencias internacionales contribuyen a completar el enfoque elegido.
Los talleres llevados a cabo para cada uno de los encadenamientos productivos contienen un conjunto de conceptos destacables. En los mismos pudo observarse que los participantes no se detuvieron en la defensa de mezquinos intereses sectoriales sino que, por el contrario, expresaron una visión estratégica que abona nuestro optimismo respecto al futuro del país.
Algo debe estar cambiando para que en la mayoría de los talleres se mencionara la necesidad de programas regionales y sectoriales, se pusiera tanto énfasis en la información, la tecnología, la capacitación de los recursos humanos, la necesidad de lograr mayor calidad y valor agregado en los bienes y servicios producidos y en alcanzar niveles de competitividad para ganar mercados externos. En varios talleres se mencionó a Internet como una de las principales oportunidades para el desarrollo futuro de la actividad. En prácticamente todos se enfatizó la asociatividad y la colaboración como herramientas esenciales para mejorar la rentabilidad. Si bien el costo argentino apareció como uno de los principales escollos, hubo pocas referencias a soluciones mágicas intentadas mediante un decreto ministerial, tales como subsidios y protección arancelaria.
Nuestro país inicia una nueva etapa en la cual las posibilidades de recurrir al crédito externo o vender activos del Estado, ya prácticamente están agotadas. En esta nueva etapa el progreso económico y social dependerá del grado de competitividad que alcancen distintos sectores y regiones.
La coordinación del Balance estuvo bajo la responsabilidad de Luciana Targi, como así también los trabajos de investigación realizados durante el año. Pablo Urani se encargó de la elaboración de los capítulos de Comercio Exterior y de Inversiones, como así también de los Antecedentes y Fundamentos de la Regionalización y la Infraestructura regional. Guillermo Acosta tuvo a su cargo los capítulos del sector agrícola, frigorífico-ganadero, apícola, avícola, arrocero, molinero de cereales y molinero de oleaginosas. En conjunto con la Cámara Argentina de la Construcción-Delegación Córdoba fue el encargado de la elaboración del Sector Construcciones. Daniel Semyraz llevó a cabo el análisis del Sector Frutihortícola. Paula Auerbach se ocupó de desarrollar en el capítulo 10 los principales aspectos sociales, tales como educación, salud, empleo, pobreza y seguridad pública. También fue la responsable del capítulo referido al Sector Automotriz. Pascual Berrone, además de la redacción del capítulo sobre el Sector Lácteo, continuó este año con su análisis relativo al Supermercadismo, al Turismo y Tecnología de la Información. Asimismo, fue el responsable del capítulo final, donde se exponen las perspectivas relativas a la tecnología de la información, la globalización y la biotecnología. Javier Koroch fue el responsable del capítulo sobre Finanzas Públicas y, en conjunto con Daniel Semyraz, tuvo a su cargo la redacción del capítulo sobre el Sector Financiero. Gastón Utrera colaboró con el análisis de las perspectivas económicas.
Colaboraron en las tareas Maximilian Heywood, Betania Bracamonte, Guillermo Campra y Matías Miglierini. Marcos Del Prato realizó el Análisis Estadístico de los Clusters Económicos de la Región Centro. Marcelo Sap- pia prestó su apoyo como Gerente de la Institución.
La información e interpretación de los hechos incluidos en el presente libro, como así también los errores cometidos son exclusiva responsabilidad de los autores.
Raúl Hermida
Director